Vergüenza ajena

Tomás Ballesteros Escudero.– Las cosas nunca son neutrales ni las actitudes equidistantes. El actual modelo de disputa de la Supercopa de Fútbol que organiza la Federación Española de Fútbol (RFEF) es una vergüenza para nuestros valores democráticos.

El fútbol que tanto presume de transmitir valores deportivos, en esta ocasión defrauda de la manera más miserable.

En Arabia Saudí no se respetan los derechos humanos, las libertades públicas están cercenadas por una amalgama de directrices entroncadas entre el patriarcado y una particular interpretación del Islam. Hablamos de un país represor con las mujeres. ¿Alguien cuestiona en algún foro futbolero las actitudes de este país?, ¿Conoce algún responsable federativo lo que están haciendo en Yemen?

Me pregunto si ninguno de los actores de este funesto negocio sabrá que toda mujer en Arabia Saudí tiene un guardián masculino; que el gobierno impulsa aplicaciones con las que los hombres controlan los teléfonos móviles de sus mujeres; que sufren un sometimiento absoluto al hombre; que padecen segregación por sexos es espacios públicos.

Los gestos, como el lenguaje, expresan pensamiento, también son ideológicos. No podemos presentarnos los europeos como adalides de la defensa de los derechos humanos y después permitir comportamientos institucionales, públicos o privados, que contradicen con hechos el espíritu de nuestras democracias. No debemos convertirnos en avalistas de países que violan los derechos humanos por mucho caolín que lleven sus petrodólares. Todo a cambio de un contrato por un total de doscientos cuarenta millones de euros, treinta de ellos corresponden a este año, que se repartirán federación y clubes participantes. Blanquear las dictaduras, en este caso, del Medio Oriente a cambio de dinero es moralmente inadmisible.

Mientras, los aficionados se pegan a las pantallas de los canales de pago (por supuesto) de turno para apoyar sus respectivos colores. Patrocinadores, federaciones y clubes hacen copiosos negocios porque los forofos no fallan. Con los millones que les correspondan cada uno ocultará sus propias vergüenzas. Sin embargo, durante las dos semifinales emitidas no hemos podido ver ni una sola imagen de los espectadores en las gradas, reproducciones, por otro lado, recurrentes en este tipo de transmisiones. Cuál será la causa, ¿qué apenas hay mujeres?; ¿qué el estadio está prácticamente vacío porque el fútbol interesa poco allí? En televisión sabemos que nada se deja al azar y nada es gratuito, todo tiene su razón de ser. Campo abonado de hipocresía.

La celebración de este acontecimiento deportivo no ha supuesto ningún avance en derechos para la mujer en ese país. Como tampoco lo ha hecho nunca ningún evento deportivo en todos aquellos países que se han celebrado y no respetan los derechos humanos, ya sean juegos olímpicos, mundiales de fútbol, etc. Aunque el presidente de la federación de fútbol esté convencido que la insignificante supercopa de fútbol de España lo vaya a hacer. Bueno, quizá para él sea un exitoso logro que este año en el estadio King Fahd de Riad han habilitado algunos baños provisionales para mujeres porque en el recinto no existían

La insultante desfachatez del presidente de la RFEF justificando este despropósito como acicate para avanzar en derechos para las mujeres es cuanto menos patética. Por cierto, preside una RFEF que entre sus puestos dirigentes, que no son pocos, sólo hay una mujer. Quizá trabajar por la igualdad de género tuviera que empezar por uno mismo, no sé…

Afirma sin rubor: “estamos ayudando al desarrollo de la mujer en el fútbol, el resto son cuestiones políticas que permanecen al margen del fútbol”. Un presidente, como se puede apreciar, carente de verdad y virtud que diría Cervantes y, como este afirma en El Quijote:

“-Bien se ve Sancho, que eres villano de los que dicen: viva quien vence.

-No sé de los que soy -respondió Sancho-, pero bien sé que nunca de ollas de Basilio sacaré yo tan elegante espuma como esta que he sacado de las de Camacho”.

Y aún nos queda Qatar…

Tomás Ballesteros Escudero.

Puertollano.

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