Dos periodistas: Arturo Gómez-Lobo y Francisco Colás (12)

La visión que Gómez-Lobo tiene del periodismo casi nada tiene que ver con la realidad actual en el mundo de la comunicación, cuando campean a sus anchas los Grandes Medios de Persuasión y Propaganda (GMPP), frecuentemente alejados de la información veraz, ocupados en defender beneficios políticos o económicos y demasiadas veces ajenos al interés general. En el artículo crítico que acompaña a la novela de Isaac Antonino, El sacrificio (Madrid, Librería de Pueyo, 1911), nuestro autor recuerda que el periodista vive para todo el mundo, “encumbrando reputaciones ó nulidades, deshaciendo ó complicando errores nocivos al conglomerado social, haciendo el diario comento de la cosa pública, exaltando un poco, en fin, todo lo externo, todo lo extraño, en la anulación que produce un trabajo de aniquilaciones y una labor sin gloria”.

            Pero tarde o temprano, según Gómez-Lobo, todos los publicistas, personas que escriben para el público, generalmente de varias materias –expresión hoy poco utilizada como sinónimo de periodistas–, tienen su hora de triunfo, “que deja en lo venidero una huella más ó menos imborrable”. No obstante, la oscura labor del periodista tiene pocas veces una evocación en las memorias. A pesar de que a las planas impresas llegan, pasando por la pluma del trabajo, “la ráfaga emocional cotidiana, el instinto poderoso de las sociedades, el alma de los pueblos que se asoma en un grito por esa fuente que se llama ‘periódico’, renovadora de la faz del tiempo con sus revoluciones”.

            El escritor José Francés y Sánchez-Heredero (1883-1964) recuerda entre las principales plumas de La Mancha, como ya he citado, a Arturo Gómez-Lobo, “autor de varias novelas atormentadas y autoanalíticas, donde sangra un corazón” (Por Esos Mundos, Madrid, 1-5-1911, p. 647). Esas características pueden apreciarse en su tercera novela corta.

Madrid 1911 (Biblioteca Nacional)

Los desterrados

            Obra editada en la colección Los contemporáneos (Madrid, nº 118, 31-3-1911), con ilustraciones de José Bienvenido Izquierdo y Durán (1890-1939), ilustrador y humorista gráfico socialista, que murió, como Gómez-Lobo, en 1939. Finalizada la guerra, en Consejo de Guerra celebrado en Madrid el 4 de agosto de 1939, fue condenado a la pena máxima. Pero falleció en la cárcel madrileña de Porlier el 23 de octubre de ese año, un mes antes de la fecha del cumplimiento de la sentencia, según se puede ver en el Diccionario Biográfico del Socialismo Español, de la Fundación Pablo Iglesias.

            Pues bien, Diario de Córdoba (2-4-1911, p. 5) la presenta como obra de “factura moderna”, todo un estudio sicológico realizado con muchos datos y “prolijos detalles de observación”, en el que se muestra la mano sabia de un “escritor de fuerza”.

            Otra novela con el tema del amor adúltero, con Augusto Luján como protagonista y una confusa Georgina, que muere, con la consiguiente desesperación de su amante. Y el escritor aprovecha para incluir una fotografía de las mujeres de su época:  Muere la infeliz, de fiebre, de locuras, de repugnancias, en el seno “humanitario” de una sociedad que hace de la mujer una bestia por las imperfecciones de la educación.

Madrid 1911 (Colección ISS)

            Por la ciudad se extienden los escándalos de murmuración por los amores “canallas” del protagonista, los insultos cobardes, por anónimos, que le dirige un “indecente periódico local”, debido a las “libres ideas” que expresa y que le llevan, incluso, a un duelo con el director.

            Georgina es una desterrada, igual que Luján o su amigo Fernando Castel, sacerdote por imposición de su padre, en contra de su voluntad, y con escape en su gran amor por la música. Es organista en la catedral y tiene la sexualidad a flor de piel, como Luján. Este expresa el siguiente pensamiento: “Duermo mal, con brutales pesadillas sensuales. En las vigilias, cualquiera mujer, sobre todo en los crepúsculos, es para mí un suscitador de voraginosos deseos. Mis días castos y tranquilos florecen monstruosamente eróticos. Las abstenciones prolongadas y la primavera luchan en mi sangre”.

            Y la acción transcurre en la ciudad de Altollano, que parece ser un trasunto de Ciudad Real, en una huerta cercana y en Madrid. Con un final lloroso y atormentado, con una vida que deriva en una enorme frustración: “llorábala ahora con impotencias de desterrado de la vida, de arrojado más allá de la tierra en acerba peregrinación”.

Izquierdo y Durán (Los desterrados Madrid 1911)

Vida Manchega

            El 7 de marzo de 1912 aparece el número prospecto de Vida Manchega y allí se incluye un artículo de Gómez Lobo, titulado “Tierras llanas. Las norias. Canción”, primero de una serie. La revista es el máximo exponente del regionalismo manchego, con abundante material gráfico, información y creación literaria de personas relacionadas con las provincias de Albacete, Ciudad Real, Cuenca y Toledo. Es el comienzo de una colaboración que se va a prolongar en el tiempo. El conocido como cantor de la tierra llana se ocupa de ella y el primer artículo lo dedica a las norias, como elemento destacado del llano.

            Las norias, escribe con líneas poéticas, son las fuentes en donde bebe la tierra juventud, es decir, el riego; senos de optimismo, en el paisaje seco; cuencos de sombra, gracias a los árboles que suelen acompañarlas; angosturas de donde brota la sangre de los llanos, el agua gratificante; manantiales de artificio que vienen de los caudales soterrados del agua para disolver las rutilantes lacras de las llanuras; ruedas sin fin que besan el charco de los pozos y vierten risa de cristales tras el tembloroso guardaviento. Las norias son, en fin “el pan de los pobres; surtidores líricos de optimismo; corazones que sangran una clara linfa de alegría”.

            En su ámbito de vida cantan grillos, treman alacranes, silban cornejas y sapos. Y, como no puede ser de otra forma, subraya la importancia del líquido elemento: ¡Salve, agua sagrada, el más alto bien, la más pura gracia de la tierra!”.

            Dentro de Tierra llana, el 4 de abril escribe sobre el campo, artículo que concluye de esta manera: “¡Campo invariable; cielo profundo que pareces el seno vertiginoso de lo infinito: para cantar vuestra grandeza tenéis en la chata cimera de un montículo un molino de viento tocando en sus aspas el suave, agonioso y amargo pífano de la desilusión!”.

Izquierdo y Durán (Los desterrados Madrid 1911)

            El 25 de abril de 1912 en su artículo dedicado a la Tierra llana se ocupa de las canteras, crisoles en donde fermenta el corazón de la tierra, manantiales de luz y de fuego, hornos en los que se quema la vida. Son “los ojos febriles; los matraces agrios de las llanuras (…); fosas asoleadas abiertas en los desiertos; estériles huellas de incendios milenarios; sentinas de fuego; arcas de cenizas y de silencio”.

            Los artículos de Vida Manchega, entre ellos los de Gómez-Lobo se citan en la prensa de Madrid, como es el caso de los números de El País, que salen en el 26 de abril de 1912 o el 14 de junio del mismo año. Y en la de otras latitudes, como El Eco de Galicia (7-4-1912), de A Coruña.

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