Dos periodistas: Arturo Gómez-Lobo y Francisco Colás (6)

Otro general sublevado, Gonzalo Queipo de Llano y Sierra (1975-1951), marqués de Queipo de Llano, cuyos restos mortales permanecen en la sevillana basílica de la Macarena hasta el 2 de noviembre de 2022, es prototipo de práctica del terror. Referida al militar golpista puede verse la obra de Francisco Espinosa Maestre titulada La justicia de Queipo. Violencia selectiva y terror fascista en la II División en 1936: Sevilla, Huelva, Cádiz, Córdoba, Málaga y Badajoz (Córdoba, 2000). Con sus intervenciones radiofónicas en Unión Radio Sevilla, incita a matar a los rojos como a perros e, incluso, a violar a sus mujeres.

            El mismo historiador publica La columna de la muerte. El avance del ejército franquista

de Sevilla a Badajoz (Barcelona, 2003) y, recientemente, 1936. la columna camino de Madrid. Yagüe, Varela y las “Normas“ del padre Huidobro (Cáceres, 2023). Si en la primera obra podemos descubrir el avance de las tropas golpistas, a lomos del terror, desde Sevilla hasta Badajoz, en esta nueva el autor extiende su investigación a la toma de Talavera de la Reina y Toledo.

            Evidentemente, Queipo, el psicópata del Sur, según denominación de Paul Preston, trata de sembrar el terror e intimidar a los republicanos. El día 6 de enero de 1937, con su monserga radiofónica fascista, pone el punto de mira en Arturo Gómez-Lobo y el día siguiente la prensa afín a los militares rebeldes multiplica la invectiva lanzada por el general africanista. Queipo dicta por las ondas la condena de muerte por adelantado, dos años antes del asesinato. Pone al periodista, abogado y político manchego en el punto de mira y le convierte en centro de interés.

            Aunque no se puede saber con exactitud lo que dice Queipo a través del micrófono, hay diversas descripciones de la figura de Gómez-Lobo en la prensa que sale el día siguiente. Un diario de Santa Cruz de Tenerife parece presentar una transcripción de la “charla” del general y lo identifica de esta manera: “Existe allí un monstruo, un engendro de la naturaleza, que se llama Arturo Gómez, medio paralítico, sin cultura y con un instinto perverso, que ha cometido feroces crímenes (La Prensa, Santa Cruz de Tenerife, 7-1-1937, p. 4). En El Adelantado de Segovia (7-1-1937, p. 4) se incluye este titular y similar contenido: “Por orden de un jefecillo, medio paralítico, se mutiló al obispo de Ciudad Real”.

            Hay variantes en diferentes periódicos. La culpa del asesinato del obispo de Ciudad Real es de un “denigrante paralítico, abogado sin pleitos, que se llama Arturo Gómez Lobo” (Diario de Córdoba, 7-1-1937, p. 1). En esa ciudad, “se ha erigido en tiranuelo y ha realizado martirios tan cruentos como el del santo Obispo” (El Defensor de Córdoba, 7-1-1937, p. 1). La provincia de Ciudad Real está “regida por un engendro de la Naturaleza, por un abogado sin pleitos”, que consigue “merced a sus instintos salvajes, erigirse en tiranuelo” (El Progreso, Lugo, 7-1-1937, p. 1). En Ciudad Real hay “un verdadero monstruo que se llama Arturo Gómez Lobo, medio paralítico, sin inteligencia y sin cultura, un hombre castigado por Dios, se convirtió en el tirano de La Mancha” (Lucha, Teruel, 7-1-1937, p. 5). 

            En otro periódico es presentado así: “castigado por la mano de Dios, un verdadero engendro de la naturaleza, un abogado sin pleitos que se llama, digo el nombre para que sea maldecido por todos los hombres de bien; ese abogado se llama Arturo Gómez Lobo, medio paralítico, castigado por la mano de Dios, repito, un hombre sin inteligencia, sin cultura. Un hombre de tal inferioridad, por lo mismo que es completamente inútil, consiguió merced a sus instintos feroces, convertirse en el jefecillo y cometer crímenes repugnantes” (El Día de Palencia, 7-1-1937, p. 4).

            La fotografía de un diario gaditano, tiene algunas variantes. Se describe también como castigado por la mano de Dios y engendro de la naturaleza, pero se divulga su nombre “para que sea maldecido de todos los españoles”. Se incide en que está medio paralítico y es un hombre sin inteligencia y sin cultura, “que odia a la humanidad, precisamente porque él es inútil y de roma inteligencia”. Este individuo, por procedimientos feroces, ha conseguido “ser el tirano de la Mancha” (La Información, Cádiz, 7-1-1937, p. 4).

            En el malagueño Boinas Rojas (20-2-1937, p. 2) es presentado así: “Es Arturo Gómez Lobo –¡Lobo tenía que llamarse!– un medio paralítico abogado sin pleitos y literato fracasado que ahora se venga de la envidia que le ha corroído siempre, del dolor de no haber llegado, sometiendo a los que justamente triunfaron a los tormentos más horrorosos”.  Un último ejemplo, que figura en una revista editada en el católico convento de san Francisco, de Palma de Mallorca, ciudad en la que está el citado George Bernanos: “En uno de los pueblos de la Provincia de Ciudad Real era cabecilla de los rojos un médico paralítico llamado Arturo Gómez Lobo” (El Heraldo de Cristo, Palma de Mallorca, abril de 1937, p. 64).

            Emilio Mola Vidal (1887-1937) piensa, como recuerda Paul Preston, que es necesario desmantelar con el terror, en primer lugar, cualquier posible resistencia en el camino hacia el poder, pero también “purificar” España de los elementos nocivos de la izquierda (Arquitectos del terror. Franco y los artífices del odio, Barcelona, 2021). Y puesta en marcha la maquinaria de muerte en guerra no es posible detenerla tras su final. Se trata de sembrar el terror para que sea ejemplar.

            La muerte de Gómez-Lobo es un ejemplo típico de la práctica del terror. Persona de gran prestigio en Ciudad Real y su provincia, se escriben mentiras, insultos o calumnias en la prensa nacionalista. Todo vale para vilipendiar de cara a preparar su asesinato. Es inteligente, culto, abogado de éxito, político, escritor, periodista, todo lo contrario de la imagen que la interesada fotografía distribuye por media España. No es médico, ni paralítico, como se escribe, pero es igual. Queipo se refiere a Gómez-Lobo como “medio paralítico”, que se convierte en muchas informaciones en “médico paralítico”.

            Su sentencia de muerte está dictada desde el señalamiento de Queipo y se difunde una imagen mediante la propaganda que busca causar repugnancia, horror y espanto. Así que cuando las tropas franquistas entran en Ciudad Real es una de las primeras personas en morir. Su ejemplo de vida es poco conveniente para los constructores de la Nueva España, arquitectos del terror y artífices del odio, en palabras de Preston.

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