Construyendo un nuevo barco

El historiador argentino, D. Julio González, describe perfectamente en su fantástico libro La involución de América Latina las nefastas consecuencias de las llamadas independencias.

Explica que involución significa achicarse y deformarse, mientras que retroceso es regresar de manera intacta para comenzar de nuevo. De ahí que eligiera la palabra involución y no retroceso para describir lo acaecido en Hispanoamérica tras su fragmentación.

Lo primero que se achicó y deformó fue la nacionalidad. Se pasó de 4 grandes virreinatos y una misma nacionalidad a 21 países en una balcanización atroz, y se arrancó de cuajo la estirpe cultural y espiritual hispano-indiana o indo-española. El resultado es que hoy somos un montón de gente desorientada, angustiada por la pobreza y la miseria; sin horizonte; sin voluntad.

Pasamos de sujetos de la historia a objetos de la política de los intereses ajenos. Como país no existimos –se refiere a la Argentina- Tenemos que reconstruirnos. Un ejemplo de ello lo tenemos cada 25 de Mayo (fecha en que se conmemora la destitución del último virrey  y su sustitución por la Primera Junta de Gobierno, aunque sin declaración formal de independencia que vendría 6 años después)

En esa fecha centenares de miles o millones de personas se congregan formando una multitud que busca un país sin encontrarlo.

Es muy elocuente la falta de destino que tiene nuestra patria.

Si miramos un mapa y observamos al océano Pacífico nos impresionará su enormidad. Ese océano era el lago español, llamado así porque de esta forma lo bautizaron los países enemigos de España.

La minería en la América española permitía la confección de manufacturas.

Algo muy desconocido es la gran producción textil del Virreinato peruano. El famoso y bello hilo peruano se embarcaba junto con las artesanías en el puerto del Callao y viajaba a Manila y, desde allí, a China, Japón y a la India. El eje del pacífico suponía la mitad de los movimientos de la economía mundial. Ése era el imperio español.

La historia ha omitido sin excepción el papel de España en el Pacífico. Y fue un papel muy fácil porque la moneda española, la onza de plata castellana, llamada también real de a ocho, era admitida en toda Asia. Fue España quien dio un impulso comercial extraordinario al Pacífico gracias al reconocimiento de su moneda. España monetizó el comercio en la zona, y la gran beneficiada fue la América española. Esa moneda poderosa, admitida en todas partes, permitió el impulso de las manufacturas en la América hispana. Eso nadie lo dice. Curiosamente, hoy, el área del Pacífico vuelve a ser noticia por constituir el polo económico llamado a encabezar el comercio mundial.

El real de a ocho fue la base del dólar norteamericano. De hecho fue la moneda que rebautizada como “spanish dollar” estuvo vigente hasta la mitad del siglo XIX en EE.UU.

El investigador argentino, Patricio Lons, afirma que también fue la base de la moneda china. Que Mao la retiró del mercado; y que hasta entonces había circulado por el país.

El mismo Lons asevera que el prestigio de la moneda era tal que cuando Inglaterra quiso construir en 1.819 el puerto de Singapur, las autoridades de la isla exigieron que se les pagara en la moneda española. No aceptaron la libra.

El prestigio sobrevivió a la caída del Imperio.

Alexander von Humboldt sabía muy bien lo que decía cuando afirmó en Viaje de un naturalista alrededor de América:

“No he visto en el mundo mayor alegría y felicidad de vida que en las posesiones españolas en América”

Ferdinand Petrovich Wrangell, gobernador ruso de Alaska a principios del XIX, viajo varias veces por la Nueva España siendo gobernador en la época del Imperio. Atravesó el México independizado en 1.836 y en su libro autobiográfico De Sitka a San Petersburgo a través de México expone cómo aquel territorio que había sido un lugar de esplendor y abundancia, se había convertido en una república de tiranos donde reinaba la arbitrariedad. Cómo un maravilloso lugar se había tranformado en una guarida de saqueadores, donde la vida no se respeta y los malhechores merodean por todas partes.

Uno de los aspectos que Humboldt destacó y el gobernador ruso de Alaska confirmó en su libro fue la enorme seguridad de los caminos en la América española. Seguridad que después colapsaría.

Volviendo a Julio González. Hace hincapié en que el deseo revolucionario no existía. Que efectivamente hubo enfrentamientos de gran dureza durante los primeros años de la conquista, pero que después se estableció una sensibilización indio-española o viceversa que hizo que se conviviera perfectamente, en armonía. Los españoles vivieron en las ciudades y los indios en sus tierras. Curiosamente este fue uno de los hechos más criticados por Humboldt, pues pensaba que había que forzar la integración de los indios a la civilización. No hacerlo entorpecía la marcha del progreso. Ese progreso ilustrado que anteponía su velocidad a la adaptación de los seres humanos. Por eso el prusiano puso sus esperanzas en los EE.UU. y jamás criticó sus matanzas indígenas de manera contundente.

