El detective íntimo: Capítulo 7

El detective íntimoAsí quedó nuestro hombre después de una ducha helada y secarse sólo suficiente para no encharcar el suelo: como el mismísimo David de Miguel Angel en lo alto de la silla mirando a una de las esquinas con ojos penetrantes a punto del desafío, descansando sobre la cadera derecha, inclinada la pierna, ligeramente doblada, y con el sujetador de Lorena al hombro cual honda justiciera del rey bíblico. Lo único que presentaba un contrapposto académico era su miembro, en estado de aturdimiento por la lluvia gélida que lo había amansado. Escuchaba a Lorena que le decía desde la habitación .
-No te muevas, enseguida estoy lista. Y recuerda las reglas. Tú eres el David y yo una chica estudiosa que llega al museo y se queda arrebatada por la belleza de la escultura.
-Pero, la tele… -murmuró sin descomponer la pose- va a empezar el partido.
-De acuerdo, la pondré, pero sin volúmen. Es la única y definitiva concesión.
A Román Paracuellos, el detective íntimo, aquello empezaba a gustarle, y mucho. Pasada la emocionante perplejidad y aunque se encontraba en una situación de exquisita intelectualidad para hacer lo que vienen haciendo las personas desde la cueva primigenia, reconoció que éso le daba un elemento más de sofisticada excitación.
-De acuerdo, pero sal ya…
-Chitón, que aunque a punto, Miguel Angel no consiguió que hablara…
Lorena salió de la habitación con un vestido hasta los pies de neohippy universitaria, de organza estampada, transparente, con un gran escote que mostraba la mitad de los senos, los hombros al aire cruzados solamente por una tirilla roja. Llevaba unas sandalias de andarina y una cinta cárdena en el pelo artisticamente desordenado. Debajo no llevaba nada. Para completar el disfraz de muchacha interesada en la anatomía davidica, se armó de una de las muchas carpetas que tenía en su casa, un bolígrado con el que palilleaba sobre sus labios y unas gafas de estudiosa. Total.
La muchacha salió de la habitación y cruzó ante él sin mirarlo y se introdujo en la pequeña cocina…
-¿Te queda mucho? No, no creo que pueda…
-Empieza la función. Calladito.
Y ya estaba todo dispuesto, la tele con el partido que acababa de comenzar y Lorena que se arrancaba en su magnífica trasmutación.
La chica salió de la cocina con cara despistada, mirando a todos los lados como buscando algo. Dio unos pasos y cuando contempló a Román-David se quedó boquiabierta, quieta en el pasmo ante la belleza. Se acercó lentamente, muy despacio, y lo rodeó caminando por completo. Román pugnaba por mantener cerradas las puertas de la sangre que llamaba con fuerza de riada a cada punto sensible de su cuerpo. Lorena se detuvo frente a él. Como David, esto es Paracuellos, estaba sobre el asiento de una silla la cercanía de su hombría con el rostro entre ingenio y especulativo de Lorena lo llevaron al borde del desmayo. Grunó.
-Mmmmm, tan real parece que me ha parecido incluso que gruñía pero no, ha debido ser mi imaginación…
La chica se acercó a mirar el miembro, se alzó un poco las gafas como para observarlo mejor, luego se las volvio a colocar.
-Oh, qué realismo tan… tan carnal. Aunque juraría que en las estampas esta cosita -dijo cogiendo el pene con una mano-no es tan grande. A ver, a ver…-susurró dubitativa cotejando lo que tenía a un palmo de la cara con una presunta estampa que llevaba en la carpeta. Con el bolígrafo le dió un par de toques inofensivos- Anda, parece que se despierta, estaría dormidito…
David Paracuellos, iba a gruñir pero se contuvo. Estaba armado pero no con la honda del jovenzuelo pastor sino con el mosquetón que la naturaleza dispuso concederle.
La chica prosiguió con su parlamento. La televisión daba las imágenes sordas del partido, pero por primera vez, para sorpresa de nuestra estatua viva, no le prestó la más mínima atención. Tal vez porque se trataba de un partido amistoso, tal vez…
Lorena simuló mirar de soslayo a todas partes porque se imaginó en la sala del museo florentino donde se exhibe la portentosa escultura.
-Vaya, parece que no hay nadie, y la estatua, este hermoso y bien dispuesto David es tan… tan real, y tan atractivo y tan sexual…
A medida que hablaba entre susurros pícaros, Lorena se acercó y puso su rostro a un centímetro de donde acababa la dura hombría de Paracuellos.
-Y si me atreviera a … A ver, a ver…-musitó casi quejumbrosa acariciando el pene de carne-mármol de David-Román, al tiempo que la televisión seguia vomitando jugadas inconexas.
La chica prosiguió con su picara fantasía, acompasó las caricias, con una mano, con las dos. Ella estaba de pie, a la altura del centro neurálgico de él, que también estaba de pie, soportando a duras penas el suplicio del silencio y la postura.
-Pero sé que este hombretón no dirá nada porque es una estatuta y nadie nos verá. Mmmmmm, qué hermoso miembro…-Dicho lo cual lo besó con timidez disimulada y luego lo introdujo en su boca.
Las sienes le estallaban a Román, pero la chica mantuvo un ritmo suave, el hombre sintió un calor deleitoso, una humedad arrebatadora, una relajación rayana en el éxtasis. Lorena se concentró cada vez más en su locura sexual.¡Estaba introduciendo en su boca el miembro del David de Miguel Angel! Eso la excitó de manera incontenible. Siguió con su trabajo, hasta hacer desaparecer el atributo en su garganta, alternando la profundidad de la deglutición con suaves pasadas sobre el rosáceo glande. Llevaba puestas las gafas, y seguía vestida, la carpeta la arrojó de sí por estorbo y con ambas manos apretaba y arañaba el culo de nuestro moderno David.
-Ya, no puedo más- zanjó Paracuellos.
Como si hubiera recobrado vida de repente por los elixires del placer, nuestro hombre, ya hombre-hombre de carne y hueso, se bajó de la silla, despojó a Lorena del vestido que hizo pedazos, puso el volúmen de la televisión hasta el límite de la multa municipal, y se llevó en volandas a Lorena al sofá donde la amó sin contemplaciones hasta el delirio final, que Román ralentizó para que fuera un orgasmo de dos, igualitario y socializado.
-Guau- dijo Lorena, feliz, viva y satisfecha- Ha sido excitante…
-Sí, ha sido muy, pero que muy excitante. Y no sé qué parte me ha excitado más si la visita al museo o el gol de Benzemá.
-Eres un tonto.
Lorena se incorporó desnuda y se dirigió a la cocina. Con una infusión en una mano y un zumo de tomate en otro, le dio lo que habría de ser la sorpresa que culminaría la sorprendente velada.
-¿Sabes una cosa? Soy detective.
-Pero… ¿qué me estas diciendo? – Román no salió de su estupor.
-Si, caballerete. Durante el fin de semana me estuve informando sobre ti y tus par-ti-cu-la-ri-da-des… ¿Y sabes, qué? Que creo que vamos a hacer un tándem estupendo…
-¿Y a quien sigues?
-Al señor Badía…
-!No jodas!
-Bueno, lo acabamos de hacer…
-Quiero decir…
-Mejor no digas nada. ¿Te quedarás toda la noche, eh? Me sé otro jueguecito, pero éste es de un gladiador que…

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