Cuarenta años del rodaje de El crimen de Cuenca (1)

La Transición, como se sabe, no fue resultado de una ruptura con la dictadura franquista. Fuerzas políticas, económicas y mediáticas procedentes del régimen anterior pilotaron una modificación intensa y una apertura significativa para convertirlo en un Estado democrático pero conservando en muchos de sus aparatos (incluyendo el mundo militar, las llamadas fuerzas de seguridad y la judicatura) una cultura franquista represiva. Sin olvidar la complicidad de una Iglesia católica que había nombrado a Franco “Caudillo por la gracias de Dios” y amparaba al generalísimo bajo palio, como al Santísimo Sacramento, a las primeras de cambio.

Un ejemplo claro de esa cultura represiva lo constituye la censura de El Crimen de Cuenca,  filme de Pilar Mercedes Miró Romero (1940-1997), importante directora de cine, teatro y televisión, que entre 1986 y 1989 dirigió RTVE. Los motores del filme ambientado en los primeros lustros del siglo XX son el error judicial y la tortura. Los hechos contra la directora y su película suceden, no hay que olvidarlo, muy poco tiempo después de aprobarse una Constitución que consagra la libertad de expresión.

Pilar Miró. Fotografía de L. López Martínez (La Calle 25 a 31.8.1981)

Sin embargo, a fines de 1979 se publica el libro de Lola Salvador Maldonado titulado también El crimen de Cuenca, que no tiene problemas con la censura. A pesar de que reconstruye minuciosamente los hechos gracias a documentos históricos y fuentes orales. Y es que el asunto consigue más resonancia en el cine que en los libros y eso lo saben los represores demócratas. Como tiene más presencia mediática el proceso contra Miró que los seguidos contra una serie de periodistas, en la misma situación que ella, acusados de injurias al Ejército.

Durante el caluroso verano que vivimos se cumplen cuarenta años del rodaje en escenarios reales de El crimen de Cuenca, película en la que se tratan hechos verídicos. En concreto, la detención de Gregorio Valero Contreras y León Sánchez Gascón, amigos y vecinos de Osa de La Vega (Cuenca), como autores de la muerte de José María Grimaldos López, pastor y compañero de los anteriores. Confiesan el crimen tras ser sometidos a intensas torturas por parte de la Guardia Civil, son juzgados en 1918 en la Audiencia Provincial de Cuenca y condenados a dieciocho años de cárcel. El escándalo nacional estalla cuando Grimaldos, tras varios años viviendo en otra población, aparece con vida. Es el conocido como error judicial de Osa de la Vega o Caso Grimaldos, el “muerto resucitado”, según titular del diario El Sol.

Lola Salvador Maldonado (La Calle 25 a 31.8.1981)

Y es que El crimen de Cuenca retrata a la perfección la época de la Restauración, con la intensa coacción del poder en la vida social y la presencia apabullante de ismos como clericalismo, clientelismo, conservadurismo, cunerismo o caciquismo. También es un retrato de la España rural de principios de siglo XX, caracterizado por carencias de todo tipo, tanto materiales como educativas. Asimismo una brillante reflexión sobre las connivencias entre poder eclesiástico, militar y clases altas, también cuando se trata de hacer recaer la Ley sobre los desfavorecidos, aplicación que se suaviza o directamente se elude, por uno u otro medio, cuando tiene que incidir sobre esos sectores citados.

Aquel año de 1979 saltan a la prensa varios casos de tortura y la película atrae la atención de poderosos sectores, lo que hace que filme y directora tengan un difícil camino y azarosas circunstancias. De hecho, Pilar Miró tiene que afrontar una delicada situación rodeada de cierta soledad y el Gobierno de Adolfo Suárez, conocedor del ruido de sables, pone todos los impedimentos que puede para evitar el estreno. Pero es preciso indicar al evocar la película que todavía hoy, al amparo de la Ley Mordaza, se persiguen expresiones artísticas, se censuran libros o se producen condenas por tuitear. Es decir, se da vía libre a la tendencia represiva franquista que no ha desaparecido del todo pues presta alas a la subjetividad y a la arbitrariedad de la Administración.

