En un diciembre algunas plagas asolaron campos, nacieron militares de jerarquía y fenecieron artistas escultóricos

Manuel Cabezas Velasco.- Con este artículo del mes de diciembre queda finalizada una etapa en cuanto a las efemérides que se apuntan en esta sección. Igualmente, damos por terminado el pasado año – algo retardados, lo que espero sea pronto subsanado – para, a partir de la siguiente publicación adentrarnos en el año en curso, haciendo más ágil la lectura para todos aquellos que me habéis seguido y para todos a los que invito a incorporaros a la nueva andadura.

En la publicación de hoy nos centraremos en tres contenidos muy dispares. Uno hará referencia a una época en las que no se podía contrarrestar en los campos de España la voracidad de plagas tan fatales como la de la langosta de 1875. Continuaremos con un bosquejo biográfico de un personaje, militar para más señas, muy conocido en el ámbito ciudadrealeño y que es homenajeado incluso con el nombre de una calle: el General Aguilera, conocida anteriormente como calle Arcos hasta los tiempos de Alfonso XIII en que adoptara el nuevo sobrenombre. Y, finalmente, daremos paso a una reseña sobre un artista que ha coronado algunos de los espacios públicos más relevantes de la ciudad: el escultor y pintor Joaquín García Donaire.

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Trece provincias viéronse afectadas en el año de 1875 por la voracidad de la langosta que había iniciado una plaga tres años antes, y que en años posteriores haría nuevas apariciones. Una de aquellas demarcaciones territoriales fue la de Ciudad Real, que nuevamente sería presa de las escasas medidas tomadas por los propietarios para la extinción de la plaga en etapas anteriores, a pesar de las recomendaciones existentes desde mediados del siglo recogidas en la Real Orden e Instrucciones fechadas en 3 de junio de 1851, diferenciándose en los gastos de extinción considerados como provinciales para el caso del canuto y el mosquito, y municipales en el caso de la langosta adulta.. Testigo y partícipe de todo aquello sería un paisano ilustre, Agustín Salido, pues sería nombrado en dicho año – en 1851 también lo había sido – Comisario Regio especial que tenía por misión inspeccionar todas aquellas provincias que se habían visto invadidas por la langosta, para lo que utilizaría sus grandes conocimientos en la materia pues, tras varias décadas de recopilación y trabajo de laboratorio, había publicado el año anterior el libro denominado “La langosta. Compendio de cuanto más notable se ha escrito sobre la plaga, naturaleza, vida e instintos de este insecto, y de los remedios que se han empleado y ordenado hasta el día para combatirlo, con todas las antiguas y modernas disposiciones dictadas en la materia, para que pueda servir de libro de consulta á todas las corporaciones y autoridades administrativas del país”, donde “ya Agustín Salido hace mención en su obra sobre la langosta de un insecto destructor de la langosta, adjudicándose su descubrimiento. Achaca a su acción la desaparición de la langosta tras la puesta, aduciendo que, aunque la hembra muera por causa del enorme esfuerzo y parte de los machos se ahoguen, la muy superior cantidad de éstos no hace posible que todos intervengan en la reproducción, luego suponía una causa externa. Tras diseccionar varios cadáveres de langosta observó en su interior la presencia del parásito con apariencia de un pequeño gusano blanco, al que bautiza como “el gusano vengador”. Tras recolectar varias de estas larvas observó su metamorfosis en moscas, que describe aunque no identifica entomológicamente. También hace mención de otro “gusano” que encontró en el interior de algunos canutos y que supone aventuradamente que se convierten luego en los guías de las bandadas de langosta…” [1]

Esta plaga – además de los diversos precedentes existentes en diferentes épocas – tendría varios episodios a lo largo de la década de los 70 del siglo XIX, pues la provincia de Ciudad Real se vio atacada por los años 1872 y 1873, centrándose al año siguiente en otras provincias.

