En un mes de enero los molinos de aceite fueron escenario de crímenes, nacieron gigantes del balonmano y fenecieron luthiers de otro tiempo

Manuel Cabezas Velasco.- Referíase “La Correspondencia de España” un 29 de enero de 1918, en Informaciones de Provincias de esta manera:

“Un hombre muerto.

efemerides 1Ciudad Real, 28.- Dicen de Criptana que riñeron Manuel Lucas, Pedro García y Pedro Ortega.

El primero agredió a éstos, resultando muerto Ortega.

El agresor se presentó en la cárcel” [1]

La noticia, con más pelos y señales, también aparecía en el periódico El Sol del citado martes 29 de enero, relatándola en los siguientes términos:

“Una riña

CIUDAD REAL 28 (10,15 n.).- En un molino de aceite de Campo de Criptana, propiedad de D. Cristóbal Mirabet, riñeron por antiguos resentimientos los molineros Manuel Lucas, Pedro García y Pedro Ortega. El primero de los citados, con la palanca de una prensa, dió muerte a uno de sus contrincantes, hiriendo gravemente al otro. Después de esto el homicida se presentó al juez, quedando detenido.” [2]

Dicha noticia parece llevarnos a la crónica negra de una España donde la justicia se tomaba al primer impulso, por la mano o por cualquier artilugio que se encontrase para abatir a aquel adversario que le había hecho alguna afrenta.

Siguiendo las palabras de José Manuel Cañas Reilo [3], habría que iniciar el relato por el lugar de los hechos: el molino cuyo propietario era un tal Cristóbal Miravet o Mirabet (pues su origen parecía ser valenciano), apareciendo citado en varias publicaciones de la época: como Vocal de Cámara de Comercio de Vinaroz (Castellón) en 1901; posteriormente, aparecería como uno de los productores de vino de la población castellonense de Cuevas de Vinromá (años 1914 – 1915); y, más tarde, hacia 1929, como “vocal patrono suplente” en el comité paritario interlocal de tonelería de Tarragona, se menciona a Cristóbal Miravet de la siguiente manera:

“El Comité paritario interlocal de tonelería de Tarragona

Se ha dispuesto que el comité paritario interlocal de tonelería de Tarragona, con residencia en Reus, quede constituido en la forma siguiente:

Presidente, don Anselmo Vilalta, y vicepresidente primero, don Juan Pinol.

Vocales patronos efectivos.- Don Pedro Aguadé, don Joaquín Calaf, don Pedro Calero, don Ricardo Ferrete, don Salvador Viernes, don Carlos Zaragoza y don Juan Blandi.

Vocales patronos suplentes.- Don José Salvat, don Cristóbal Mirabet, don José Banús, don José Durán, don José Cots, don Pedro Domingo, don Joaquín Curto.

Vocales obreros efectivos.- Don Ramón Cabrera, don Tomás Roig, don Manuel Sahagún, don Carlos Grau, don Joaquín Bosch, don Miguel Cabace, don Francisco Monserrat, don José Colominas y don Francisco Sola.

Vocales obreros suplentes.- Don José Barbera, don Joaquín Gendre, don Pedro Vicente, don Manuel Martorell, don Pedro Miravall, don José María Gasset, don José Gras, don Domingo Just y don Juan Roig.

Secretario, don Manuel Juncosa.” [4]

Quizá fue Mirabet uno de aquellos inversores levantinos, como Mompó y Laurens, que vinieron a establecer sus negocios en Campo de Criptana a comienzos del siglo XX. Así nos lo indica José Manuel Cañas Reílo.

Estos datos, aunque escasos y sin referencias que lo vinculasen con la población de Campo de Criptana, ni en el Anuario Riera de 1901, ni en los años siguientes hasta 1904, a pesar de los cambios que se introducen, sigue sin ser mencionado el supuesto propietario del molino, el señor Cristóbal Mirabet, ponen a esta historia sombras más allá del resentimiento que mostraron los participantes en la reyerta. Aunque la historia del crimen del molino, por el que es conocida en Campo de Criptana, ahí queda.

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efemerides 2Recientes han sido los éxitos que han coronado al balonmano español como el mejor de Europa, lo que en términos reales viene a suponer ceñirse la corona a nivel mundial.

