José Rivero.- El Rey Felipe VI ha concedido este jueves, 19 de junio de 2025, los primeros títulos nobiliarios de su reinado, designando marquesa a la fotógrafa de Puertollano Cristina García Rodero –que ya es Doctora Honoris causa del Universidad de Castilla-La Mancha, entre otros distinciones–, en concreto nueva marquesa del Valle de Alcudia, con carácter hereditario, según ha informado el Palacio de la Zarzuela. El monarca no había concedido hasta ahora ningún título nobiliario en sus diez años de reinado y la decisión se ha producido justo en el undécimo aniversario de su llegada al trono.

En concreto, y junto a García Rodero, ha designado al tenista Rafa Nadal como marqués de Llevan de Mallorca; a la nadadora Teresa Perales como marquesa de Perales; y a la cantante Luz Casal como marquesa de Luz y Paz, los tres con carácter hereditario. El bioquímico y biólogo molecular Carlos López Otín será marqués de Castillo de Lerés, con carácter vitalicio, y a la citada fotógrafa Cristina García Rodero nueva marquesa del Valle de Alcudia, con carácter hereditario. Asimismo, ha querido distinguir a quien fuera jefe de la Casa del Rey hasta febrero de 2024, Jaime Alfonsín, con el título de marqués de Alfonsín y carácter de grande de España. En su caso, el título también será hereditario.

El otorgamiento de dignidades y nombramientos que verifica por vez primera en los once años de su reinado, Felipe VI, singulariza el gesto adoptado, y también actualiza el debate de Monarquía versus República, nunca del todo cerrado y ahora acelerado con estas innovaciones del marquesado artístico y deportivo y de los ducados melancólicos. Antes la aristocracia era adquirida ,exclusivamente, por vía de sangre –como las enfermedades contagiosas y hereditarias–, mientras que ahora, en las etapas postmonárquicas, se adoptan –en estados formalmente monárquicos, que son los que cuentan con ese balance de nobleza ampliada– nombramientos de mérito por quehaceres diversos y por reconocimientos sociales diversos. Es explicable que la corona británica, con Isabel II al frente, pueda otorgar el título de Sir a los Beatles o a Sean Connery. Sería mucho más raro y llamativo que John Lennon fuera el marqués de Strawberry Fields y Paul McCartney duque de Sargent Pepper`s; que es lo que aquí ha acabado ocurriendo con títulos de nuevo cuño y relumbrón. Títulos caedizos y nada históricos, por supuesto, como los Medinaceli, los Alba, los Romanones o los Infantado. Ahora al escenario de la cornucopia histórica –quizás copiando a los títulos otorgados por Javier Marías en su reino literario de Redonda– imita al arte desplegado por el escritor madrileño, Xavier I de Redonda. Como ocurriera, entre otros varios, con el Duque de Trémula (Pedro Almodóvar), con el Duque de Desarraigo (Pierre Bourdieu), con el Duque de Isla Larga (Eduardo Mendoza), o con el Duque de Vértigo (W. G. Sebald), toda una corte de ironía y atributo. Y excelencia.

Por más que no haya sido esa –la recreación del viejo aristocratismo decadentista y rentista– la intención de los otorgamiento de títulos nobiliarios a un ramillete de españoles de distinta actividad y calado. El reconocimiento de la excelencia personal y profesional, en cualquiera de sus vertientes y facetas, cuenta con vías de señalamiento civil y no necesariamente aristocrática: desde los Premios Nacionales de la disciplina oportuna –Cervantes, Velázquez, Artes Plásticas o Teatro– a los Premios Princesa de Asturias, desde las medallas de oro del Deporte a cualquier otro señalamiento de Cruces, Emblemas y Ahijamientos selectivos. El efecto de la distinción y del reconocimiento, no solo resulta menor, sino que resulta menos polémico y más acorde con los tiempos republicanos que nos recorren. Ya sé que los monárquicos alegarán el derecho constitucional del rey Felipe VI a practicar tales nombramientos reconocidos por el texto constitucional en el artículo 62, aunque sea en forma de primicia del trono. Optar, como se ha optado por la vía de la designación aristocrática en el momento actual, no deja de ser un gesto regresivo hacia un pasado que permanece en un punto estático del infinito. Y muy lejano. Ninguno de los distinguidos, van a mejorar su aportación y su relevancia con la carga del marquesado. O, incluso, éstas relevancias y prevalencias están ya dictadas y cerradas. Por lo que el efecto de los nombramientos reales quizás no haya sido el pretendido, sino una nube deshilachada del pasado.
Puede conceder lo que le salga de los co….. y a llorar a la lloreria!
Arriba España Siempre!
Artículo casposo con la melancolía de los que se quedaron anclados el los años 60. Esto de los Ducados y los Marquesados, que no te quitan ni la multa de la zona azul, tienen el hándicap que son hereditarios, que no sé qué tendrán que ver los valores y virtudes de sus descendientes con los de nuestra hidalga fotógrafa.
Pues por aquel entonces Muertollano era un pueblo, lo que es ahora, nada a cambiado.
La discusión no es monarquía o república. El dilema es democracia o satrapía. Tenemos a un emérito huído viviendo entre lujos asiáticos; a delincuentes absueltos por el Tribunal Constitucional porque no robaron para enriquecerse; nacionalistas del tres por ciento.. Un saqueo que ocupa todo: derechas, izquierdas, arriba y abajo.
Por mí, como si el rey nombra obispos. Lo que necesitamos es una democracia digna de tal nombre. Mientras tanto, caminamos hacia un estado fallido.