La gestión del dinero

Que la política es primero una profesión, luego un servicio público,. y finalmente una actividad altruista lo demuestra el refulgir de las navajas albaceteñas bajo la sanguina luna de la ambición. Cuando alborean elecciones, más. Manuel ValeroAsí ha sido… hasta hoy, porque desconocemos hasta qué punto el descontento social hacia nuestra clase representante, el aumento de la presión crítica y la emergente inquisición escrutadora convertirán la política en una tarea de héroes voluntarios y desinteresados, dispuestos incluso a pelear contra el status aun a costa del propio quo. Pero la política, cuando se accede a un puesto de mando, tiene un caramelo demasiado suculento y tentador como para renunciar a marearlo voluptuosamente en la boca: la gestión del dinero, pues engorda el ego tanto como se publicita la práctica justa de su reparto. Y ahí está la madre del cordero. No tanto en lo que se cobra, que también, sino en lo que se maneja. En ocasiones, el presupuesto lleva al político a actuar como el reyezuelo que le echa de comer a las gallinas para que en la puesta sean igualmente generosas y le devuelvan tamaña generosidad de una manera o de otra. Regalándole el oído, o pongamos que con el voto, en los casos mejor avenidos de la cadena de favores. Porque hay otros, como todo el mundo sabe. Favores. Manejar dinero público consiste en activar una cadena de favores que nunca se sabe qué traen en las alas, si vivos o muertos, que decía el cantautor. Un político es un don Alguien que gasta generosamemte (por cantidad) el dinero de Nadie a decir de una ex ministra. La calidad humana, y sobre todo, la calidad politica del político dependen de variables fácilmente constatables como el fin del dinero, la cuantía del dinero, y la prioridad a la que se destina el dinero. Pero también por el gran teatro de la mundana vanidad- omnia vanitas– y por la hipócrita distribución del parné, anunciado a toque de cornos en la cristalina propaganda de la red. En cierta ocasión escuché a dos políticos decirle uno a otro. “¿Tú cuanto presupuesto manejas?” Hasta ahí normal, porque una curiosidad de ese tipo entre dos cargos institucionales no es sorpresiva en una conversación más o menos privada. Pero cuando le volvió a preguntar por la cantidad de libre disposición la cuestión adquirió un matiz diferente, y la oreja de uno tremoló como las de una mula para desprenderse del incómodo insecto de la sospecha. En otra ocasión, y en la privacidad de un coche oficial escuché que un cargo aludió a otro cargo, no por el nombre-evidentemente lo odiaba- sino por el dinero que se llevaba a casa al mes como gratitud del pueblo agradecido por sus desvelos. Y fue cuando comprobé que en la actividad política hay dos tipos de dinero: el que se cobra; y el más importante, el que se maneja. El primero solía ser hermenéutico en su lectura pública, pero los aires huracanados de la crisis se ha llevado el velo que lo ocultaba ; el segundo es motivo de reelección… o perdición si el éxito reiterado lleva a perder la noción del dinero, que es la pérdida peor. Según sea uno u otro, el dinero muestra a las claras lo incómodo que puede ser su presencia en el drama y lo mal que puede llegar a casar con el presunto rol entregado y altruista. Es el caso de los diputados autonómicos socialistas que recurren al TC un dinero que consideran suyo de derecho y el dinero que destina la Diputación en atajar el hambre en la provincia. No la necesidad: el hambre. Dos formas de conjugar el dinero con la voz de la política con mucha más tramoya que la simple apariencia. La segunda voz puede tener su debate y su laberíntica lectura de causas y azahares que decía el mismo cantautor; pero la primera, la de politicos reclamando un dinero en estas circunstancias camuflado de derecho adquirido, incluso recurriendo a la pastosa demagogia de politicos ricos y pobres -la peor de las demagogias, la más insalubre, es la que se hace sobrealimentada de emotividad exclusivamente mirando el voto-.

Es tremendamente incómoda, desafinada, ronca. Sigue el rastro del dinero… decía el garganta profunda del periodista Bob Woodward del famoso caso Watergate. Si siguiésemos el rastro del dinero incluso aquel que se deslíe en la apariencia de una buena causa posiblemente nos llevariamos una sorpresa. Y es que ya lo dijo aquel: nada hay que empobrezca más que el dinero. Y cuando es político de ida y vuelta, tarde o temprano, viene la ruina. Nada hay nuevo bajo el sol.

 

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