La revolución tecnológica que viene: el internet de las cosas

J. Carlos Sanz.- En 1985, Telefónica lanzaba un spot publicitario premonitorio. Comenzaba de la siguiente forma: “Durante los próximos 15 años algo maravilloso va a ocurrir alrededor del teléfono”. Nos anunciaban la llegada de una revolución tecnológica en materia de comunicaciones; concretamente alumbraba el nacimiento de los teléfonos móviles y la explosión que iba a suponer internet. Aunque la bisoñez con la que narraba la magnitud que alcanzaría internet evidencia que por aquél entonces era imposible saber cómo una transformación tecnológica iba a traer cambios sociológicos tan profundos.
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En el vídeo también se menciona que dicho cambio “acercará culturas y ampliará la nuestra” y finalizaba con un mensaje admonitorio que hizo removerse a más de algún visionario. “Quedan 15 años y no podemos dejarlos pasar. Sólo quien los aproveche a fondo creará nuevas oportunidades de desarrollo para empresas y hogares”.

En aquel tiempo finisecular, el anuncio de que se aproximaba un cambio tecnológico radical (cuando el personal andaba aún usando el walkman) provocó una marea de escepticismo entre el público receptor de dicho mensaje. De hecho, más de uno pensaría “¿De qué están hablando?”. Y sin embargo, el spot es certero porque nos muestra la revolución tecnológica que se acerca, la inminencia de internet como un punto de inflexión que marcará un antes y un después en la historia.

Aquello se materializó y supuso un cambio radical en nuestras vidas. Y aparejado a la consolidación de internet tenemos la evolución meteórica experimentada con los teléfonos móviles. Unos aparatos que en apenas 20 años han experimentado tal transformación que hoy en día, el uso mayoritario que hacemos nada tiene que ver para lo que en principio fueron pensados.

Si realizamos una rápida retrospectiva comprobamos cómo lo que en principio fue un armatoste inalámbrico comercializado para evitar la incomodidad de las llamadas en teléfonos fijos ha ido transmutando en un elemento tecnológico sofisticado que reúne múltiples funcionalidades y características.

Los primeros diseños de móviles sorprenden por su rigidez, su aparatoso formato y la escasa funcionalidad. A mediados de los 90, comenzaron a reducir su tamaño, incluyen las primeras imágenes pixeladas, algunas funciones como reproducción de tonos monofónicos y polifónicos, así como el tirón que tuvieron los SMS y en menor medida los MMS que podían incluir imágenes animadas. Sin embargo, el coste seguía siendo elevado y a nadie se le ocurría pensar que a través del móvil se pudiera tener acceso a internet.

Entonces, las principales operadoras crearon los llamados portales WAP, primitivas plataforma de acceso a internet, aunque bajo un formato muy precario y sólo para acceder a determinada información. Además, te cobraban como funcionalidad extra por lo que aparte de la tarificación por llamadas estaba la tarificación por datos con el consiguiente encarecimiento de la factura.

De alguna forma, estas primitivas plataformas de acceso a internet fueron la antesala de la verdadera transformación. En 2008 Apple comercializa el smartphone y nada volverá a ser lo mismo. Por vez primera, esta tecnología permite que alguien se conecte a la red esté donde esté (gracias a la tecnología 3G y ahora con el 4G) y el salto cualitativo es de tal calibre que hoy en día, hasta un gigante como Microsoft ha tenido que lanzar su última versión, el Windows 8, con un diseño muy semejante a las App’s, el software del siglo XXI que ha cambiado de arriba a abajo la forma de acceder a internet. En los principales estudios de Agencias de Marketing Mobile se demuestra que la penetración del móvil y la tablet está desbancando al PC y al portátil en cuanto a soportes para acceder a internet. Hoy en día, al usuario no le interesa el soporte con que se conecta si no la accesibilidad, el hecho de poder estar donde sea y tener acceso a internet, a generar contenidos. Y de no ser así, cualquier aparato o soporte está abocado al fracaso.

Y ahí están las App’s copando buena parte del mercado. Un acceso táctil e intuitivo a internet, directo y sin necesidad de buscadores. De hecho, 2012 supuso el auge de este tipo de software gracias a sistemas operativos como Android y otros.

Pero lo mejor está por venir. Y llegará de la mano del grafeno, un nuevo material que se consigue del carbono. Es extremadamente ligero y su principal cualidad es que es conductor, lo que significa que puede “conducir” una señal eléctrica. Pongamos el siguiente ejemplo: una mesa de grafeno conectada a la red hará que al poner mi móvil encima, éste cargue la batería o se conecte a internet.

¿Qué va a suponer todo esto? Pues un aldabonazo en toda regla, es decir, se instaurará la llamada sinergia on-off, se podrá interactuar con todas las cosas que estén conectadas y usarlas de maneras diferentes. Desde una cubertería, a una silla, pasando por una lámpara, todo cambia cuando el elemento se puede conectar a la red. Puede sonar a ciencia ficción que tu armario pueda escanear la ropa y te recomiende prendas de oferta que encajarían con tu estilo, pero un tipo de servicio como éste ya está tomando forma y verá la luz cuando la tecnología lo permita.

Imaginad lo que este cambio traerá aparejado. El que un coche, unas gafas, cualquier objeto tenga conectividad hará que el usuario tenga una experiencia integradora, más rica en cuanto a contenidos y sobre todo más segmentada y adaptada a sus gustos. Además, todos estos desarrollos no se harán en páginas web porque sería una horrible experiencia de usuario, sino en aplicaciones donde la experiencia se adapta mejor a las necesidades.

Poder interactuar con un elemento del mundo offline (ya sea un cartel digital puesto en una marquesina de autobús, un código de barras, etc) deberá  hacerse a través de un dispositivo y ese no tiene porqué ser el móvil. Puede ser también unas gafas, o un reloj, cualquier objeto personal que se precie.

Sin temor a pecar de entusiasta, este nuevo escenario que se nos avecina va a suponer una auténtica revolución en nuestra forma de estar y actuar en el mundo. Y deberemos estar preparados y este es el aspecto o la traba que más preocupa. Sobre todo, porque la brecha digital se acrecienta en un mundo plagado de desigualdades y mucha gente no tendrá acceso a esta tecnología, a no ser que los gobiernos a escala mundial tengan claro que el acceso a la comunicación e información es indispensable y hay que facilitarla.

Por ahora, estamos en el umbral de esta revolución tecnológica del siglo XXI. Y al igual que en 1985 un loco de Telefónica decidió que había que contar al mundo lo que estaba por venir, en la actualidad pasa algo muy parecido. Con la diferencia de que aquí hablamos de valor añadido, esto es, ofrecer una solución a una demanda existente que ha de satisfacerse. Y las tendencias de consumo tecnológico demuestran a las claras que el internet de las cosas es cuestión de tiempo. Quizás, más pronto de lo que pensamos. Y producirá un cambio tremendo en nuestras vidas.

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