Antonio Carmona.- Esto es lo que pasa cuando vas a visitar una panadería romana y te encuentras con una iglesia rural en plena rehabilitación. Hace años nos hacíamos eco del mal estado en que se encontraba la iglesia. No tuvo que pasar mucho tiempo para que se desplomara el tejado. Hace unos meses, fuentes fidedignas (¡qué ganas tenía de usar esta expresión!) nos hicieron saber que el obispado ya disponía de dinero para acometer la reforma, lo cual no era óbice para expresar su deseo de ceder la iglesia y su mantenimiento al ayuntamiento o a la diputación o ambos o… Llegados a este punto, no sabemos si estamos hablando de nuestro patrimonio rural y cultural o de una “patata caliente”. En todo caso, al ver la iglesia rodeada de andamios, nos han dado ganas de gritar ¡ALELUYA! por tan portentoso milagro.






No me extrañaría que más de un responsable que está llevando este tema a buen término se haya mosqueado al leer la palabra “milagro”. Por suerte, todavía queda gente a la que cuando le pasan la patata caliente no la suelta, ni se la endilga a otro, ni permite que el devenir de un lugar tan especial y emblemático como La Bienvenida, en pleno Parque Natural, dependa de un milagro, por muy portentoso que éste sea. Claro que la patata hay que saber gestionarla, pelarla y pelearla, mientras te quema las manos e incluso, en ocasiones, te hincha los… otras partes del cuerpo.
Queda mucho por hacer, también es cierto. Hoy no hemos visto la panadería romana, por hallarse convenientemente tapada para su protección, pero la recuperación de esta arquitectura rural nos ha proporcionado una alegría. Además, hay nuevos paneles informativos (no se han retirado los viejos y creemos que hacerlo evitaría una indeseable impresión de abandono), se constata la mejora de caminos, de alumbrado… Sin embargo, cuánto se echa de menos aquel local junto a la iglesia que era bar, restaurante, tienda, con aquel ambiente a lo “Far West”, donde podían coincidir un camionero, un pastor, un vecino, un turista y sabe Dios quién más. Pero nos queda la gran asignatura pendiente: que los terrenos del yacimiento pasen a ser, de alguna manera, propiedad de la Junta.
Confieso que soy un completo ignorante en cuanto a las dificultades que entrañan los mecanismos para llegar a tal fin y, creedme, no quisiera engordar el gigantesco porcentaje de gente que habla de lo que no sabe en las redes (y lo que no son las redes). Simplemente intuyo que cuando en otros lugares se ha conseguido, también aquí se podrá hacer y, algo me dice, que una buena negociación daría mucho mejores resultados que una expropiación a las bravas. Me temo que es otra patata bien caliente que debemos afrontar.
¡Ánimo y adelante! Vale la pena luchar por nuestros valores culturales y paisajísticos aún a sabiendas de que lo haces a cambio de nada, si es que, encima, no recibes incomprensión o ninguneo. Ya sabemos que las medallas y las fotos suelen ser para otro. ¿Y qué más da? De sobra quedas compensado con el acogedor y sempiterno ofrecimiento de La Bienvenida. Cuando en nuestra mente hacemos una abstracción del “campo”, se nos viene a la cabeza el paisaje ondulado de esta tierra, que se antoja casi tan espaciosa como el cielo que la cubre. ¡Esto es campo campo! Aquí se respira vida. Esto es campo de “verdad de la buena”. Aquí se te llenan los pulmones de naturaleza, trashumancia e Historia.






Qué bien y qué bonito escribes… joío ¡Ole tú!