Las circunstancias (Editorial)

Editorial de MICIUDADREAL.ES ante los últimos recortes en el Gobierno de Castilla-La Mancha.

Cuando un político toma una decisión obligado por las circunstancias no es él quien la toma, sino las circunstancias. El verdadero valor de una decisión política proviene de los principios, del ideario o de la ideología. Sin más.

El segundo tijeretazo del presidente de Castilla-La Mancha, José María Barreda, a su gobierno, a los altos cargos y, presumiblemente, al laberinto público empresarial de la Administración autonómica, es fácilmente plausible porque exporta a la opinión pública la imagen de unos gestores que también están dispuestos a hacer sacrificios por el bien de la caja común. Pero, al tiempo, la última tala que deja el bosque gubernamental con apenas siete árboles «consejeros» es la prueba irrefutable, el testigo de cargo, de que hasta ayer la comunidad autónoma ha sido un sumidero de dinero público. Por eso, el encogimiento de este insaciable monstruo político-administrativo autonómico adquiere así el valor de una decisión política devaluada. En efecto, si se ha decidido ahora engrasar las tijeras de esquilar ha sido porque antes, funcionarios, pensionistas y mujeres han experimentado el zarpazo de un decreto que ha sido como un zapatazo encima de la mesa de una socialdemocracia mal sostenida sólo en las rentas del trabajo… Y porque la sociedad empieza a darse cuenta del gigantesco batallón de cargos vacíos de contenido y de gastos prescindibles con que demasiado alegremente ejercen los poderes públicos. Sobre todo en tiempos de penuria social.

En ningún momento la decisión de Barreda de este espectacular segundo recorte ha sido por puro convencimiento. Sin presiones circunstanciales ni crisis delatoras, sin la demostración a posteriori  de que la Administración debe ser austera antes que derrochadora no hubiéramos asistido a reforma alguna. Y hubiera sido entonces cuando esa decisión no sólo hubiera sido sabia e inteligente, sino coherente y honesta.

La crisis ha tirado de la manta y ha descubierto una orgía de cargos, empresas, asociaciones, una inmensa corte palaciega que creció exponencialmente durante la época cesarista de José Bono  y que José Barreda ha mantenido hasta ayer. De catorce consejerías del comienzo de su mandato se ha pasado… ¡a la mitad!, en dos tandas. Aunque obligado por las circunstancias, se trata de una buena medida, que con un poco de vergüenza a lo mejor se extiende por el mapa autonómico del Estado. Podemos pasar por alto el reflejo político de Barreda de querer ser el primero de todos los presidentes en hacer con ahínco de Eduardo Manostijeras a un año de las elecciones, pero al mismo tiempo, se convierte en el primer reconocedor de la frívola generosidad con que se ha derrochado.

¿Qué hubiera pasado si la crisis no hubiera hecho reflotar y mostrar con toda su visibilidad la tómbola que ha sido hasta ayer la Junta de Comunidades? En otros momentos no muy lejanos se mantenía la mano rota con la misma prestancia con que los austeros de hoy decidían una subida de sueldos escandalosa. Y de tapadillo, hasta que fueron descubiertos, cuando ni siquiera existían “circunstancias” que obligasen a ese autorregalo salarial.

Al final, tendremos que agradecer a la desalmada crisis económica el comienzo de un tiempo nuevo en el que el ciudadano no tolere el derroche con la excusa de mantener el Estado Democrático del Bienestar. Que, por cierto, es el más caro porque es el mejor.

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