Orden inmobiliario

José Riveroas pasados un diario nacional, dedicaba las páginas de su suplemento dominical a ‘Los despojos de la burbuja’, para componer un cuadro, yerto, frío y cadavérico, sobre el  día después (nunca mejor dicho, aunque podría ser el año siguiente, o la década posterior) de la batalla sostenida en los últimos años de lluvia monetaria, de barro inmobiliario y de muertos vivientes o al revés. La imagen de Samuel Sánchez, que ilustraba la portada del suplemento, mojado y embarrado, no llamaba a engaños: una cancela azul de malla galvanizada, de unas obras en promoción en Madrid, aparecía anudada por una cadena y un cerrojo, a modo de responso y de cierre. O a modo de hartazgo y fatiga. Incluso, a modo de hundimiento.

Más aún en el interior, el artículo que desarrollaba la entrada citada en el despojo de la portada, era igualmente elocuente: ‘La digestión del ladrillo’. Donde se mezclaban el Banco Malo o SAREB; las hipotecas vencidas sin techo y con suelo; la nutrida cartera inmobiliaria de entidades financieras; las empresas en concurso de acreedores o en simple extinción societaria; las familias abocadas a la miseria más miserable y endeudada; el desempleo en el sector construcción por las nubes y así todo. También la falta de programación económica, por muchos rectores copetudos que hubiera; el vacío normativo, por mucho Código Técnico de la Edificación desfilando con fanfarria; las notarias y registros colmatados, pese a las dudas del negocio; los ejercicios de préstamos hipotecarios, en un vértigo consecuente e imparable de la deuda privada, sin que el Banco de España y otros Organismos Supervisores, alertaran de la llegada del  lobo; y las estadísticas reventando números, primero verdes, luego rojos y al final negros. Muy negros.

orderninmobiliarioNo veía ‘la digestión del ladrillo’ por ninguna parte, porque el ladrillo no es algo digerible y masticable. Y sus calorías son de muy bajo valor energético. Más bien, sería la indigestión de un hartazgo que ya se señaló, pero no se quiso oír. O tal vez, se señalara a la voracidad de los agentes inmobiliarios, con hambre secular y muy atrasada. Posiciones y acciones, todas ellas, que tienen que ver más con el Orden Digestivo que con el Orden Inmobiliario.

Y aquí, en este punto del relato descubrí la dualidad que duerme en las palabras. Porque un Orden Inmobiliario, puede ser justamente, la creencia en “la colocación de las cosas en el lugar que les corresponde”. Incluso y en esa onda de lo apropiado y lo correcto, la segunda acepción del DRAE, como “concierto y buena disposición de las cosas”, que cuenta y disponen con “reglas y modos que se observan para hacer las cosas”.

Ese es el orden alfabético y lingüístico. Junto a él aparece la magnanimidad  de La Orden. Que marca y fija a “cada uno de los institutos civiles, militares o religiosos, creados para premiar, por medio de condecoraciones a personas beneméritas y muy destacadas”. Y ese es el meollo y el enigma. El Orden Inmobiliario, es más La Orden Inmobiliaria. Una Orden que premia, no con distinciones e insignias, sino con plusvalías y ganancias morrocotudas, a esas personas distinguidas, no por su valía o su bonhomía, sino por la capacidad de trocar en valor social simples piedrecillas. O grandes bloques de viviendas varadas en su propia argamasa.

Es decir, que el pretendido Orden Inmobiliario, devino primero en un Orden Estático y Edilicio; para, a continuación, pasar a ser un Orden Digestivo, de  índole Caníbal y Depredador. Y concluir, en la escapada más irreal que pueda verse, en un Desorden Moral y Estético. Que eso será La Orden inmobiliaria.

Periferia sentimental
José Rivero

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6 COMENTARIOS

  1. Como bien sabes, y consta en La Red, Le Corbusier dijo que «La Arquitectura debe de ser la expresión de nuestro tiempo …».

    Leyendo a este genio y usando su frase, me da un escalofrío de cuerpo entero pensar en cómo debería ser la Arquitectura de los últimos 17 años en España.

    Supongo que una Arquitectura acomodada a La Orden Inmobiliaria ¿No? Y no me refiero a las grandes obras, sino a los experimentos como el del pocero en Seseña o la amalgama cutre de Ciudad Real, incluidos helicópteros que despiden a diario a sus insignes militares y obvian que ésta debe estar al servicio de la sociedad civil o ¿Palos de golf? que emulan A Don Quijote y Sancho.

  2. Siempra queda la posibilidad de exceptuar a la Arquitectura de las mazmorras inmobiliarias, mediante la distinción de Construcción versus Arquitectura. El mismo Le Corbusier que citas, dijo que la Arquitectura era un sesgo del espíritu. Y no un tropel de ladrillos mal colocados. En esa órbita de confundir Construcción con Arquitectura avanza la llamada Ley de Servicios Profesionales o LSP, de los muy liberales gobernantes.

  3. Hay un pecio enorme en el término de Granátula, frente al otro cadáver aeroportuario. El Reino de Don Quijote (siempre me enervó que se le otorgara al bueno de Don Alonso la vanidad de un reino)no llegó ni a cadáver. Duelos y Quebrantos por todo, y nunca mejor dicho, precisamente.

  4. ¿Pecio en Granatula, frente al aeropuerto? Informa Valero, informa. Sabíamos de ese pecio enorme y lunático, de nombre anterior Azor y varado en un secarral. Pero esta pieza hay que mostrarla.

  5. Leo esta mañana en la prensa que la Comunidad de Madrid anuncia un aeródromo a 10 minutos en coche de Eurovegas.

    Ya tengo los nervios y la mala leche a hervir. Nuestra ínclita Cospedal va a consentir que se pudra el aeropuerto de Ciudad Real y no va a intentar ponerlo en valor para que sea la referencia de ese antro de ludopatía y estupefacientes que va a ser el Eurovegas.

    Si el Gobierno de España da por hecho que esa aberración se va a poner en marcha, al menos sed un poco inteligentes y usad esta instalación que está a 50 minutos de esas instalaciones.

    Pero no, ahora quieren hacer algo en Los Álamos que esté operativo en 2018, que lo paguemos todos y que se lo quede un coleguilla del PP durante 40 años. Probablemente algo en terrenos de amiguetes de González (la nueva Aguirre), con un proyecto hipermillonario que deberá cumplir unos plazos de construcción atroces que multiplicarán por 10 el precio inicial.

    En fin, de nuevo el aeropuerto de Ciudad Real se queda compuesto y sin novia. Eso sí, con dinero público se hará otro en el saturado espacio aéreo de Madrid.

    No aprendemos. Y lo peor es que, con la inquina que le tiene Cospedal al aeropuerto de Ciudad Real, la cosa acabará en barbecho. De nuevo patada en las pelotas al orden inmobiliario.

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