Así que pasen diez años, por ejemplo

Manuel Valero.- Los acontecimientos del día son un cóctel que se lo toma uno y convoca, trémula la voz de garrafón social, a los ectoplasmas venideros para que le faciliten una videncia certera a corto plazo. Por ejemplo, una década, que parece mucho pero no es sino la mota de polvo de una pitarra en las ojeras de la historia.

Manuel Valero
Esto no es ciencia, conste, ni siquiera pseudo ciencia: no es ni reiki, con el juego que daría posar las manos sobre el corazón del guardián del sistema quien sanado de su codicia, volviérase generoso y altruista y repartiera un nuevo maná universal cual si se tratara de la mismísima Parusía… ¿Qué pasará desde hoy y a lo largo de una década y qué realidad nos encontraremos entonces?

El caldo de hoy mismo resulta muy tentador para todos los comensales, porque los comensales, que somos todos, somos conscientes de que estamos en uno de esos momentos cruciales de un devenir tan inmediato como mediático. El panorama desde el puente nos ofrece un chapaleo general en el lodazal de una crisis tan complicada técnicamente, como simple sociopsicológicamente.

Hay unos que dicen que pueden arreglar la casa acabando con una tele por habitación; otros que una tele por habitación es bienestar socialdemócrata y que eso no se toca. Para darle al cuadro una sombría luz de Caravaggio, aparecen en una esquina los casos de corrupción que salpican a todos los partidos y al no-partido de la Corona, junto a los afectados más directos de los desahucios y de las preferentes, sensible y simpáticamente arropados por el reflejo de una bonhomía general: pobrecitos, qué lastima.

Superficialmente, este sería el modelo y el pintor podría optar por hacer una versión al estilo de la Escuela de Venecia, con toda su perspectiva, su geometría, su arquitectura, colorido, su movimiento contenido, tamizado todo en una sugerida uniformidad , o por una versión más onírica, pero más sincera de El Bosco, sacando a la conciencia de la luz y la inteligencia los requiebros y celadas del inconsciente colectivo, que haberlo lo hay desde que lo descubrió Carl Yung.

¿Resistirán la desafección, los dos partidos que han gobernado este país desde los tiempos en los que se creyó en el milagro de que eramos gobernables? ¿Caerán en picado en beneficio de los otros partidos nacionales, IU y UPyD, como auguran los oráculos estadísticos de la coyuntura? ¿Aprovecharán la decadencia (que no crisis) del Sistema las organizaciones que se erigen en adalides de los más débiles hipotecados por exceso o de los que jugaron preferencialmente en el juego de los mercados de los que luego abominan? ¿Será una cruz, ahora que recién acaba la Semana Santa, ser político y no un chollo como hasta ayer?

¿Habrá un despertar ciudadano al albur del feliz desperezamiento de la sociedad civil cuando se ha acabado la fiesta? ¿O quienes hoy gritan, mañana regresarán a sus sofases una vez que el riego del empleo y la nómina frecuente irrigue el cuerpo social con renovado dinamismo? ¿Seremos más demócratas? ¿Surgiría un nuevo sistema si diera la casualidad de que Ada Colau se atreviera a ponerle cara a La Gran X que otros pregonan inquietantemente desde la ensoñación de una democracia on line y pudiera formar gobierno con el futuro Neo socialista y un talludito ideológico como Lara (Cayo, Lara) en una trilateral salvífica? ¿Cómo evolucionarán los acontecimientos y cuáles serán los signos de los tiempos que nos indiquen la dirección de los nuevos vientos? ¿Serán huracanados, alisios, ábregos? ¿Quién ganará en este pulso multipolar de egoísmos colectivos gestionados como alternativas y trufados como bellas causas, que siendo realmente nobles se utilizan para cotizaciones inconfesables?

¿Quien se erigirá en el rey o reina del escrache, una palabra que con sólo verla escrita dan ganas de enterrarla en tinta porque de fructificar puede estimular a sus practicantes hasta normalizar unas partidas de la porra ya con porra? Para colmo que, como en el cuento bíblico, vengan años de vacas gordas y todo se diluya como un azucarillo, y cada uno, cabras y cabrones enfilemos derechitos hacia el monte de la querencia original.

Yo no sé muchas cosas es verdad, digo tan solo lo que he visto, que decía el poeta a quien contaron todos los cuentos, pero braceando para sacar el gaznate de este movedizo nihilismo (bueno) que me trepa y trata de engullirme y precisamente porque me contaron demasiados cuentos y por ser testigo presencial de cuentistas redomados, me agarro al ramaje de una retama miserable, suficiente para sobrevivir en el intento: la nueva sociedad no será sólo política, será un poco más espiritual o no será.

Reconozco mi cantinela de monotemático obseso, pero viendo el cóctel de todos los días que combina el bronceado UVA de la derecha con el achulado acoso de los escracheros, no queda otra. En estos años se está cociendo el porvenir y por primera vez en nuestra democracia adulta, a la queda sólo le queda un par de añejos para compensar los 40 de Franco, oportunidad única (otra)para que a partir de ahí comenzar a ser una sociedad normal, por primera vez digo, nos acercaremos a las urnas con el estirón dado en medio de una crisis que nos ha sorprendido a todos en plena siesta.

Pero la verdadera pesadilla será si pasada una década estos liberales sin alma que entraron a saco hasta en los derechos humanos, resulta que tenían razón, y que la casa común de la derecha, la izquierda, de los alternativos, los escraches, mister X y compañía, no se derrumbó como la fantasmal Usher gracias a los diezmos de la gran penuria, aunque haya habido corsarios sin moral, como los hubo en el estraperlo patrio de los años 30, origen de más de una y más dos, incluso tres, fortunas respetables. Se agolpan las preguntas a medida que escasean las respuestas Así que pasen diez años lo sabremos.

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2 COMENTARIOS

  1. Lo díficil no será llegar al 2023, casi como en la canción de Silver y Evans ‘In the year 2525’. Lo díficil será llegar al 2014 o a la próxima cita electoral. Por que el cuerpo social, económico, político, escrachado o embalsamado si fuera menester, parece que no aguanta.

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