La fuerza del poder

En otros artículos recordaba las palabras que Martín Azpilcueta, uno de los sabios de la Universidad de Salamanca, dirigió al hombre más poderoso de su tiempo, Carlos I de España y V de Alemania:

“El reino no es del rey, sino de la comunidad, y ésta la delega en el monarca para que la utilice en favor del bien común”

En los colegios se enseña muy mal la historia de la legitimación del poder. En un alarde de suprema ignorancia y homogeneización de eso que dan en llamar civilización occidental, meten en el mismo saco a todo Occidente, cuando las diferencias son abismales.

Mientras en Inglaterra, un Hobbes reivindicaba el poder absoluto del soberano en virtud de una legitimidad divina, al igual que en Francia, España era el único lugar en donde se defendía que el origen del poder del monarca no procedía de Dios, ya que éste se lo entregaba al pueblo, y era el pueblo quien lo delegaba en su rey para que lo utilizara en bien de la comunidad. La consecuencia era clara: la comunidad quedaba legitimada para retirarle el poder delegado al rey, al punto de que Juan de Mariana o Francisco Suárez aceptaron la figura del tiranicidio.

El principal atributo del poder es el uso de la fuerza. Cuando una comunidad delega su poder, recibido de Dios, en un rey, delega, asimismo, el monopolio del uso de la fuerza.

En términos contemporáneos, cuando una comunidad política delega su soberanía en unos representantes, es para que la utilicen en pro del bien común ¿Qué herramientas tiene el pueblo soberano cuando aquéllos utilizan el monopolio de la fuerza en contra de él?

Veamos. El Tribunal Constitucional ha declarado inconstitucional los dos Estados de Alarma. Es decir, los representantes del pueblo soberano han utilizado el poder, cuya propiedad es de la Nación política, en contra de sus titulares legítimos y legales. Y lo ha hecho, no incumpliendo una norma de la ley de arrendamientos urbanos o del Código de circulación, no; la norma incumplida es, nada más y nada menos, la Constitución, y la ilegalidad cometida hace referencia a lo más sagrado de las personas y toda la comunidad: sus libertades.

Nuestros antiguos reyes tenían que arrodillarse ante las puertas de las ciudades y jurar respetar las libertades establecidas en sus fueros. En nuestros días, el jefe del Consejo de Ministros, Pedro Sánchez, en un acto de infamia política, afirmó sin escrúpulos en el congreso del PSOE andaluz que lo volvería a hacer. En otras palabras, tenemos un presidente de Gobierno que se siente por encima de la ley, y no de una ley cualquiera.

España no es un sistema presidencialista, es parlamentario. El jefe del ejecutivo no tiene un poder omnímodo. En sentido estricto, preside el Consejo de Ministros, o sea, preside un órgano de gobierno que toma las decisiones de manera colegiada; y esto, ¿qué significa?: que las decisiones se toman por todos los miembros del Consejo.

Sánchez habló en el congreso del PSOE andaluz como si la decisión hubiera sido de Él; sí en mayúscula, como si se tratara de un dios. Ni siquiera guardó las formas. Podía haber dicho que volvería a llevar la propuesta al Consejo de Ministros, pero no, dejó clara su vocación despótica. No estoy exagerando ¿Acaso no ha manifestado estar dispuesto a  volver a actuar sin sujetarse a la ley? ¿Acaso no está abusando del poder delegado por la Nación soberana?

No hay definición más precisa que la de déspota. Un déspota con muchos cómplices vende patrias en las Cortes, comenzando por el primer partido de la oposición.

¿De verdad puede llamarse estado de Derecho a un sistema en donde el manifiesto incumplimiento de la legalidad por el poder ejecutivo no tiene consecuencias e, incluso, tolera que el presidente del mismo se vanaglorie de las decisiones tomadas, afirmando que lo volvería a hacer?

De facto, nos encontramos con que el poder delegado por la comunidad, lo ejerce, básicamente, una persona; la misma que ganó unas elecciones asegurando que nunca pactaría ni con Podemos ni con los separatistas ni con los herederos de ETA. Donde dicho poder se ejerce de manera injusta y represiva, con merma de los derechos políticos. En definitiva, lo que parte de la doctrina política suele calificar de tiranía.

¿Qué distancia separa al déspota del tirano? A veces, muy poca.

Sin tapujos
Marcelino Lastra Muñiz
mlastramuniz@hotmail.com

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13 COMENTARIOS

  1. El Hobbes ese del que hablas es como el troll que anda por aquí. Ambos defienden el poder absoluto para que el sistema los trate bien. La de contratos que tendrá el Hobbes de aquí con las administraciones.

    • A partir de ahora llámame Enrique Arnaldo. No te jode.

      Las mismas veces que tu mami ha hecho la calle, he firmado yo contratos con la administración. Las mismas.

        • Qué ofendidito este Hobbes. Él puede llamar de todo y decir todo lo que quiere de los demás y ha de mencionar a tu madre porque no sabe salir con otra cosa. Así de cabrón es este Hobbes.

          Qué asco das.

          Ah MCR os estáis luciendo censurando a los demás pero no a este impresentable.

      • A ver subnormal es una palabra que solo puede usar un pobre desgraciado con serios problemas mentales.

        Yo sé que te falta un hervor y que eres más simple que una bombilla de filamento. Pero, al menos, ten un poco de respeto por las personas con síndrome de Down.

        Si no vales ni para eso, vuelve a la pocilga donde te parieron.

        Ah, mi familia bien. Los tuyos imagino que también. Dales recuerdos.

        • A las personas con Síndrome de Down gentuza como tú los aborta y les ofrece la eutanasia. Lávate la boca hablando de esas personas.

  2. Podemos admitiendo que pactan con PP y PSOE para que los recursos de Vox no prosperen en el TC, es decir, controlar el TC para que no se cumpla la Constitución. TREMENDO.

    Y los medios vendiéndote día y noche que Vox es un partido que está fuera de la Constitución. Qué paciencia… por no decir una burrada.

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