Esto ha ocurrido cuando ya han transcurrido décadas desde que el balonmano hispano estuviese a un nivel suficiente para codearse con los pesos pesados del continente europeo.

Rusos, alemanes, balcánicos, rumanos, suecos, franceses, daneses, todos ellos siempre han hecho gala de una mayor capacidad para la obtención de títulos y para lograr las victorias que se califican de importantes, con las que se ganan las finales a la postre.

Hace más de cuatro décadas comenzaron los primeros gigantes de nuestro balonmano a asomar la cabeza dentro de la élite europea, con fugaz éxito por aquel entonces aunque ya haciendo gala de los mimbres que podríamos llegar a tener con un trabajo serio y continuado. Entre aquellos gigantes se hallaba nuestro personaje de hoy. Era un muchacho que había nacido en un pueblecito de nuestra provincia, Malagón, con unas características físicas que se definían por una altura muy superior a la media de aquel entonces, próxima a los dos metros, con una técnica envidiable y un poderoso lanzamiento.

Aquel muchacho nació un 12 de enero de 1958 y se llamaba Cecilio Alonso Suárez.

De su historia pocas cosas ya quedan que añadir en estos momentos. Su gran físico le llevaría de jugar al deporte universal que constituía aún hoy en día el fútbol, para iniciarse en el mundo del balonmano con la ayuda de uno de los sacerdotes que en su colegio donde estudiaba en Ciudad Real, población en la que ya residía desde los dos años de edad.

Allí, en el Colegio Nuestra Señora del Prado, los Marianistas, donde la semilla balonmanística había germinado de la mano de Jesús “Aurrerá” – homenajeado recientemente en dicho centro [5] – surgiría un jovencito cuyas capacidades le llevarían mucho más lejos de aquel centro capitalino. Aún no había llegado a su fin la dictadura del general Franco cuando Cecilio se incorporaría a las categorías inferiores de un equipo histórico del balonmano nacional, el Atlético de Madrid. Tenía por entonces quince esplendorosos años, llegando a dar el gran salto tres años más tarde, con dieciocho, cuando debutaría en el primer equipo. Comenzaría por entonces el progresivo ascenso de un jugador que entraría en el olimpo de la historia del balonmano patrio. En aquella década de los setenta había muchas crónicas que ensalzaban su valía, pero desde su propia tierra, un periódico local así lo describía:

“BALOMNANO: MAÑANA COMIENZA LA LIGA PROVINCIAL

Sierra, jugador, técnico y entrenador de balonmano, nos daba la noticia. El domingo empieza la liga provincial en sus distintas categorías. Ya era hora. Hacía tiempo que no se hablaba de este deporte, uno de los que más y mayores satisfacciones nos ha dado a la provincia. Ahí está ese Cecilio Alonso, uno de los mejores jugadores que existen en España, y por supuesto en su equipo, el Atlético de Madrid, salido de nuestra cantera ciudadrealeña…” [6]

Su paso por el Atlético de Madrid le llevó a la obtención de cinco Ligas y seis Copas del Rey, en los once años que allí permaneció. La espina fue la no obtención de títulos a nivel europeo, siendo dos veces subcampeón en las temporadas 1984-85 (Copa de Europa) y 1986-87 (Copa IHF).

Cuando alcanzábamos el año de 1987 Cecilio Alonso cambió el club de su vida marchándose a su gran rival, el FC Barcelona, cuyo poderío económico era incontestable y su oferta fue imposible de rechazar.

Sin embargo, el cambio no le trajo demasiada suerte. El hombro derecho que se lesionaría le impidió estar en la plenitud de sus facultades, perdiéndose un número importante de partidos.

Los dos años siguientes le fueron difíciles, las lesiones le impedían volver a la cumbre. Por entonces a pesar de su escasa presencia en las canchas, obtendría con el FC Barcelona una Liga, una Copa del Rey y una Supercopa de España.

En el año de 1989 sus metas ya comenzaron a ser más modestas, desembarcando en el Balonmano Cuenca, en el que permanecería una temporada.

Llegado el año de 1990 regresó al club de su vida, el Atlético de Madrid, militando las dos últimas temporadas de su carrera.

Por aquel entonces el Atlético de Madrid estaba presidido por Jesús Gil, el cual tomó una drástica decisión que fue contra los intereses de la sección de balonmano: la disolvió.

