La cita del 10 de julio en Puertollano

Manuel Valero.- Llega un momento en el que salir a la calle para exigir que se detenga la sangría es de tal compromiso ciudadano que es imposible hurtarse a ello. Independientemente de quien convoque o quien trate de arrimar el ascua a su sardina, por lo demás inevitable, y al margen, también de las causas que han llevado a Elcogas , la joya de la corona de este tipo ManoloValero3de planta capaz de producir gas a partir del carbón o de los posos putrefactos resultantes del tratamiento del crudo, a esta situación que no es nueva, ya que la compañía viene renqueando desde hace años, y aparte del complejo mundo del mercado eléctrico que entronca con la política energética y sus dos antagónicos frentes: la apuesta hoy desapostada por las renovables y el rechazo radical a las nucleares. Sin contar con lo que directamente afecta al ciudadano que es el recibo de la luz de una hermenéutica a prueba de expertos.

En el caso de Puertollano se trata de la posibilidad, probabilidad y casi certeza de que Elcogas, uno de los pocos focos de resistencia industrial que va quedando en la ciudad, eche el cierre con las consecuencias añadidas de otros cierres por simpatía y la regresión a la dependencia única de Repsol, como en tiempos de la Calvo Sotelo, pero con la diferencia de que entonces la industria refinera y petroquímica estaba en alza, y sobre todo, porque el nudo fabril nacional estaba paradójicamente nacionalizado y eran empresas públicas puras y duras vigiladas por el señor del bigotito. No deja de ser un sarcasmo, pero era así. Los tiempos cambiaron así como nuestras obligaciones derivadas del ingreso de España en la Unión Europea que obligó al desmontaje de monopolios y nacionalizaciones y a cambiar el chip del viejo protectorado franquista por otro modelo, bueno o malo, de las privatizaciones, y la aparente competencia y otros apaños, pues hubo magros benefiados de ese tránsito del INI de toda la vida al mercado teóricamente libre… y privado.

Sean cuales sean las circunstancias y la síntesis de todo ese conglomerado empresarial, comercial, técnico y endiabladamente entreverado como es el mundo de las eléctricas, se hace obligada la presencia en la calle de los puertollaneros que han visto en los últimos tiempos cómo toda su industrialidad se ha ido deshojando como una cebolla hasta llegar al cogollo de lo único que puede quedar en pie: Repsol. Quedarse en casa, pese a las miles de lecturas que puedan hacerse de la movilización, es dar una hoja en blanco a quienes tienen la capacidad de firmar el finiquito de la empresa multinacional. Porque no se trata de un cierre, se trata de un cierre más de la magnitud de Elcogas, como la puntilla a todos estos años aciagos de cierres encadenados.

De modo que si obviamos la carga sentimental y apostamos por la motivación pragmática es inevitable exigirles a las empresas que participan en Elcogas, al Estado, a la Junta, a la  Unión Europea, que hagan algo por evitarlo en la medida de lo posible. Sin más. Llegados a este punto es mucho más saludable ver a la población en la manifestación del día 10 de julio que en sus casas o en las terrazas, asistiendo con displicencia a la decadencia industrial dePuertollano y sus letales efectos sobre la vida cotidiana. Y luego que cada cual saque sus propias conclusiones y avale o no las lecturas interesadas, que las habrá, de todo este pisto que se nos ha venido encima. A uno eso le importa francamente un bledo y precisamente por eso, el día 10 de julio tengo una cita con mis paisanos. Y que sea lo que tenga que ser.

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