Dos periodistas: Arturo Gómez-Lobo y Francisco Colás (10)

            En el año 1893 se pone en marcha la Asociación de Publicistas de Barcelona, que reúne a un gran número de periodistas. Sin embargo, hasta 1907 no se constituye en Madrid la Asociación de Publicistas de España, con fines similares. Con dependencia de esta última, en 1911 se configura la Asociación de Publicistas de Ciudad Real, presidida por Rafael Ramírez de Arellano y Díaz de Morales (1854-1921), entonces secretario del Gobierno Civil de la provincia. En ella está Gómez-Lobo.

            El 8 de abril se celebra una reunión en el despacho oficial del escritor cordobés y se forma el Comité Provincial, con estos cargos principales: Rafael Ramírez de Arellano y Díaz de Morales (presidente), Luis Barreda y Ferrer de la Vega (vicepresidente), y Julián Morales Ruiz (secretario). Y como vocales figuran las siguientes personas: Arturo Gómez-Lobo y Mora, Isaac Antonino Vicente, Emilio Bernabeu Novalbos, César García Valiente y Joaquín Aguilera García. A ella se adhieren diversos periodistas y literatos de la provincia (El Pueblo Manchego, 7 y 8-4-1911).

            Para ese año, Gómez-Lobo tiene un recorrido literario importante. La primera década del siglo XX es predominantemente literaria y coincide con sus estudios universitarios. Por ejemplo, actividad como prologuista. En 1903, Adolfo Rubio publica la obra de poemas titulada Nieves (Ciudad Real, Imp. Pérez y Hermano, 1903), algunos editados en diferentes periódicos de la provincia. Aparece con un “hermoso prólogo de Arturo Gómez-Lobo”, según D. Quijote de La Mancha (Ciudad Real, 14-2-1903), noticia que recoge también El Imparcial (Madrid, 4-4-1903). El prólogo contiene interesantes ideas y logradas construcciones. Pero no me resisto a recordar una, con la que trata de fotografiar los tiempos que viven: “Es época crítica de grandes trastornos en todos los órdenes; el paso dado por la humanidad en breve tiempo, ha sido grande y al subir y mirar al fondo, su cerebro coloso, en donde se ha como sedimentado el saber de cien pueblos y como estratificado en esencia el vivir de mil generaciones, ha vacilado”.

            Y en 1907 se incluyen unas palabras suyas en Prosas líricas, libro de Enrique Morales Ruiz (Ciudad Real, Enrique Pérez, 1907), libro que contiene “cosas de amor tejidas con hilos del corazón”, según Leocadio Martín Ruiz, y autor que muere antes de ver la luz su obra (Mefistófeles, 30-12-1907). Gómez-Lobo los presenta así:    “Y aquí tenéis, suaves y húmedos, como escarchas, estos poemitas de Enrique Morales, llenos de honda sentimentalidad, salpicados en la prosa flexible de las espontaneidades líricas, con la mansedumbre de la desilusión, porque nacieron para ser

leves estrofas de poesía”.

La literatura modernista

            O tareas como autor. En 1908 publica La literatura modernista (Ciudad Real, Imp. del Diario, 1908), obra que recoge el trabajo “La literatura modernista y el idioma de Cervantes”, premiado en el Certamen literario celebrado en Ciudad Real el 21 de agosto del año 1908. El diario madrileño El Liberal (25-8-1908) proporciona noticia de la aparición del libro, cuyo autor es presentado como “laureado escritor”,  o es reseñado por Juan Morales Ruiz en La Campaña Gorda (Toledo, 24-12-1908), que lo califica como “interesante, acabado y bello”.

1908 (Biblioteca Nacional)

            El modernismo es un movimiento literario que se desarrolla, más o menos, entre 1880 y 1920 y que nuestro autor presenta en el epílogo de la siguiente forma: “Es triste el modernismo porque las pautas de la existencia están huelladas de lágrimas; es elegante en su desdoblamiento mirífico porque es un sutil madrigal en la agitación de la época, y es, por último, combatido, porque supone una contracorriente en el común amor a las rutinas”. Es decir, sus características primordiales pasan por tristeza, elegancia y contrariedad, en el sentido de ruptura con lo considerado tradicional. Si hay que citar una figura representativa de dicho movimiento es preciso recordar a Miguel de Unamuno y Jugo (1864-1936), que encarna el espíritu inconformista y heterodoxo del modernismo.

