Felipe González sabe lo que quiere

En mi anterior artículo, “¿Pedro Sánchez contra Felipe VI?, de 14 de los corrientes, hice el siguiente planteamiento:

Que la Agenda 2030 es la guía de toda acción de gobierno del llamado mundo occidental, incluido el Vaticano. Que en España todos los partidos están oficialmente comprometidos con ella, excepto Vox, al menos declarativamente. Que la parte pendiente de su implantación aún no ha llegado y se prevé conflictiva debido a su dureza. Que la implantación tiene dos alternativas: o bien, mediante un Gobierno débil como el actual, necesitado de acuerdos permanentes con los separatistas, o bien, a través de un pacto de Estado entre PP y PSOE. Que de seguirse la alternativa primera España estaría más cerca del quiebre de su unidad territorial y el riesgo de oposición ciudadana podría ser elevado; que, de optarse por la segunda opción, disminuiría la conflictividad social, pero habría que ofrecer un nuevo “encaje” a los separatistas con una renovada organización territorial del Estado.  El resultado de esta situación sería que el Régimen del 78 apoyaría la segunda alternativa -incluida en el programa del PSOE y no combatida por el PP- La cuestión sería cómo convencer a la opinión pública; la respuesta estaría en la estrategia seguida tantas veces a lo largo de la historia: Llevar un conflicto hasta un límite indeseado y peligroso para, después, ofrecer una salida que devolviera el aliento a un pueblo “soberano” preso del desasosiego, aunque esta salida fuera un sapo difícil de tragar, pero necesario para evitar un mal mayor; manipulación en estado puro.

El pasado miércoles, Alfonso Guerra presentó en el Ateneo de Madrid su último libro “La rosa y las espinas”. En la mesa de oradores, y a su derecha, Felipe González. Este hombre conserva la capacidad de captar la atención de afines y de contrarios; esa habilidad que sólo algunos vendedores puerta a puerta de otros tiempos tenían para embelesar/embaucar a sus víctimas propiciatorias dándoles gato por liebre el tiempo justo para desaparecer tras cobrar un elevado precio por una baratija que, por unos minutos, se le antojó al incauto una joya propia del Taj Majal. Así desindustrializó España. Así perdonó a Pujol en el caso Banca Catalana. Así nos mantuvo en la OTAN, con la promesa de no entrar en la estructura militar. Así ganó el referéndum, con esa promesa. En 1999, el PP de Aznar incorporó a nuestro país a dicha estructura, incumpliendo el mandato ciudadano establecido en la consulta de 12 de Marzo de 1986; ese es el respeto que nos tienen los políticos del Régimen del 78. Ya nadie se acuerda. Por supuesto, el PSOE encantadísimo; desde finales de1995, Javier Solana fungía como Secretario General de la Alianza Atlántica. Es lógico pensar que tal elección buscó facilitar ante la opinión pública española el paso dado por el Gobierno de Aznar; al fin y al cabo, haber tenido a un español al frente de una Alianza creada para defender los intereses del mundo anglosajón debía considerarse un gran honor, ¿acaso era un problema que la protección de Ceuta y Melilla quedara excluida? Qué gran negocio. Hoy, la dizque izquierda progresista española afín al PSOE, considera fachas a quienes cuestionan la permanencia de España en la Alianza. Es importante fomentar la ignorancia, por supuesto, y controlar el relato, siempre el relato.

González es uno de los próceres de primera generación del Régimen del 78, Aznar y Rajoy también lo son, pero de la siguiente. Ambos se dieron cita en la manifestación del PP del domingo. Rajoy, el que permitió la huida de Puigdemont en el maletero de un coche; Aznar, el coautor junto a Pujol del pacto del Majestic de 1996, donde se acordó la transferencia de la educación a quienes, a todas luces, la utilizarían para crear un relato antiespañol. Lo más grave no fue la deslealtad -que la hubo- de Pujol y los suyos, fue la imprudencia política de quien tenía la obligación de saber -¿para qué sirve el CNI y similares?- que semejante decisión atentaría contra la solidez del Estado y la cohesión de la Nación. Aún así, la tomó. Para consolidar la imprudencia, apartó a Vidal Quadras del PP catalán demoliendo al partido en aquella Comunidad, hasta hoy.

Estos personajes han tirado la piedra y escondido la mano; cada uno a su manera. No hemos llegado a la situación actual por un golpe de mala suerte. No ha sido la adversidad del destino. Han sido una serie de actos políticos encadenados, legislatura tras legislatura, atentatorios contra el Estado, la Nación y su futuro. El sistema de poder que sustenta el Régimen del 78 es un pulpo cuya cabeza -el entramado ideológico-cultural- está allende nuestras fronteras y tiene los tentáculos repartidos: algunos fuera, los más poderosos: el financiero y el militar- y otros dentro: la subordinación cipaya de nuestras élites. Y este pulpo trata de lavar la imagen de quienes comenzaron hace cuatro décadas, y de los que continuaron después, el desmantelamiento de nuestro Estado-Nación. Ellos son nuestros Bolívar, San Martín, O´Higgins, el padre Hidalgo, etc, que la historiografía oficial se empeña en encumbrar como libertadores cuando hundieron a las nuevas repúblicas, las entregaron a intereses extranjeros -primero Inglaterra, después EE.UU.- y las desindustrializaron, condenándolas a ser meras productoras del sector primario, en pocas palabras: alejadas de los productos de alto valor añadido ¿Acaso no es lo mismo que han hecho estos próceres del 78? ¿Vamos a cometer el mismo error que nuestros hermanos hispanoamericanos y encumbrar a quienes nos han traído a la situación actual?

En su intervención en el Ateneo, el tantas veces presidente del Gobierno vino a decir, con unas u otras palabras, lo siguiente: La salida a esta situación podría estar en un gran acuerdo nacional entre el PP y el PSOE, al objeto de modificar la Constitución y convertir a España en un Estado Federal, al fin y al cabo ya estamos en algo muy parecido; a esto, yo apostillo: Un Estado Federal asimétrico, tal como quiere el PSC.

Por estas palabras, no pronunciadas entonces, escribí mi artículo anterior y me ratifico con el de hoy. Felipe González es uno de los máximos portavoces del sistema de poder que sustenta al Régimen del 78. Es mucho más que un prócer.

Felipe González sabe lo que quiere: lo mismo que el pulpo detentador del poder, cuya cabeza no tenemos en casa.

Mientras tanto, ningún partido -tampoco el del “sólo quedo yo”- se ha dignado explicar por qué aceptaron como oficiales los resultados provisionales de Indra, el 23-J, y ante cualquier comentario, todos, sin excepción, salen en tromba a poner paños calientes, justificando lo injustificable ¿No les parece extraño?

Marcelino Lastra Muñiz

mlastramuniz@hotmail.com

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2 COMENTARIOS

  1. Es extraño que en un periódico digital de provincias se escriba un artículo tan lúcido y de tanta calidad. Le voy a confesar algo, don Marcelino, algunos de sus artículos me han parecido conspiranoicos, como dicen los modernos. Esos mismos escritos, vistos en perspectiva, no podrían contener más verdad. Ovillos de realidad difíciles de desenredar para un ignorante como yo.

    Poco puedo comentar al artículo de hoy. Suscribo cada palabra de principio a fin. Animo a todos a leerlo sin prejuicios ni presupuestos.

    Un placer leerle, don Marcelino.

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