Julio González recuerda que los genocidios de verdad se produjeron en Hispanoamérica después de las independencias, que tuvieron por objeto apoderarse de las tierras de los indios, de las tierras colectivas, las propiedades de los criollos, y volcar la tierra de América al mercado mundial de la división internacional del trabajo.

Pablo Victoria, en la misma línea, asevera con frecuencia que el primer decreto firmado por el gobierno republicano colombiano surgido tras la independencia fue la expropiación de las tierras de los indios. Tierras que reclamarían generación tras generación mostrando el título de propiedad expedido por los reyes de España.

Miguel Cane en La diplomacia de la Revolución explica cómo aparece la anarquía para justificar el establecimiento de un estado federal cuya verdadera finalidad es fragmentar las soberanías y evitar una reunificación del imperio español.

El documento enviado por Pueyrredón al duque de Richelieu, Ministro de Negocios de Asuntos Exteriores de Francia, resume dramáticamente, a la perfección, la situación a la que fueron avocadas cada una de las repúblicas independientes hispanoamericanas:

“Soy el director supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata, pero mi poder se limita a algunos cuerpos de policía y a dos regimientos. La flota británica anclada frente a Buenos Aires es el verdadero poder que domina nuestro país. Si no es con una alianza con Francia, no podremos sacudirnos nunca el dominio británico”

El dominio anglosajón sigue intacto hoy, desde el Río Grande hasta Tierra del Fuego.

Yo, personalmente, he presenciado en EE.UU. en alguna reunión de trabajo, referirse a la Hispanidad como un concepto fascista. Esa es la animadversión que le tienen a cualquier idea que implique unidad de los restos del naufragio de aquel imperio generador.

Por eso felicito fervientemente a todos hispanos de un lado a otro del Atlántico. Me congratulo de la iniciativa nacida en ese país que mejor conozco después del mío, Argentina, que ha consistido en ampliar a una semana el Día de la Hispanidad, con el fin de reivindicar el vínculo común y fomentar fórmulas de unidad de acción.

La Hispanidad, hoy en día, es una estrategia política que nace del sentir popular, no de los gobiernos ni de los partidos, ni de las grandes empresas. Los intereses de estas élites, como ya he dicho en otras ocasiones, no es dar luz, es confundir. Por eso la batalla política de la Hispanidad es absolutamente popular, y para que esta estrategia sea ganadora hay que sacudirse la sumisión cultural que ha conseguido que el pensamiento negrolegendario se haya adueñado de las mentes de muchos de nosotros.

Hoy no es un día cualquiera. Hoy, muchas partes de aquellos restos del naufragio han decidido conscientemente construir un nuevo y enorme barco.

Sin tapujos
Marcelino Lastra Muñiz

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5 COMENTARIOS

  1. Y es que la idea de Hispanidad incorpora una visión hagiográfica de la conquista y el imperio hispano, lo cual choca con la realidad histórica……

  2. Una lectura imprescindible. Documentada, bien escrita. Llena de pasión y amor por una cultura y un legado único en el mundo. Gracias don Marcelino. El de hoy ha sido sin duda el mejor artículo de la serie. Un cierre inmejorable.

  3. Hola Marcelino!, gracias por seguir escribiendo buscando esa comunidad de pueblos Hispanos donde, bien lo sabes, se disuelvan los problemas que existen. Donde, la influencia de, esa corona que ya sabemos, sea tan inocua y ridicula como la capacidad del sol para agotarnos con calor en el frío iluminador de una madrugada inspirada. Ese Imperio Humanista que imaginas, y vamos por el camino ideal, existe. Pero con las locuras que estoy descubriendo, para lograr ese estadio, es necesario un matiz para alcanzar esa pureza donde por ejemplo la farmafia será historia del pasado y habrás figuras eminentes en la verdadera salud como Ramón y Cajal, olvidarse del Imperio Británico, de su malicia, y dejar de despreciarla y rechazarla, dejar de sentir las consecuencias de sus actos. No dejar de tenerlos en cuenta, solo no darles importancia, pues no son nadie, reacciones, reflejos. Creo que es ideal que no odies el poder de Londres Marcelino, que sigan su camino, te lo explicaré mejor es que hoy ya existe ese Imperio Español brillante y de armonía. Siento estar tan distanciado, y diferente, de momento debe ser así pero nos encontraremos para tomar café todo se andará, todo a su tiempo, me pillas en mal momento. Estoy haciendo ciertos cambios, ten paciencia, y por ahora lo importante es que sanes y encuentres esa parte de amor.

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