La senda estéril

            En 1908 aparece también su novela corta La senda estéril, con ilustraciones del pintor César Álvarez Dumont (1866-1945), inmersa en el espíritu modernista. Se publica en la colección El Cuento Semanal (Madrid, nº 57, 31-1-1908), con noticias de ella en la prensa, hasta en el Diario de la Marina (La Habana, 20-2-1908), y de la que el Ayuntamiento de Ciudad Real, con cargo al capítulo de imprevistos, adquiere 150 ejemplares por cuarenta pesetas (Boletín Oficial de la Provincia de Ciudad Real, 23-3-1908).

            En ella, Gómez-Lobo aparece ya como “admirable cantor de la tierra llana”, según se indica años después en El Pueblo Manchego (6-3-1912). En Aria, introducción de su novela, pone de manifiesto la fuerza de la llanura, la omnipresencia del llano, humilde y abandonado. En él se oye un gemido “monocorde y errabundo” que va por los campos. ¿Es una oración?, no, “son los palos rígidos, las cuerdas tendidas del telégrafo, que cuentan por los caminos historias de olvido y de dolor”. El protagonista ve los caminos que surcan el llano como “cintas de luz”, entre el verdor de las siembras, que guardan el polvo de cien cosechas en sus carriles profundos, además del sudor de los hombres, “ofrenda de humildad”, y en los que hay siempre la “caricia lenta de las ruedas chirriantes”. Se pregunta también por qué la tierra humilde del llano no deja su alma en las canciones: ¿por qué no cantas, si canta el mar y la montaña?

            Gómez-Lobo presenta en la novela el amor adúltero, defiende una especie de amor libre, con una curiosa formulación: “Hoy tengo amor á la vida -he pensado-. Amor á todo lo corpóreo que pueda ofrecerme el placer tangible de una realidad. La exaltación de mi egoísmo, del santo egoísmo, alma de los destinos humanos, quiere, con el imperio de las necesidades, vida para el cuerpo, sol para los nervios, un desenvolvimiento equilibrado de la máquina orgánica”. Y cree que moral dominante, religión y tradición oprimen al ser humano.

            En el capítulo Historia de almas pregunta por qué no triunfa el instinto Vida. Responde que “La moral al uso, práctica y de circunstancias, aceptada por el rebaño humano con admirable ingenuidad, reveladora de la estupidez y la altitud de miras de los hombres, ha ido cortando los vuelos del pensamiento, reduciendo la claridad del criterio á un sucio y risible sofisma”. Además, “la religión, pintando el cuadro feliz de la vida ultraterrena, nos ha hecho olvidar al mundo dejándonos impasibles ante la cabalgata del dolor y las tristes ruinas de la VIDA”. Virtud y sacrificio, que en su puro sentido son siempre nobles formas del egoísmo, “son también el espantajo medroso de la tradición, ó el pensamiento de los antepasados hecho piedra”.

            Para profundizar en este tipo de sentimientos y de ideas, con su plasmación literaria, se puede ver la tesis doctoral de Dorothée te Riele, defendida en la Universidad de Amsterdam en 2021, titulada El mosaico multicolor de la literatura popular española. Una investigación imagológica de El Cuento Semanal (1907-1912). En ella, entre otros muchos escritores analizados, se encuentra Arturo Gómez-Lobo.

            Autor que termina su novela con una Oración, que merece la pena recordar, dedicada a una región, llena de abatimiento y desesperanza, eminentemente agraria y atrasada:

            “Salve, monte sin abrigo, hoy esfinge del dolor. De tus senos huyó la esperanza. Trono eres de la reina del llano, la tristeza.

            Salve, camino. Senda eres hoy de dolor. Tu lecho polvoriento ha envejecido, esperando ver pasar la cabalgata Vida. Tu gloria no vendrá.

            Salve, llano. Tu corazón se ha muerto, porque los siglos te vistieron con una coraza de miseria. Ya no eres un crisol, sino una tumba.

            Salve, río; río sagrado, humilde río Guadiana; tu hermana la llanura ha muerto. Hincha tus linfas, desborda tus márgenes y haz de la tierra una laguna mortal.

            No cantad, aceituneras; no cantad, segadores; no cantad, vendimiadoras. Vuestras preces son

himnos de dolor y se ha secado el óleo de nuestra humildad.

            Salve, espiga, olivo, vid; no sed fuente de vida, no cread con dolor. La luna os tiende su blanca mortaja”.

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