Así, con treinta y seis años, Cecilio Alonso anunciaba su retirada como jugador en activo, habiendo sido tres veces máximo goleador de la Liga ASOBAL. En la prensa local de esta forma se relataba la noticia:

“SERÁ COMENTARISTA EN LAS OLIMPIADAS

Cecilio Alonso deja el balonmano como jugador

ANGEL CERRO

En la mañana de ayer el manchego Cecilio Alonso Suárez, considerado uno de los mejores jugadores de Europa en el deporte del balonmano, confirmaba su retirada definitiva después de disputar los próximos cuatro encuentros que restan de competición.

De Cecilio se podría estar escribiendo mucho: internacional en infinidad de ocasiones y uno de los baluartes balonmanísticos de España y del continente europeo…” [7]

A nivel de la selección española, en sus 92 internacionalidades obtuvo un total de 284 goles, logrando los títulos de Campeón del Mundo de balonmano B en 1979 y, como técnico ayudante del seleccionador, la medalla de bronce en los Juegos Olímpicos de Atlanta 1996 y la medalla de plata del Campeonato de Europa celebrado en España. Sin embargo, las lesiones también le alejarían de citas tan importantes como los Juegos Olímpicos de Moscú 1980, Seúl 1988 y Barcelona 1992.

Su fama le llevó a encontrarse en el olimpo del balonmano mundial. En su tierra así despertaba las alegrías y la admiración de los jóvenes que lo contemplaban como un auténtico gigante. En aquellos tiempos cuando yo mismo cursaba el bachillerato, en el colegio en el se impregnó del gusanillo del hand – ball, asistía a uno de los numerosos homenajes que recibiría a lo largo de su carrera. Era mayo de 1986 y el tristemente fallecido Luis Campos señalaba – cuyo artículo completo se muestra en la fotografía – que “con motivo de las fiestas del Colegio de los Marianistas se encontraba en Ciudad Real, Cecilio Alonso, jugador de balonmano del Atlético de Madrid, internacional español y pregonero por un día”. [8]

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efemerides 3Los tañidos de alguna guitarra mostraron en su tiempo la grandeza de maestros como Francisco Tárrega o Andrés Segovia.

Detrás de esta maestría se encontraba el oficio de un ebanista alcazareño, afincado en la capital de la provincia, Ciudad Real, para ejercer el oficio que más tarde le convertiría en un reconocido luthier de fama mundial. Este personaje nacía el año de una España que poco después se vio fragmentada en provincias y regiones gracias a la creación de un Estado centralizado de la mano del Secretario de Estado de Fomento don Javier de Burgos.

El muchacho que naciera en Alcázar de San Juan, constituyendo hasta fechas muy recientes parte integrante del Priorato de San Juan y, por ende, quedaría integrada en la provincia de Ciudad Real, mostró su primer llanto un 27 de octubre de 1833. Se llamaba Vicente, hijo del molinero Juan Arias y de Bernabea Castellanos. Era el mayor de seis hermanos Vicente Arias Castellanos.

La humilde condición de sus progenitores le llevaría poco después a trasladarse a Daimiel en busca de mejores perspectivas, viviendo ya en la capital provincial cuando tenía los dieciocho años de edad, en la plazuela de las Dominicas.

Para ayudar en la economía familiar, mediando el siglo XIX (1851), el primogénito de la familia comenzó como aprendiz en un taller de ebanistería, llegando a adquirir gran maestría y fama como ebanista. Así, casi una década después, teniendo su propio taller de ebanistería en la calle de la Paloma número 12 ó 14, se conocerá también su fama como constructor de guitarras, convirtiéndose por entonces en un luthier que llegaría a la cumbre de los grandes maestros en dicho arte.

En aquellos tiempos su progenitor había fallecido y su madre se ganaba la vida regentando un estanco en la calle Arcos de la ciudad.

Sin embargo, para dar este gran salto necesitaría un espaldarazo definitivo. Finalizaba la década de 1870 cuando el reconocido compositor y guitarrista villarealense Francisco Tárrega le encargase a Vicente Arias una guitarra con unas características peculiares: debía ser más pequeña de lo habitual para adaptarse a sus características físicas y artísticas, pudiéndola llevar debajo de su capa y así fortalecer sus dedos fuera de la vista. El resultado excedería las expectativas del maestro, debido a los materiales utilizados, el menor tamaño y la profunda caja de resonancia, dando lugar a un particular sonido con el que crearía escuela.

