Las siete plagas

Dios hizo el mundo en siete días, una pelota palpitante y llena de vida. Creó las aves y las bestias, creó la luz y las tinieblas, creó el mar y la brisa… creó al hombre y… bueno… se notó la prisa.

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Entonces llegó la mujer, quintaesencia de la especie humana. Y con ella el deseo, el pecado, la paciencia y la dieta de la manzana. El hombre confundió el libre albedrío con vivir ebrio ‘perdío’ y, entregado a los placeres mundanos, hipotecó su futuro en el paraíso. Acabó, sin previo aviso, tapando sus vergüenzas, una con cada mano.

La versión 2.0, inspirada en primates y guisantes, no es compatible con la de antes. No es, por tanto, novenario el conflicto entre el software libre y el propietario.

Llegaron a esta tierra visigodos, pandorgos y romanos. Mucho antes los íberos. “Y ¡veros!” ordenaron a judíos y musulmanes los piadosos cristianos.

Entre gachas y tiznaos transcurrió sin mucho pisto la historia, hasta los tiempos en curso, cuando empezamos a perder la memoria.

Del bautizo de pantanos al luto por Las Tablas comprende la Edad del Fango, amarga como un tango, hedionda y estancada como un cenagal. Del yugo emanó un zagal que hizo de La Mancha (su) imperio y agradeció, con manos largas, la lenidad de su pueblo. Abdicó en su blanco delfín y ¡milagro! le rebrotó el cabello cuando mudó la rosa y el capirote de ministerio.

El delfín gobernó con la ayuda de paniaguados carpines, mas no calculó el peso de amicísimos y benjamines y acabó atrapado en una interminable tubería de compromisos. Siguió sin viso su camino hasta dar de bruces con la ruleta del destino y guiado por cantos de sireno, hacia el edén del dinero, acabó con su gozo en el inhóspito y avutardo Villar del Pozo.

En la ciudad del culo pardo habitan los tentetiesos, de enaceitada prosapia y conspicuo polvorón. Muy populares, aunque te la den con queso. El resto, los sanchopanzas, pacen trashumando vestidos de lana entre rotondas y ordenanzas.

No conviene olvidar, en el traqueo de la zozobra, la vida y obra de Nos-Trasladamus, profeta de la opulencia. Aquél que soñó un ganso por nave y, con santa paciencia, lo domó para cruzar La Mancha en AVE:

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Las aguas invertirán su curso hacia el levante
cuando el hombre pierda rumbo y talante.
Ansiará las modernas Sodoma y Gomorra
y surcar el cielo, como el cuervo y la cotorra.
Golpearán su espalda siete terribles plagas:
la corrupción y la función pública vaga,
el amiguismo y las actitudes serviles
de los hombres, que dejarán de ser libres.
Tras la cuarta llegarán las capitales
y el pesar de los mortales
Del cochino y su estirpe
llegará el invierno de la gripe,
el hambre y la ruina del erario
y la muerte de peces en El Vicario.

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