Los ‘sostenibles’ y los que lapidan el campo

 La dramática situación que padece el campo manchego no admite ya más dilaciones ni vacilaciones. No soporta ya más anuncios de enésimos planes tan rebautizados como vacíos de contenido, ni tolera más mesas de diálogo para no decir nada, y que exclusivamente son una argucia más para ganar tiempo por parte de quien tiene las competencias, mientras que cada día más agricultores –que arrastran a trabajadores de industrias auxiliares y de otros sectores- pasan a engrosar la lista de parados con la que Zapatero, desgraciadamente, está batiendo todos los records inimaginables.
Ya no hay margen de maniobra, porque cada agricultor que abandona el campo, víctima de la inacción de los gobiernos competentes en la materia –regional y nacional- no solo supone un drama personal y familiar, sino que acarrea la muerte de un trozo más de nuestra cultura, de nuestro medioambiente, de nuestra economía, de nuestra sociedad, de nuestra historia…  

El sector agrario -que ya cuenta con el apoyo de otros muchos grupos económicos y sociales, sobre todo en los pueblos- lo dijo muy claro el pasado 21 de noviembre, en la multitudinaria manifestación que concluyó frente al extinto Ministerio de Agricultura: “estamos arruinados, o se nos ayuda ya o desaparecemos para siempre”.

Si en Francia el gobierno ha reaccionado a las protestas de los agricultores inyectando 1.600 millones de euros para el sector agrario; en la región sólo sabemos de una reunión de esas para brindar al sol y para hacer fotos, de las que no emana ninguna solución real ni eficaz. Y en el ámbito nacional, sin reacción alguna, lo más parecido podría ser el enésimo plan monclovita, que se adorna barrocamente de sostenibilidad, tanto como de insostenible están las cosas.  

Al respecto, nos preguntamos ¿Puede ser sostenible algo que ignora al campo?  

No es necesario abundar en que agricultura es sostenibilidad, en que trabajar el campo es labrar el medioambiente; pero, si al agricultor se le paga la uva por debajo de su coste de producción, continuará el arranque imparable de cepas y tendremos que cambiar el denostado tópico de “mayor viñedo del mundo” por “mayor desierto de Europa”.

Paradójicamente, son los mismos a los que ahora se les llena la boca hasta la saciedad con la palabra sostenibilidad, los que han derogado el Plan Hidrológico Nacional, los que no saben negociar en Europa, los que se han merendado el Ministerio de Agricultura, los que llevan dos años boicoteando el normal funcionamiento de los grupos de acción local, los que sí conceden millones de euros para la banca o el sector automovilístico e ignoran el grito de auxilio desesperado que emana de esta tierra manchega.

No todo es desazón. El campo no se va dejar perder fácilmente. Lo ha hecho a lo largo de la historia y más recientemente en los paros agrícolas celebrados en los pueblos y en la manifestación de Madrid. Además, este verano surgió un movimiento de vida y esperanza, que se denomina ‘Salvemos el Campo’, y que engloba a todos los que afirmamos que el campo es presente y futuro, que esto es posible cambiarlo y que lo vamos a cambiar con el apoyo de todos.

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