Adioses y despedidas

Fermín Gassol Peco.- El hombre es normalmente un ser sociable por naturaleza. Gusta de establecer relaciones, independientemente de que estén destinadas a resultar más o menos profundas y todas ellas aparecen como nuevos nacimientos en la vida de cada uno. La vocación de amistad es una vocación de permanencia, de cercanía. La naturaleza humana tiende a conservar y a disfrutar de lo que le es más querido.
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Será por esto que no me gustan las despedidas porque despedirse es como morir un poco y eso de morirse, como el cielo, es algo que puede esperar para cuando nuestra naturaleza esté mejor preparada en soportar las ausencias. Hablo lógicamente de las despedidas dolorosas, aquellas en las que siempre se acaba rompiendo algo, aquellas en las que quisieras que una parte de ti también quedara o partiese.

Pero no todas las despedidas tienen la misma importancia y la misma transcendencia. Las despedidas, como los zapatos o las camisas, se pueden medir por tallas y colores que no son otra cosa que el tiempo que duran esas ausencias. No es lo mismo despedirse con un “hasta mañana” cuando abandonas el trabajo o a los amigos, que cuando la despedida acontece en la estación del tren o el aeropuerto al partir un ser querido en donde flota y se transmite un sentido y deseoso “hasta pronto” y mucho menos cuando esas despedidas se realizan en el cementerio en donde el deseo es de “un hasta siempre”.

Las despedidas siempre poden de manifiesto el grado de intimidad alcanzado por las personas que se separan. Las más dolorosas son aquellas que son inesperadas o, aún siéndolas, no pensamos en que algún día puedan producirse. Hay despedidas ajustadas, pactadas, protocolarias y obligadas y también las que se esperan como agua de mayo, aquellas que comportan una liberación. Son las despedidas en las que se piensa y se desea, “un hasta nunca”. En suma, que si nos pusiéramos a enumerar todos los tipos de despedidas que pueden darse nos encontraríamos con una lista tan grande como relaciones existen entre los humanos.

Sin embargo existen otras despedidas que tienen un cierto sabor a timo. Son aquellas que se proclaman como definitivas y tan solo son despedidas…de momento o salvo buen fin, cual pagaré que espera ser validado en el futuro y a su vencimiento. Son aquellas despedidas que sirven para hacerse con una posición de ventaja, para esperar a ver qué pasa luego. Son las despedidas que suelen producirse en el mundo del espectáculo, las despedidas artísticas de algunos toreros y cantantes en los que la figura o la estrella se despide para luego reaparecer y volver a despedirse nuevamente y así, entre esas idas y venidas seguir viviendo de los incondicionales, apenados por las ausencias y emocionados por las reapariciones. Despedidas que se prometen para siempre y luego, cuando el pozo se ha secado invocar al arte que llevan dentro o al gusanillo que dicen padecer para hacerse con un nuevo caudal. Y nunca mejor dicho.

Las despedidas importantes, aquellas que nos dejan huella y que quizás no tengan vuelta atrás son siempre actos rigurosos de sentimiento, de autenticidad que producen algo de vacío, como esos trapecios lanzados al aire donde no sabes si en el otro extremo habrá alguien que nos recoja, o por el contrario será el mismo trapecio el que nos vuelva al lugar del que partimos. Porque al fin, nuestras vidas son como trapecios sobre los que cada día volamos todos un poco, a mayor o menor altura.

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