En 1875, como Comisario Regio especial para la inspección de las provincias invadidas, Agustín Salido recogería en una publicación aquellos acontecimientos. Sin embargo, las dimensiones de aquella plaga – que en la memoria del Sr. Salido refiriéndose a la provincia de Ciudad Real, citaba a 63 pueblos invadidos, que alcanzaron una superficie de 200.978 fanegas de tierra con canuto de langosta y, siendo votada en la diputación provincial correspondiente la cantidad de 210.000 pesetas para paliar dicha plaga [2] – no serían tan mastodónticas como la acaecida en aquel mismo año en el mes de agosto en el estado de Nebraska, constituyéndose en el equivalente a la superficie territorial conjunta de la Península Ibérica. [3]

Refiérese, pues, don Agustín Salido y Estrada a las consecuencias que la citada calamidad provocó sobre su demarcación provincial de origen de la siguiente guisa:

“Esta desgraciada provincia, sigue siendo el blanco y foco de la plaga de la langosta, y sin la inmensa destrucción de insectos que se hizo en las campañas del año último, que como consta en documentos oficiales ascendió á la enorme suma de 28,125 fanegas de canuto, y de 372,317 arrobas de mosquito, que representan la fabulosa destrucción de seiscientos catorce mil setecientos veinte y cinco millones de insectos, yo no sé hasta donde se habría extendido la plaga, que después de haber infestado en gran parte, á las provincias de Albacete, Toledo y Madrid, aún ha dejado hecha su aovación en 200,978 fanegas de tierra, que arrojan los denuncios oficiales que publico al final de mi alocución á los habitantes de esta provincia, fechada en 22 de noviembre, y que adjunta le acompaño á V. E. designada con el núm. 3.º

En dicho documento de visita podrá ver V. E. que los pueblos invadidos lo son: Ciudad – Real, Abenojar, Alhambra, Alamillo, Albaladejo, Alcázar de San Juan, Alcoba, Alcolea, Alcuvillas, Aldea del Rey, Almaden, Almadenejos, Almagro, Almedina, Almodóvar del Campo, Almuradiel, Anchuras, Arenas de San Juan, Argamasilla de Alva, Argamasilla de Calatrava, Arroba, Ballesteros de Calatrava, Calzada de Calatrava, Caracuel, Carrión de Calatrava, Castellar de Santiago, Chillon, Corral de Calatrava, Daimiel, Fernancaballero, Fontanarejo, Herencia, Las Labores, Luciana, Manzanares, Miguelturra, Montiel, Moral de Calatrava, Picon, Piedrabuena, Poblete, Pozuelos de Calatrava, Puebla del Príncipe, Puertolapiche, Saceruela, San Cárlos del Valle, San Lorenzo, Santa Cruz de los Cáñamos, Santa Cruz de Mudela, Solana, Terrinches, Torralva de Calatrava, Torrenueva, Torre de Juan Abad, Valdepeñas, Villahermosa, Villamayor de Calatrava, Villamanrique, Villarta de San Juan, Villarrubia de los Ojos, Granátula, Pozuelo de Calatrava y Membrilla, en todo sesenta y tres poblaciones.

En vista de que era urgente resumir en disposiciones concretas cuantos consejos y amonestaciones venía dirigiendo á las provincias infestadas, puesto que ningún Sr. Gobernador las dictaba, redacté la série de medidas que podrá ver V. E. en el <Boletín extraordinario> de esta provincia, perteneciente al 25 de noviembre, del que le acompaño un ejemplar con el núm. 4. y cuyo proyecto de circular, fue discutido y aprobado en sesión que celebré con el Sr. Gobernador Civil, Comisión Permanente y Junta de Agricultura.

En virtud de esas disposiciones, las juntas provincial y municipales se constituyeron, y funcionan ordenadamente; y distribuidos á los pueblos los fondos que han correspondido á la mensualidad de diciembre, se ha inaugurado la campaña con la mayor actividad, obrando yá en los depósitos mas de dos mil fanegas de canuto, no habiéndose recolectado áun más, porque gran parte de los braceros han invertido este mes en la recolección y rebusca del poco fruto de aceituna que ha habido en esta provincia.

La prestación personal se halla también acordada por la inmensa mayoría de los pueblos, y como estos se hallan tan castigados por la plaga, y la Junta provincial tan animada del mayor celo, es de esperar que con las 210,000 pesetas consignadas por la Diputación, y los auxilios que el Gobierno de S. M. le suministre, esta provincia limpiará de canuto en este invierno los terrenos que lo permitan, y en la campaña de primavera terminará la extinción, al salir los mosquitos de los sitios en que se haga posible su persecución en este primer período…” [4]

Continuaba el citado autor:

“…Resumiendo, Excmo. Sr.

