No es lícito ni honesto que el hambre cotice en Bolsa

Son muchos los temas que ante un folio en blanco vienen a la mente, a los cuales hay que poner soluciones duraderas de forma inmediata. Me referiré a uno: las necesidades alimenticias en el mundo.

Recientemente, un medio de comunicación recogía una breve historia que se había producido en apenas 50 días. Este periodo de tiempo era el que había transcurrido desde unas imágenes al principio, de un niño en los brazos de una madre, desnutrido, con una mirada triste y lánguida y apenas la piel y el hueso. Transcurridos esos 50 días se había practicado el milagro, y ese niño nada tenía que ver con el anterior. Aparecía nutrido, alegre y nadie diría que era el niño de 50 días atrás. El milagro había sido posible gracias a 50 euros que ha sido el gasto necesario en ese periodo para recuperar a este niño.

Cuando vemos que en este mundo rápido y desaforado, donde cada mañana parece ser que lo único que importa en el mundo desarrollado es la apertura de las Bolsas, la situación de la prima de riesgo y, en definitiva, el negocio que pueden hacer “los mercados”, esta historia del principio nos demuestra que hay otros hechos más importantes a los cuales hay que prestarle suma atención, porque están en juego vidas humanas y taras de futuro para las personas por simples problemas alimenticios. En estos momentos en el mundo hay mil millones de personas que no tienen cubiertas sus necesidades alimenticias y hay otros mil millones de personas que con sus sobras o los desperdicios podrían alimentar a esos 1.000 millones de personas que pasan necesidad.

En el mundo, en la actualidad, hay recursos alimenticios suficientes para alimentar a la población mundial, pero ésta, sobre todo la que pasa más necesidad, se levanta una mañana y, sin razón aparente, los alimentos que constituyen su base alimenticia, trigo, maíz o arroz, han experimentado una subida injustificada debido a los anónimos “mercados” por los acuerdos tomados a muchos kilómetros de distancia de sus lugares de producción. Solo Estados Unidos domina el 73% del mercado del maíz mundial. Cinco países con Estados Unidos dominan el 90% del mercado del arroz del mundo. Cinco países dominan el 71% del mercado del trigo mundial. Este es el panorama para las distintas culturas alimenticias del mundo, un mercado concentrado y desregulado por imperativo de la Organización Mundial de Comercio y con el pretexto de  que los países más pobres tienen que acceder a los mercados para vender sus productos y obtener beneficios, cuando lo cierto es que a estos cada vez se le encarecen más sus productos.

En este contexto y con esta dificultad, hay que reconocer, agradecer y felicitar a las ONG por el papel que están desempeñando para combatir y paliar esta situación, con muchas personas cooperando y trabajando de forma altruista por esta causa. La cooperación ha sido determinante para dotar y sostener servicios básicos en buena parte de los países subdesarrollados, pero el problema y su atajo no se debe atender solamente con cooperación al desarrollo, sino con un nuevo planteamiento en el seno de donde se pueden tomar las grandes decisiones políticas y económicas en el mundo, para que esta lacra desaparezca y el conjunto de la población tenga cubiertas sus necesidades básicas a través del establecimiento de planes de mejora para la producción de alimentos.

Ya somos 7.000 millones de habitantes en el mundo, y un sistema de regulación de mercados, el establecimiento de reservas alimentarias, o la transparencia en los mercados, entre otras, son medidas urgentes y necesarias pensando en el futuro inmediato, porque en el momento actual no es lícito ni honesto que el hambre cotice en bolsa.

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