Felicidad, revolución o Lampedusa

Manuel Valero.- De nada vale rastrear el Youtube para localizar perlas como moñigas y reproducir lo que ayer se decían a odio mortal los candidatos. O volver a escuchar y leer lo que a día de hoy los hace groseramente incoherentes. Pura melancolía. El pragmatismo político olvida pronto.
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Era la campaña y en la campaña ya se sabe, vale todo: también insultar al adversario al que mañana lamerás la suela del zapato si preciso fuera. Nada hay nuevo bajo el sol. Ni la promesa de una sociedad arcádica que decide su sino en los parques bajo las palomas , ni la amenaza del apocalipsis, histriónica, hiperbólica, que vendrá de la mano de los hijos electos del 15-M a implantar un neocomunismo on line y a mancillar conventos al uso del 36. Siempre ha habido agoreros que han propalado el miedo a los cambios como nunca han faltado charlatanes sociales que han prometido una fallida sociedad perfecta.
Iglesias
Es curioso pero cuando las elecciones municipales de 1979, había menos temor colectivo a la inminente llegada al poder de los socialistas que el que suscita hoy, consumados ya quince años del siglo XXI, Podemos, un fenómeno a estas alturas ya más político que social que ha logrado en un tiempo récord lo que no ha conseguido IU a lo largo de la travesía de la democracia, fagocitada por la normalización socialdemócrata oficial del PSOE y por varios intentos de derribo desde dentro y desde fuera, como ha ocurrido ahora, pero de manera definitiva. Pablo Iglesias, junior, líder indiscutible del partido, carismático, inteligente, estratega, seductor de masas ha acabado con las telarañas de la izquierda ortodoxa con prácticamente el mismo discurso de la izquierda de toda la vida, pero con una semiótica circular recurrente y una nueva versión de IU y del materialismo histórico sustanciado en la lucha de castas.

La espantosa crisis económica y moral, la hidra de la corrupción y las inhumanas políticas de choque compactaron el humus ideal para el 15-M con toda su liturgia de pureza asamblearia y el florecimiento de la marca a ritmo de las habas mágicas del cuento. Las presencias mediáticas y sus aliados televisivos hicieron el resto. En realidad todo obedece a una lógica cartesiana: se les pidió que se dejaran de zarandajas y se organizaran.

Pues bien, lo han hecho y hoy son la mano que moverá el guiñol socialista en comunidades autónomas y ayuntamientos hasta la gran y temida prueba de las generales. Pero, ¿qué puede pasar si Podemos acaba merendándose al PSOE o poniéndose a su altura y consigue gobernar España? Dos cosas estupendas: una, que en verdad se construya una sociedad mejor, más igualitaria, más justa, con servicios públicos impecables, con una corresponsabilidad fiscal directamente proporcional a la renta de cada cual, sin pobreza, sin sintechos, sin corrupción, sin nepotismo, prístina, transparente, lo cual será el delirium in terra; o todo lo contrario, que emerja el alien agazapado en las tripas del monstruo y ensaye un proyecto de sociedad tan nueva, tan justa, tan igualitaria, tan imposible que acabe por ser una sociedad irreconocible y clonada, en cuyo caso, los ciudadanos habrán de conformar la necesaria resistencia para urdir y hacer la revolución a la revolución.

Dos posibilidades emocionantes, cuando menos. Una nos hará felices; la otra nos hará revolucionarios. Por lo tanto nunca le estaremos suficientemente agradecidos a Podemos que haya reactivado una democracia viejuna y le haya puesto las baterías a cargar a los partidos de antaño, aunque como en el caso de Castilla-La Mancha propicie paradójicamente el regreso del último gran superviviente del ladrillo autonómico que dejó en Seseña y en el Aeropuerto de Ciudad Real dos mojones importantes.

Así pues, felicidad o revolución, ¿qué más puede ofrecer un partido político? Pero, ay, me temo que al final acabará pasando lo de siempre, que a la larga todo se atempere y la efervescencia inicial acabe como acaban todas las efervescencias: en agua calma. Andando el tiempo, Podemos se irá moderando poco a poco, aceptando las facturas que exige el poder, soltando quimeras a medida que se consolide institucionalmente, controlándolo todo con premios y castigos, aclientelando a su gente en todos los órdenes … olvidando poco a poco la bici o el pinrel y embarcando en el transporte público de una sola plaza, o sea, coche oficial, respetando las fiestas, las costumbres, las manifestaciones públicas religiosas, las procesiones, los moros y cristianos, lar romerias, la semana santa, los toros, el futbol de pago (lo que Umberco Eco llamaba el nuevo feudalismo en una entrevista que tuve la suerte de hacerle para Lanza)… Como han hecho todos. Y luego de tres o cuatro legislturas se corromperán como corresponde al «ciclico devenir» que ha dicho Zapatero en la presentación de un libro. Lampedusa. Con algunos retoques en la decencia política pero Lampedusa, y nosotros sin la posibilidad de vernos felices o revolucionarios, condenados a la gran rutina de la Historia. O los ciclos.

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5 COMENTARIOS

  1. Sueño en Seseña y ni duermo de ver las desmemorias reverdecidas y muy enladrilladas. Sueño en CCM y me faltan dedos para contar las pérdidas. Sueño en el traducido por Trapiello Quixot AirPort y me crecen plumas.

  2. Hombre Manolo!! ahora eres de Podemos. Se podría entender porque siempre fuiste de izquierdas, pero es nauseabundo después de los añitos que te has pasado halagando al PP porque creías que por ahí venía el condumio. Cuanto te ha gustado Cospedal, Manolito, reconócelo. Ahora has encontrado más coherente ser podemita en tu cruzada antipsoe, aquellos que te colocaron, te consintieron y te han permitido jubilarte dignamente, a pesar de ti mismo. Bueno por lo menos… si haces ese pequeño borrón, la historia te sale coherente.

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