LETRAS COLADAS: La casa de la señora Rábago (16)

Manuel Valero

-Sí- La respuesta del músico sonó con la sequedad de la certeza-. Y he llegado a esa conclusión no por los vericuetos de una crisis personal empujado por la desesperación o buscando consuelo espiritual, nada de eso, simplemente por deducción lógica. Vamos a ver –carraspeó- a Dios no se le deduce, no se le demuestra, como tampoco se demuestra su no existencia.

Por tanto en medio de esa eterna encrucijada entra la fe, se cree o no se cree, o se tienen dudas razonables que también es una experiencia normal, pero también entra en el juego, como digo, la razón. Es tan absurdo defender que el Universo se haya creado a sí mismo a partir de la famosa bolita de ping pong como que acabe en saco roto tanta belleza. Todo es producto decantado, perfeccionado con precisión de orfebre a partir de una maravilla original, pero el Universo, la Naturaleza, todo cuanto nos rodea sería la Nada sino hubiera otra inteligencia, la humana, que lo observara e incluso lo manipulara. Imaginaos un cielo estrellado.¿Qué sentido tendría si no hubiera seres diminutos que se quedaran extasiados, asombrados, ante su contemplación. Imaginemos que no existiera vida inteligente en ninguna parte, ni siquiera aquí, ¿qué lógica tendría toda esa maravilla? Creo que ante tanta hermosa desmesura era necesaria la inteligencia, y la inteligencia no la puede mandar crear, o evolucionar sino otra inteligencia. En definitiva que encuentro más absurdo que todo cuanto es se reduzca de nuevo a la nada más absoluta, que la posibilidad de que exista una inteligencia universal que puso todo a funcionar para que todo sea lo que es y como es… ¿No han pensado en que la Nada es repulsiva, y que atenta contra la razón misma?

{mosgoogle}El señor Liébana hablaba como para sí, pero tratando de darle sentido a cuanto decía…

-¿Pero si Dios existe porqué permite la guerra, el hambre, las catástrofes?- La pregunta de Alba fue la de una colegiada aplicada.

-Lo que provoca la guerra y el hambre, querida niña, no es la mera existencia de Dios sino la manipulación de éste por su criatura más fascinante, más contradictoria, el hombre… En cuanto a las catástrofes, pura ciencia. El planeta es como es y tiene su propia vida, como nuestro libre albedrío. Pongamos que Dios exista pero que esté permanentemente encima de nosotros sería intolerable y contradictorio.   

-Sin embargo no hay creencia en un ser supremo sin el armazón de la religión –terció Aurora.

-Exacto. La religión no es sino el reglamento moral de esa creencia. Y entonces, llegamos a un punto en que la existencia de Dios no sólo es necesaria sino razonable. Aunque parezca increíble son las religiones las que han civilizado al hombre porque le han dado, en el fondo, una forma de conducta que lo han humanizado. Otra cosa es que las religiones las hacen los hombres, y aunque inspirados en ese deseo de trascendencia, no es difícil caer en la cuenta de que también pueden ser un instrumento de poder. En esencia las religiones empujan al hombre a sacar lo mejor de sí mismos…   

-La religión, o mejor dicho las religiones, inclinan también al hombre a tener pautas de conductas que a veces nos resultan insoportables – dijo Gregorio-. Yo estoy entre los que dudan permanentemente pero no me hago angustias con ello. Si existe o no existe, ya lo comprobaremos…

-En cualquier caso, no me dirás que por ejemplo la nuestra, quiero decir, la que profesa Occidente en todas sus vertientes, no está llena de sentido común: Ama a Dios y ama al prójimo como a ti mismo. No se ha inventado una mayor dosis de tolerancia. Esos, digamos mandamientos, sobre todo el segundo, nos hace a todos libres e iguales.

-Pero ha habido culturas, como la romana que tenían sus códigos y sus leyes…- Alba volvió al ataque…

-Y sus dioses –apuntó el señor Liébana.

-Y sus dioses – remachó la joven.

-Con las mismas debilidades que los hombres pero con más poder, pero ¿cuánto valía la vida en esos tiempos? ¿cuál era el grado de tolerancia hacia el otro? Nunca dejará de sorprenderme que Roma al final claudicara ante Cristo. Porque ahí fue donde empezó todo y todo se llenó de lógica. El destino de la humanidad se divide en un antes y un después, incluso en la medición del tiempo, está común y universalmente aceptado el año cero… ¿No es eso inteligencia, razón, sentido común y el acatamiento humano de que algo incomprensible ocurrió entonces?

Fue una conversación pausada, dulce, sin imposiciones, con las dudas razonables a las que aludió el músico y el intento por parte de todos de comprender. En esa tentativa estaban todos cuando se hizo un elocuente silencio que alumbró una estrella fugaz.

-Somos casi nada, media mota de polvo, menos que eso, las motas de polvo de una mota de polvo – suspiró Gregorio.

-Y casi todo. Somos el sentido y la medida de todas las cosas. No estamos aquí para regresar a la nada porque no se regresa a donde nunca se partió. En definitiva, amigos míos, que sin arrogarme la certeza absoluta, Dios me libre, encuentro más lógica la existencia de una inteligencia superior que el reino aburrido, dormilón, anónimo y sin sentido de la nada. Y ahora si me lo permitís, me voy a retirar que mañana quiero madrugar para ir dado los últimos toques a mi obra. No os molestaré, me pondré los cascos.

El señor Liébana se incorporó de un cómodo sillón-hamaca de mimbre, saludó a los Tena y entró en la casa…

-Un hombre sorprendente –dijo Aurora.

-Y raro, en estos tiempos que corren – suspiró la señora Rábago.

-Pues a mi no me parece tan raro. He aprendido más esta noche que lo que enseñaban en el colegio. Ahora, hasta creo que, eso, creo un poco más. La Nada, puaff…

Aurora sonrió la ocurrencia de su hija que también se retiró junto a las dos mujeres. Gregorio se quedó un rato.

-Seguiré aquí mirando y dándole un poco de sentido a la Osa Mayor. Porque es que es verdad, uno mira ahí arriba y no se explica que haya salido así, como por arte de magia…

Y al poco rato se quedó dormido con la secuencia sonora del mar velando su reposo.                  
     
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