El crimen de Cuenca (1979)

Pero no sólo se puede hablar de censura hay que hacerlo de secuestro militar de la cinta y procesamiento de la directora. Se pueden recordar algunos hechos narrados por el ministro de Cultura, Ricardo de la Cierva y Hoces, en la sesión plenaria del Congreso de los Diputados (Diario de Sesiones del Congreso de los Diputados DSCD–, 14.5.1980). El escrito de solicitud de la licencia de exhibición de la película tiene entrada en el registro del Ministerio de Cultura el 30 de noviembre de 1979 y en carta del día 5 de diciembre de 1979 dirigida a la Dirección General de Cinematografía, la In-Cine, Compañía Industrial Cinematográfica, S. A., y Jet Film S. A. piden la entrega urgente de la licencia de exhibición pues el estreno de la película está previsto para el día 13 de diciembre.             Cuenta Alfonso Guerra que durante el golpe militar de 1981 se acordaba de su hijo, que acababa de cumplir diecisiete meses, y por asociación de Pilar Miró, ingresada entonces en un hospital para dar a luz. El político afirma que sintió pena por ella pues estaba sometida a un consejo de guerra por su película El crimen de Cuenca: “Irán a la clínica y… Me produjo inquietud, malestar y tristeza pensar en las posibles actuaciones de los militares rebeldes en relación con una indefensa Pilar” (Cuando el tiempo nos alcanza – Memorias 1940-1982, 2004). Hay que recordar que Pilar Miró estaba en la lista de las personas a eliminar.

Isidro Sánchez
Desde el revés de la inopia

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6 COMENTARIOS

  1. Habría que ir celebrando los 80 años de paz. Salvo por unos islotes de eternos descontentos en las vascongadas y el franco condado yo, a mi alrededor solo veo una inmensa placidez.

  2. El crimen de Cuenca , que no fue un crimen ni sucedió en Cuenca, sino en Osa de la Vega, fue la condena de dos sospechosos sin hallarse el cadáver, sin el imprescindible «corpus delicti». Gran ignominia. Como ignominioso fue someter a Pilar Miró a un consejo de guerra con una Constitución ya entonces vigente que reconoce y protege la libertad de expresión ,como bien dice Isidro y que, sobre todo, limita la jurisdicción militar al ámbito puramente castrense. El ruido de sables de esa época no justificó tamaña barbaridad.

  3. Un tipo que defiende la ley de Memoria Histórica se queja de la censura. Cita como autoridad en ética de estado a Alfonso Guerra, cariñosísimo siempre con doña Pilar hasta que la echó de RTVE. Y qué cosas pasaban con la Constitución vigente hace cuarenta años. Los de ETA, hoy socios y compañeros de los partidos de izquierda, en julio de 1979 asesinaban en Barajas con una bomba a José Manuel Amaya Pérez, delegado de un equipo de submarinismo de Tenerife; decapitaban con otra bomba en Chamartín a la estudiante danesa Dorothy Fertig y provocaban más de cien heridos; y mataban con otra bomba a la ama de casa Guadalupe Redondo Vian en Atocha y provocaban más de cuarenta heridos. Hubo más muertos, por supuesto. Unos atentados coordinados que don Isidro no quiere recordar y que a mí me recuerdan mucho a otros… Pero no son el Crimen de Cuenca, claro. La infamia y el olvido.

    • Cundo recluyeron injustanente a los de la manada, no dije nada.

      Cuando impidieron conducir en libertad, lo dejé pasar.

      Cuando a los etarras se les llamó Movimiento Nacional de Liberación seguí con mi vida.

      Cuando vinieron a por los fascistas, ya no habia nadie mas.

      O algo así.

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