De traperos, heresiarcas y hombres de Dios (39)

A pesar de haber vivido solo con su padre desde que nació, aquel muchacho que estaba alcanzando la adolescencia no se había curtido lo suficiente para conocer las pillerías de aquellos que tenían su misma edad. Y menos aún si de muchachas se trataba.

Imagen de faenas agrícolas (FUENTE: «La agricultura aragonesa en época de los Austrias (1)», en https://turbena.blogspot.com/2017/11/la-agricultura-aragonesa-en-la-epoca-de.html?m=1)

Era aún demasiado niño en ese sentido y, por temor a provocar el enfado en su padre, que le había advertido de no hacerse destacar con el fin de pasar desapercibidos, prefería mantener sus propios secretos ocultos lejos del conocimiento de su progenitor. Sin embargo, aquel maduro impresor conocía demasiado bien a su vástago y en uno de aquellos finales de jornada de regreso de las tareas agrícolas no dejó pasar la oportunidad para disipar las dudas que generaba el comportamiento de su hijo en los últimos días.

-Hijo mío. Sabes que puedes confiar en mi en todo lo que yo te pueda ayudar. Sé que te ocurre algo de un tiempo a esta parte, sobre todo desde que empezamos con los trabajos que nos encargó Bernat en el campo. Más tú pues como mozo que eres, tienes más agilidad para hacer ciertas cosas que uno ya no tienes las fuerzas y reflejos suficientes para ello. Sin embargo, no creo que sólo sean tareas agrícolas las que te han mudado el carácter últimamente. ¿Querrías hablarme de ello?

-La verdad, padre, no sabría cómo decírselo, pues ni yo mismo sabría cómo explicarme. Sin embargo, como sabiamente ha dicho, no ha errado en los cambios de mi comportamiento pues sin duda alguna los hay. Además, no quería preocuparle a usted tal y como me previno, pero desde hace un tiempo me he sentido algo extraño cuando al campo nos dirigimos y más aún cuando…

-…te encuentras con una muchacha en particular ¿no es así? –interrumpió el padre al hijo al ver la cara de pánfilo que se le estaba poniendo al explicar lo que parecía obvio.

-Ya veo que no se le escapa nada. Está en lo cierto y no sé qué puedo hacer al respecto.

-¡Ay, hijo mío! No serás ni el primer ni el último. Todos hemos pasado por ello. Es algo que deberás aprender por ti mismo. La experiencia es la mejor maestra de la vida y en ese terreno te puedo aconsejar o explicar las dudas que te asalten, pero lo demás lo debes comprobar por ti mismo. Eso sí, tratar de vivir la experiencia y procura que no te tomen el pelo. Lo demás no debo contártelo pues tú mismo deberás comprobar de qué pasta estás hecho y si merece la pena esa joven. Tu propio criterio es el que te valdrá a la hora de aceptar o no las condiciones que ella te ponga y si realmente te corresponde habrás acertado. Si no, a otra cosa y ya llegará alguien más que merezca la pena pues eres aún muy joven para rendirte a las primeras de cambio. En cuanto necesites mi consejo, aquí estaré, solamente procura cumplir con las tareas que te encomendó Bernat en las faenas del campo y tus temas personales deben ser responsabilidad tuya. Es lo único que, por ahora, te puedo decir.

-Gracias, padre. Sabía que podía contar con usted. Aún no soy muy entendido en cosas de mujeres, por lo que quizá en más de una ocasión me asalten las dudas y le haga alguna que otra pregunta. Sin embargo, ahora mismo mis vacilaciones sólo obedecen a que no sé si aquella muchacha que conocí el día que don Bernat nos trajo a sus tierras por primera vez, está jugando conmigo o seriamente tiene algún interés por mí. El tiempo me lo dirá y, si los titubeos continúan, así se lo haré saber.

-Aquí estaré para escucharte, hijo. Ahora demos cuenta de lo que tenemos en la mesa para así recogerla pronto y descansar. Mañana será otro día y entonces te encontrarás con el motivo de tus desvelos y podrás resolver algunas de las dudas de las que me has hablado esta noche.

-Así lo haré padre.

Apenas transcurrirían unos minutos desde que aquella conversación padre e hijo se había llevado a cabo. Los lazos entre ellos parecían estrecharse aún más, pues un tema tan trascendental como el paso inestable de un adolescente a una etapa de mayor madurez se estaba iniciando, y en él eran partícipes y colaboradores ambos, progenitor y vástago. A pesar de la carencia de una figura femenina, aquellos dos varones parecía que se entendían a la perfección, aunque ya habría tiempo para que se desatasen diferencias entre ellos, mas aquel momento aún estaba por llegar.

Transcurrieron las horas, un nuevo día comenzó, la rutina se instaló de nuevo en sus vidas. Conversaciones sin trascendencia ocupaban el trayecto que iniciaban hacia las labores del campo. En ese momento volvían a despedirse para encaminarse a sus tareas. El padre buscaría, un día más, a quien había depositado su confianza en él, aquel que apodaban “El tuerto” (<Buenos días, Bernat>, a lo que recibiría una pronta respuesta de este: <Nos dé Dios, amigo Juan>) mientras que el muchacho se reuniría con aquellos más jóvenes, los que eran más diestros para ciertos trabajos que requerían de una habilidad manual. Y en ese grupo se encontraría ella, aquella muchacha que le intimidó el día que se conocieron al avasallarle con un interés y desparpajo inusitados hacia su persona. Estaba aún desconcertado el jovenzuelo ante aquella aparición cuando, al llegar a donde se encontraba el resto de los campesinos, se topó con un rostro muy familiar: era ella misma, la que había sido el motivo de sus desvelos desde el día que se conocieron.

