Si hubiera un «contrato» resultante de su elección en el que se especificase que si sus señorías-señoritas diputados-diputadas cayesen en flagrante delito moral de incoherencia mendaz y venal quedarían automáticamente expulsados del templo democrático, si se les obligara a unas condiciones de jubilación más parejas con las que tienen que cumplir la mayoría ciudadana, si a los pillados con la mano tonta en la cosa pública se les obligase a reponer hasta el último céntimo, si ser señoria supusiera más sacrificio y desinterés y ser diputado-da fuera un trabajo más un chollo, ¡cuánta credibilidad no ganaría el sancta santórum de la Carrera de San Jerónimo!