Manuel Valero: “He escrito entre la risa de adulto y el terror de niño”

César Muñoz Guerrero.- Ya está de vuelta Manuel Valero, que ha tenido la cortesía de no hacernos esperar mucho. De hecho, la viene teniendo en los últimos años, desde sus triunfales El esplendor y la ira y El rayo indomable. Desde hace varios va casi a libro por año, desprendido para con su parroquia, que lo sigue con afición.

Un largo pórtico tampoco se queda corto. Valero y su editor Javier Flores, de Ediciones Puertollano, han tenido la gentileza de publicarlo antes de vacaciones para que tengamos qué llevarnos a playa y piscina, aunque su lectura no desmerezca momento ni lugar alguno.

Sobre el volumen y sus contornos: es decir, sobre la juventud, el gran Puertollano, los años sesenta, amigos queridos y ratos perdidos, hace el escritor estas declaraciones.

¿Por qué este libro ahora y no antes?

Llevaba un tiempo dándole vueltas. Soy escritor de la vieja escuela. No creo mundos distópicos, ni ciencia ficción, ni fantasías medievales, dicho sea con todo mi respeto para quien estos temas sean su base literaria.

Creo que el escritor tiene en el pasado de sí mismo, en el de los demás, en el de su país, un filón inagotable de materia literaria. Puede revivir y recrear épocas pasadas y puede incluso reinterpretar la historia con su modo de afrontarla y enfrentarla desde la ficción, sobre todo si personajes creados para la ocasión conviven con personajes históricos.

Por eso he abordado mi época salesiana en los años sesenta, cuando estudié el bachiller elemental. Y bueno, supongo que también porque me hago mayor y siempre se regresa al niño que uno fue, ¿no? “La niñez es la verdadera patria del hombre”. A lo mejor es verdad.

¿El argumento te venía rondando o ha surgido de una reflexión espontánea?

A cualquiera de nosotros lo vivido en la niñez y primera adolescencia nos marca un poco o un mucho. Buena parte de mis valores la debo a la formación salesiana que recibí.

Ha sido un gustazo retrotraerme a aquella época, que al menos para mí, sobre todo en cuarto de bachiller, no fue tan gris, a pesar de la disciplina férrea del sistema educativo en general y en el colegio salesiano en particular. A finales de los sesenta había una cierta apertura de la mano, sobre todo en cuanto a la música, el movimiento hippy, el cine, los derechos civiles en los Estados Unidos, y eso de algún modo nos llegaba.

Las vivencias en el colegio fueron intensas y todas evocadoras a pesar de todo. Hay un fragmento en la novela en que relato una confesión. Cuando la escribí la reviví entre la risa de adulto y el terror de niño. Cualquier tiempo pasado, sea mejor o peor, nos construye, y un escritor de la vieja escuela lo ve todo con perspectiva. Y clarifica muchas cosas.

¿Escribiste buscando un estilo o según se te venían las imágenes?

El estilo se va conformando con el trabajo, con el tiempo, con los años y con los miles y miles de páginas escritas. Todo escritor tiene sus influencias al principio, pero luego va depurando su estilo.

La escritura, como dices, es la plasmación de imágenes con la palabra escrita, por eso trato de hacer una prosa muy visual, tratando de darle cierto vigor en el ritmo y cierta plasticidad con la recreación de imágenes, sin caer en la artificiosidad o la impostura. Eso trato, al menos, y creo que después de treinta años casi lo voy consiguiendo.

¿Has sentido que tu escritura se ha valorado aquí, en tu entorno?

A ver cómo te respondo que no parezca lo que no es. Todo escritor quiere tener lectores y en la medida que tiene muchos es reconocido y puede vivir de sus libros. La suerte también influye, y los contactos, qué duda cabe.

En mi caso, desde que me puse a escribir Tres veces quince hace treinta años liberé la necesidad orgánica que tenía de escribir y desde entonces no he parado porque jamás lo he hecho artificiosamente, pensando en el reconocimiento. Cuando he escrito un libro me he centrado en eso, solo en eso, pero creo que, bueno, uno goza de cierto reconocimiento en la provincia.

¿El libro continúa tu ciclo puertollanense o va aparte?

Un largo pórtico no tiene nada que ver con la tetralogía de Pueblo, aunque claro, la novela está ambientada en el colegio salesiano, que en aquella época, y aún hoy, tiene un gran predicamento en la sociedad puertollanense. Es una obra más que me puse de a poco y acabé en 400 páginas casi sin proponérmelo. En lo de escribir soy una máquina, jajaja.

En ese caso, ¿está prevista una continuación?

No, aunque uno de mis lectores más fieles me animó a seguir con otra novela ambientada en el bachillerato superior que estudié en el Instituto Fray Andrés, el “Fray”. Al principio me pareció una broma, pero déjame que descanse un poco y a lo mejor me pongo a ello. Aún no hemos acabado con la promoción de Un largo pórtico. Queremos presentarla en septiembre en Ciudad Real y en Piedrabuena, de momento.

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