Ya por aquel entonces el afamado ebanista y constructor de guitarras gozaba de una vida asentada que incluso le llevó a contraer sus primeras nupcias con Ceferina Flores y Sánchez.

Continuaría la década siguiente con su taller en la calle de la Paloma, llegando a abonar de contribución anual la cantidad de 40 pesetas.

A lo largo de unos veinte años trabajaría con el luthier más afamado de la época, Manuel Ramírez, de ahí que Vicente Arias no fuese un desconocido llegando a aparecer en diversas publicaciones anunciando su arte.

En los años finales del siglo XIX comenzará a aparecer el nombre del fabricante de guitarras Vicente Arias de Ciudad Real en guías comerciales o Anuarios del Comercio Bailly – Baillière. Posteriormente, tras una vida intermitente que le llevaba de Ciudad Real a Madrid, aparecería con residencia en esta última desde 1902, tal y como se reflejan en publicaciones posteriores y para evitar tener que trasladar las guitarras fabricadas a la capital del reino, donde habitualmente tenía a la mayoría de sus clientes. Su taller quedaría fijado en la calle Santa Isabel, 20, aunque aparecerían guitarras fechadas en la calle de las Huertas, siendo su domicilio particular hasta su muerte el 19 de enero de 1914 (aunque según otras fuentes podría ser anterior, quizá 1912 ´1913) del ubicado en la calle del Álamo.

Un 5 de octubre de 1890 se hacía mención en el periódico La Época, en relación a la Exposición de la sociedad científica europea de “una artística guitarra, de Vicente Arias, de Ciudad Real” [9], o en El Globo, el 9 de octubre de 1907 la mención de premios otorgados con motivo de la Exposición de industrias madrileñas así lo mencionaba:

“…D. Vicente Arias, por sus preciosas guitarras y bandurrias, medalla de primera…” [10], señalándose en el mismo rotativo de 1908 la siguiente reseña:

“Las buenas guitarras.

Vicente Arias.- Santa Isabel, 20.

El veterano guitarrista D. Vicente Arias presentó en la Exposición un laúd, dos bandurrias y cuatro guitarras de palo rosa y palo santo, que fueron justamente elogiadas por cuantos tuvieron ocasión de admirarlas.

  1. Vicente Arias tiene adquirida universal fama por la sonoridad y precisión de voces que distinguen a todos los instrumentos por él construidos, y que por tal causa son los preferidos por los inteligentes.

A las muchas recompensas obtenidas en distintas Exposiciones, unirá el señor Arias la medalla de oro que en ésta le ha sido concedida, y por ello le felicitamos” [11]

Y, también, en El Progreso Industrial y Mercantil, de la siguiente guisa:

“Don Vicente Arias, Guitarrista.

SANTA ISABEL, 20.

Ha muchos años que el inteligente Sr. Arias es bastante conocido como constructor de instrumentos de cuerda, para que tratemos de enaltecer tan reconocida fama.

Su modesta pero artística vitrina apenas si contiene una docena de instrumentos, la exhibe sólo porque recuerden todos sus magníficos trabajos, hechos por sí y sin ayuda ni cooperación de ningún obrero.

Desde Ciudad Real, donde se dio a conocer en toda España, hasta Madrid, su actual residencia (Santa Isabel, 20), es solicitado por su especial construcción en el instrumental de guitaras, bandurrias y laúdes; dígalo si no la valerosa ciudad de Valencia, y las mismas Repúblicas americanas, para donde es solicitada y exportada la reducida fabricación que hoy le es dable realizar, pues ni su edad ni sus fuerzas físicas le permiten confeccionar el número de instrumentos que de él solicitan.

Lo más original del Sr. Arias es la exclusividad en él para construir, pues carece de operarios, y desde el labrado de maderas hasta la última incrustación que en sus trabajos realiza, todos, absolutamente todos, los confecciona por sí mismo.

Entre los ejemplares que exhibe, existe la guitarra para su uso construida, que, según competentísimos peritos, es de los más acabados que se conoce.

