Crónica de la ruta Puerto Valderrepisa-Pico Abulagoso del Club Pozo Norte de Puertollano

Eduardo Egido.- El domingo 13 de febrero, el club de senderismo Pozo Norte ha dado un nuevo paso hacia la normalidad con la utilización de un autobús para efectuar una ruta. En esta ocasión, la que parte del Puerto de Valderrepisa, en las inmediaciones de Fuencaliente, y tiene como destino el Pico Abulagoso, en Sierra Madrona. Hace dos largos y penosos años que el grupo no se daba cita en el edificio Tauro para utilizar un medio colectivo de viaje y la expectación resulta evidente.

      Se trata de una ruta circular de 12 kilómetros que asciende desde los 850 metros de altitud del Puerto hasta los 1301 metros del Pico. Tiene una dificultad moderada y un tiempo estimado de realización de 5 horas, que los 50 senderistas inscritos comprobarán a su término que han cumplido con exactitud.

     Todavía en el autocar, Gabriel, fotógrafo admirado por su sensibilidad al enfocar su objetivo, despeja la somnolencia de los viajantes con el envío al grupo de WhatsApp de tres instantáneas que recortan las siluetas de árboles, montes y nubes perfiladas por la incipiente claridad del crepúsculo. Poesía gráfica de luces y sombras.

     Se inicia la ruta en el descampado del comienzo del camino a la Fuente del Almirez y Ventillas. El grupo se dirige hacia el Sur por un cortafuego paralelo a la carretera hasta dar con la ancha puerta metálica que acota el camino de ascenso al pico. Los 450 metros de desnivel presentan de inmediato sus credenciales y el primer repecho tiene bemoles, dicho en leguaje musical, o tiene usía si se prefiere el argot castrense. Así que conviene fijar la vista en el terreno del paso siguiente para no desmoralizarse con el panorama del horizonte. La serpiente multicolor, ahora en lenguaje ciclista, empieza a estirarse por la puñetera cuesta al tiempo que las conversaciones van remitiendo.

     Salvado el primer escollo, es momento de recrear la vista por los alrededores y advertir el panorama neblinoso que difumina la lejanía. La luna se divisa acá y allá siguiendo los recodos del anchuroso camino. De improviso, dos animales cruzan fugazmente ante los ojos de los sorprendidos caminantes; hay quien considera que se trata de cabras montesas mientras otro opina, quizá más atinadamente, que son corzos. En las zonas de umbría, el musgo verde intenso tapiza los cantos rodados. Las prendas de abrigo siguen bien abrochadas a pesar del generalizado ascenso. La vegetación de matorral es la autóctona de la zona: jaras, brezos, enebros, madroños…alguien llama la atención acerca de una curiosa planta, la atrapa moscas, que emite un líquido aromático que  atrae a los insectos y los apresa.

     Después de 5 kilómetros de fatigosa subida, el panorama de la cumbre no cumple las expectativas de los esforzados senderistas. Una espesa niebla oculta los valles circundantes, al igual que ocurrió en la última ruta a este lugar por parte del club, aunque en aquella ocasión hubo además otros invitados que entraron de rondón: la lluvia, el vendaval y el granizo. Un día de perros, vaya. No obstante, hoy la bruma no impide comprobar que la torre forestal allí ubicada ha sido levantada de nueva planta, con un cuerpo cuadrangular de mampostería y una escalera de caracol que la dota de personalidad. Una valla perimetral impide acceder a su mirador, medida que se comprende y lamenta. Es opinión compartida que desde aquí se alcanza a ver, en días despejados, Sierra Nevada. El frío reinante en la cima aconseja no dormirse en los laureles y emprender el descenso sin demora.

     Para dotar a la ruta de un aliciente añadido, la bajada se efectúa por la “senda de las mulas” o “senda de las curvas”, un recorrido sinuoso que estrecha el matorral y exige mirar dónde se pisa para sortear las  frecuentes cárcavas. Los continuos recodos restan grados al desnivel y alargan el itinerario. Se desemboca en la Hoya de Ortiz y a continuación se gira a la derecha para retornar al punto de salida en la explanada del Puerto de Valderrepisa. El autocar transporta al grupo hasta el área recreativa de la ermita de san Isidro donde está prevista la comida de mochila. Afortunadamente, la climatología del paraje es más benigna que la sufrida en la cumbre del Abulagoso.

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