Decimos que se usa una doble vara de medir cuando hechos o comportamientos idénticos se valoran de manera diferente, según quién los haga.
Solo diez días separan las celebraciones del Dia Mundial de la Arquitectura –el 6 de octubre y a lo largo del mismo mes con otros actos y presentaciones– de la presentación en Toledo –tras el primer intento, bloqueado por el apagón del 28 de abril pasado– de Castila-La Mancha fea. Un recorrido por su arquitectura en democracia en la Biblioteca regional del Alcázar. Las declaraciones de José Antonio González Baos –presidente de la demarcación en Ciudad Real, del Colegio de Arquitectos de CLM–, en el diario Lanza del mismo día 6, no dejaban lugar a duda de la fortuna de la celebración y de la destacada posición institucional-corporativa: “La arquitectura en la provincia de Ciudad Real está en una buena situación”. Sin que se sepa cual es el alcance de tal situación bondadosa y salutífera.
Puede que, de hecho, se confunda el estado de salud de la arquitectura –pero ¿cómo se mide tal cosa? – con el ritmo de la actividad constructora y el número de visados verificados en las diversas demarcaciones colegiales constitutivas del cuerpo colegial. Circunstancias entre el proceso constructivo –acumulativo y contable– y la emergencia de la arquitectura –excepcional e incontable– que dejan ver el salto del ladrillo al poema. Y que supone otra realidad diferente y diferenciada, como se demostraba en el ya lejano número 10, de la revista Formas de Arquitectura y arte (2005), en el texto que publiqué, llamado Arquitectura, Patrimonio, Espíritu. “Pese a todo, alguien que alabó tanto la evidencia del progreso material como Le Corbusier, exponía que “la Arquitectura es un sesgo del espíritu, más que un oficio”. Ese sesgo del espíritu y su pérdida es una de las evidencias constatables en el imparable proceso tecnocientífico de la modernidad”.
Y ese sesgo oblicuo es el vacío nítido que marcan las cifras contantes y sonantes de visados verificados y de viviendas vacantes frente a las que son necesarias para construir y de las que se abandonan en la CLM vacía. Incluso la anotación relativa al debate patrimonial sostenido, con una antigüedad verificada de, al menos, veinte años. El tiempo como contabilidad del espacio y el espacio detenido y clausurado. Tantos años trascurridos como los sostenidos en el concurso de viviendas públicas del grupo Padre Ayala; o como los quince de cierre de la residencia universitaria Francisco Nieva; o como el suspenso en el tiempo del Auditorio Municipal, que ahora se quiere recuperar al amparo del dinero europeo. Por no hablar de otras vicisitudes patrimoniales pendientes: como el convento de las Terreras, el convento de los Dominicos de Almagro o la mutación extrema de la Casa de Cultura de Fisac, creyendo que se puede viajar de 1956 a 2025 con un solo billete de transporte público. Un patrimonio desvelado y entrevisto. Como hacía notar, por demás, en el texto señalado antes: “Del abandono patrimonial hemos pasado a la exaltación consiguiente, en parte por remediar el mal de tantos años de desidia y en parte por la adopción de un nuevo valor y un nuevo concepto cuya utilidad queda hipotecada con su vinculación institucional. Parte de la estrategia del poder institucional es la búsqueda de su permanencia en el tiempo; incluso su legitimación presente se pretende desde el arraigo de su legado histórico”.
Conclusión la desplegada en la citada entrevista de González Baos, que entraría en conflicto evidente con las tesis desplegadas y desperdigadas en los textos diversos de Castilla-La Mancha fea. Que acotan otro campo, visual, formal y alterado y que componen un conjunto de reflexiones críticas que apuntan en sentido contrario a la hipotética bonanza de la arquitectura provincial y, consecuentemente, al refugio regional de especies en extinción. Y quizás, por ello, se haya trenzado esa suerte de silencio indiferente en su recepción social y cultural: como una forma de rechazo a sus ideas centrales, como repudio al desmontaje de los lugares comunes, y como despeje de las fortunas exhibidas en la ‘edad de oro regional’. Reflexiones y notas que apuntan lejos de los lugares comunes referidos y aludidos, en los que se verifican esas contabilidades bondadosas de recordación anual. Aunque todo ello –la salutación salvadora de la arquitectura– opere al margen de cuestiones centrales que van desde la despoblación galopante de amplias zonas del territorio regional al quebranto patrimonial paralelo a ese vaciamiento; desde el imparable problema de la vivienda a las hechuras del nuevo (¿…?) urbanismo; desde los “edificios cebra” a la demanda por patrimonializar los toldos verdes. Vicisitudes visibles en sendas viñetas distanciadas entre sí otros 45 años –otro salto temporal indeseable–, como la de Máximo de 1980 –donde parodia las celebraciones del ‘día del urbanismo’ con la realidad representada– y la de El Roto de 2025 –que deja ver el carácter de los nuevos desarrollos urbanísticos–. Pues eso, doble vara de medir.