Hasta los sucesos de Valparaíso, el Sr. Arias concretaba su manufactura a esta parte de América, de donde las demandas se sucedían, no obstante la justa fama que adquiría en toda España.

Baste decir que este industrial no tiene hoy competencia legal en sus instrumentos.” [12]

Sin duda alguna, el encargo realizado por el maestro Francisco Tárrega revolucionaría el mundo de la guitarra y elevaría al olimpo de los más grandes al constructor guitarrista Vicente Arias Castellanos, rivalizando con el también lutier Antonio de Torres en calidad y elegancia constructivas. El por qué fue muy definitorio: la tipología más reducida de la guitarra, la elección de los materiales con los que se construyó, darían como resultado un excelente trabajo definido por su esmero, su extraordinaria sonoridad y, como consecuencia, un elevado valor económico. Todo ello fundamentado en la utilización del pino abeto alemán para la tapa, el arce para el fondo con sus aguas y espectaculares brillos, o palo santo de Brasil e incluso arce para los aros, el ébano o palo santo de 65 centímetros utilizados para el diapasón, destacando sin duda alguna el vistoso y complicado trabajo de marquetería de la roseta resultado de un mosaico de figuras entrelazadas de colores diversos y, a veces, con dos filetes negros en forma de ondas.

Su firma aparecía con etiqueta en el interior de la caja, indicando su nombre, año de construcción y localidad donde se construyó, constituyendo una de sus innovaciones técnicas el reforzamiento de la tapa armónica con cuatro seis e incluso once varillas radiales a modo de abanico, sin duda alguna uno de los más audaces procedimientos constructivos de aquella época.

En suma, aquel muchacho que se aficionase al tratamiento de la madera cuando apenas tenía cumplidos los dieciocho años, se convertiría con el paso de los años en un auténtico especialista en la construcción de guitarras, haciendo gala de ello por su calidad y la cantidad de premios recibidos como la medalla obtenida en la Exposición Universal de Barcelona (1888) o el conseguido en la Exposición Universal de París. Nuevamente, por desgracia, su historia se quedó en el olvido, solamente circunscrita a los especialistas del mundo de la guitarra y el coleccionismo.

MANUEL CABEZAS VELASCO

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[1] La Correspondencia de España. 29 de enero de 1918. Madrid.

[2] El Sol, año II, núm. 59, 29 de enero de 1918.

[3] José Manuel Cañas Reílo en: https://criptanaeneltiempo.wordpress.com/2012/07/06/el-crimen-del-molino-campo-de-criptana-1918/

[4] La Vanguardia, 15 de marzo de 1929, p. 25.

[5] ESPADAS, Manuel: “Ilustre fin de fiesta”, en La Tribuna de Ciudad Real, lunes, 11 de mayo de 2015 (http://www.latribunadeciudadreal.es/noticia/Z796E227F-9561-DE80-763F3703EE8FC878/20150511/ilustre/fin/fiesta).

[6] Diario Lanza, 7 de enero de 1978, p. 12.

[7] CERRO, Ángel: “Será comentarista en las Olimpiadas”, en Diario Lanza, 15-04-1992, p. 28.

[8] CAMPOS, Luis: “Cecilio Alonso, en las fiestas de los Marianistas”, en Diario Lanza, 29 de mayo de 1996, p. 16.

[9] La Época. Últimas noticias y telegramas de la tarde, 5 de octubre de 1890. Madrid. Dicha referencia también aparece en el  de Madrid, 7 de octubre de 1890. P. 2.

[10] El Globo. Diario independiente, 9 de octubre de 1907. Madrid. Reseña también aparecida en El Proteccionista. Revista Decenal, 12 de octubre de 1907, Madrid. P. 5.

[11] El Globo. Diario independiente, 15 de marzo de 1908. Madrid.

[12] El Progreso Industrial y Mercantil. Extraordinario.- Núm. 3. Agosto 1907. Madrid, P. 572.

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2 COMENTARIOS

  1. Interesante y atractivo.
    Campo de Criptana también ha tenido su crónica negra. Un acontecimiento que nos recuerda el ‘Duelo a garrotazos’ de Francisco de Goya. Un cuadro que hoy retrata a España.
    Cecilio Alonso Suárez fue llamado el ‘lanzamisiles humano’ y Vicente Arias Castellanos fue casi desconocido en su tierra. Lamentable…..

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