El grado cero

El grado cero de la escritura (Le degré zéro de l’ecriture) es el primer ensayo importante de Roland Barthes. Publicado en 1953 en la colección ‘Pierres Vives’ de la editorial Seuil, aunque algunos aspectos se habían publicado como artículos en la revista ‘Combat’ desde 1947. Se trata pues, de un ensayo sobre la historia de la literatura francesa en donde Barthes no hace una revisión de autores, corrientes u obras sino que estudia los orígenes y las transformaciones del concepto de escritura literaria mismo y de su relación con distintos periodos históricos. Así Mallarmé y la muerte de la escritura. O el escritor actual, que al presentarse con una escritura neutra, blanca o de ‘grado cero’, trata de posicionarse como un hombre honesto, que niega las formas establecidas que comportan una carga ideológica que está por encima de las intenciones propias del escritor. Sin embargo, como toda escritura revolucionaria, termina por integrarse al sistema de las bellas letras; la sociedad hace prisionero al escritor dentro de la literatura, que es lo que intentaba negar. Y  no hay escapatoria posible. Y por ello cunden y crecen los ‘Grados ceros’ por doquier.

Así los presupuestos de Ciudad  Real para 2013, sin aportación alguna para la inversión, el crecimiento y el gasto productivo. El techo de gasto contemplado en 55 millones de euros, en tales presupuestos, no permite la utilización de un solo céntimo para eso, que antes se llamaba inversión. Inversión que creaba empleo y generaba bienestar.

Y ahora, sin razonamiento alguno, se produce el signo contrario de inversión cero o de gasto  productivo congelado, tanto en Madrid, en Toledo como en Ciudad Real; tanto Rajoy, Cospedal como Romero. Ahora se trata de aguantar, como sea, el frío y largo invierno de la recesión y la desinversión.

Pero ocurre que no resulta creíble mantener un país, una región y una ciudad sin gastos de mantenimiento y conservación de servicios e infraestructuras. Pero ocurre que no hay crecimiento sin inversión, y que la parálisis de esta es una condena al peor de los estatismos y al más sonoro de los estancamientos. ¡Qué crezcan ellos, a la unamuniana que inventen ellos! ¡Qué lejos quedan las proclamas electorales pasadas y los eslóganes publicitarios esgrimidos por doquier!, hasta en la estación de Atocha se pudieron contemplar tales argumento retóricos de ¡Un lugar para vivir!, ¡Un lugar para crecer! Y cosas parecidas, en aras de la conquista de la evidencia. Aunque ahora para conquistar la evidencia no se cuente ni con un céntimo de euro. Ya se sabe ¡Cero en inversiones!, pero también ¡Cero en conducta!

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