-¿Qué pasa muchachito? ¿Acaso me ves algo en la cara?

-No, mujer. Sólo que no te esperaba ver hoy, nada más. – respondió el chico con cierta insolencia, para ver si la ponía a prueba.

-¿Es que esperabas que me echara “El tuerto” porque tenéis mucha confianza con él o acaso no habías visto nunca una chica como yo? – entró al quite la lozana joven, devolviéndole la moneda al apocado chico.

-Veo que hemos comenzado con mal pie. – respondió –. Mi nombre es Juan, ¿con quién tengo el gusto de hablar si no es indiscreción?

-¡Con la reina de Saba, ni más ni menos, muchacho! – respondió zalamera. –¡Que no, tontorrón! Mi nombre es Susana, y no me gustaría que tengas mala impresión de mí. Es un placer conocerte, muchacho.

-Lo mismo te digo, Susana.

En ese instante y tras una mirada cómplice entre ambos, estando todos los de la cuadrilla, uno de los últimos del grupo exclamó jocoso:

-¡Parece ser que el nuevo yo ha encontrado novia! ¿Verdad, muchacha? –dirigiéndose a los que tan buena conversación habían mantenido.

-¡Por qué no te tapas la boca con un bozal, animal! – respondió el joven sin conocer quien se había mofado de él.

La risotada del grupo no tardó en manifestarse y, tras un ligero desconcierto de aquel joven bullicioso, todo el grupo se hizo uno y la risa se escuchó varios metros más allá.

-Parece que tienen buen carácter estos jovenzuelos incluso viniendo a trabajar en faenas agrícolas –señaló un anciano que estaba próximo al padre de Juan. ¿No está acaso su hijo en él? –le inquirió.

-Así es, Antonio, aunque no sé cuál será el motivo de tanta algarabía. Ya nos enteraremos en otro momento, ¿no crees? –trató de zanjar la cuestión con el fin de continuar con su faena para que nadie tuviese queja de él.

-Estoy de acuerdo en ello, pues mi hija también está con ellos y no quisiera que lo pasara mal.

-No sabía que tenías una hija, Antonio, y además en ese grupo pocas muchachas habrá ¿Cómo es que está en el campo y no ayudando a su madre en la casa, si no es una imprudencia? –precisó el maduro impresor.

-La vida es así de perra, amigo mío. Hace ya unos años que mi vida cambió al verme obligado a cuidar de una niña que estaba creciendo sin yo poder ayudarla en cosas de féminas. Poco más de diez años tenía ella cuando perdió a su madre y mi esposa, cuando estaba encinta de un nuevo retoño. Sin embargo, no teníamos medios para que mi señora pudiese quedarse a cuidarla y menos aún para dar de comer al nuevo vástago a punto de nacer. Apenas habían transcurrido unas horas desde que diera a luz, cuando el último hálito de vida le llegó a mi hijo, pues así había nacido. La desesperación de su madre, sus escasas fuerzas, las malas condiciones en la habitación en la que se encontraba y que el médico que la atendió apenas tenía experiencia en cuestiones de alumbramientos, hicieron lo peor que me podía esperar: arrancaron de mi vida a lo más preciado, el amor que había surgido desde niños. Por eso, cuando ahora veo a mi hija, cada vez me recuerda más a su madre, pues casi tendrá la misma edad que cuando yo conocí a mi compañera de vida. Desde entonces, la chiquilla apenas podía estarse quieta, y cuando vi que tenía fuerzas suficientes para hacer algunas faenas del campo, hablé con “El tuerto”, al que tengo un gran aprecio, y no hizo falta decir nada más, pues incluso se brindó a que los días que no le pudiese dar trabajo, ayudase a su señora en casa. Ellos también han sufrido lo suyo y por ello Bernat no puso ningún reparo en entender lo de mi chiquilla. Desde entonces, nunca ha dado ningún problema, a pesar de que ha tenido que responder como cualquier chico de su edad.

-Ya veo, Antonio. Los que somos de condición humilde parece que siempre nos vienen mal dadas. A mí con mi señora me pasó algo parecido, y cuando veo a mi muchacho, el cual se parece mucho más a su madre que a mí, me asaltan todos esos mismos recuerdos de los que tú mismo me hablabas ahora. –respondió el maduro impresor, ocultado la conclusión a la que había llegado: <¡Mi hijo se ha enamorado de la hija de Antonio!>

MANUEL CABEZAS VELASCO

¡OS DESEO QUE PASÉIS UN FELIZ VERANO Y HASTA PRONTO!

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7 COMENTARIOS

  1. Es cierto que los hebreos usaron la tierra para especular con ella y no para explotarla. Y es que estaban más interesados en desarrollar actividades artesanales, comerciales, mercantiles, liberales o lucrativas que las propiamente agrícolas.
    ¡Feliz verano! Estaremos a la espera de sus nuevos relatos……

  2. Gracias a todos por vuestra participación, aunque como ya sabéis, mi máxima es ceñirse a lo que está relacionado con la publicación que hago.
    En este caso no admito ningún tipo de debate, pues soy el autor y creo que tengo derecho a ello.
    Aún así para los recién llegados, conocidos o no, eviten cualquier tipo de improperio y serán bienvenidos.
    Las descalificaciones no están invitadas en este foro, pues prefiero tener sólo dos comentarios de interés que cien que están fuera de lugar.
    Buenos días a todos y os deseo un feliz verano!!
    El autor

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