…La (provincia) de Ciudad Real, tenía denunciadas hasta el día 17 de noviembre 260,978 fanegas, á las que habrá que añadir las de los pueblos de Granátula, Membrilla y Pozuelo de Calatrava que han formado con posterioridad sus expedientes, resultando en todos sesenta y tres pueblos invadidos, con un presupuesto provincial para calamidades de 210,000 pesetas.” [5]

A modo de conclusión, el citado Sr. Salido y Estrada expone que los recursos económicos con los que se trataron de paliar los destrozos que propició la demoledora plaga resultaban exiguos. En los siguientes términos se expresaba:

“Lo consignado para calamidades por las trece provincias invadidas, asciende á 592,000 pesetas viniendo á corresponder á cada una de aquellas, á 2 y media, ó sean 10 reales y medio próximamente. Esto es lo que puede invertirse en la limpia de cada fanega de tierra erial infestada, de la consignación de fondos provinciales suponiendo que todos ellos se apliquen exclusivamente á esta calamidad.

Para que V. E. comprenda lo exiguo de esa suma, con relación á la plaga, y al precio á que se paga actualmente el celemín de canuto, en la provincia de Ciudad – Real, que como la mas infestada, es en donde á mas bajo valor podrá adquirirse, bastará le manifieste; que la mayor parte de las Juntas Municipales han acordado el precio de cuatro reales á aquella medida, de manera, que de dichos fondos provinciales solo podrán pagarse dos celemines y medio por fanega de tierra denunciada, cuando, por término medio, bien pueden calcularse en diez fanegas de canutillo, las que podrán extraerse de cada una de aquellas” [6]

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El personaje que recordamos hoy aparece retratado en uno de los museos de la ciudad, que recientemente abrió de nuevo sus puertas. Nos hallamos en el Museo “Elisa Cendrero” y el protagonista de estas líneas es el conocido General Aguilera, de nombre Francisco Aguilera y Egea, nacido un 21 de diciembre del año de 1857 en la localidad de Ciudad Real.

Recuérdase igualmente en la novela de Antonio Galán Gall “Duelos (y también quebrantos) del general Pancho Aguilera” [7], a aquel prohombre que encaraba los últimos años de su vida y se enfrentaba a su otrora amigo Miguel Primo de Rivera al no compartir los derroteros por los que aquella dilatada dictadura transitaba, que tras haber sido partícipe de la conocida como “Sanjuanada” que le llevó a la cárcel, el General Francisco Aguilera y Egea coronaría una dilatada carrera como político y militar desde el último tercio del siglo XIX hasta el primero del XX, con el liderazgo en un nueva sublevación militar. De esta última refiere Manuel Requena Gallego lo siguiente:

“En 1929, nuevamente se volvía a conspirar contra la Dictadura, pero esta vez se ponía en cuestión también, aunque de manera solapada, la monarquía. Se iniciaba así un pacto cívico – militar que iría tomando, de forma progresiva, un cariz cada vez más antimonárquico. Al frente figuraban Miguel Villanueva, el general Aguilera, que había salido de prisión el año anterior, y José Sánchez Guerra. En esta ocasión se contaba con el respaldo militar, destacando la artillería, y la colaboración civil (Alianza Republicana, CNT y catalanistas de izquierdas). Se acordó que las guarniciones comprometidas se levantarían entre las dos y las seis de la madrugada del 29 de enero de 1929, sin esperar más órdenes, y que una vez iniciada la insurrección, le seguiría la movilización popular. La trama insurreccional contó con el sostén republicano en las capitales de Ciudad Real y Albacete. En la primera el protagonismo correspondió a los artilleros, mientras que, en Albacete, la acción fue de un grupo de republicaciones que trasladaron al general Queipo de Llano hasta Murcia para ponerse al frente de regimiento de artillería”. [8]

Así pues, la amplia vida del que poco antes de fallecer adquiriera el rango de Capitán General en plena Segunda República, comenzó a dar sus primeros pasos en el número 12 de la calle de Libertad aquel 21 de diciembre de 1857.

Del que fuera Hijo Predilecto de Ciudad Real, homenajeado con el nombre de una calle que aún perdura o con algún pasaje literario como la novela citada de Antonio Galán Gall, entre otros aspectos, cabría destacar sin duda su ascenso fulgurante en la carrera militar desde que saliera como oficial de la Academia de Infantería de las Salesas, incorporándose de inmediato al frente del norte donde se combatían a los carlistas. Las heridas de guerra de aquella época, principalmente dos graves, le catapultarían a alcanzar el grado de comandante con apenas diecinueve años de edad, lo que llevarían a ir recibiendo merecidos galardones que a modo de condecoraciones o laureles bélicos (Grandes Cruces de San Hermenegildo, de María Cristina, de Carlos III, del Mérito Militar y otras extranjeras, entre otras) poblaron su pecho, tal y como se refleja en el cuadro que el pintor Carlos Vázquez le realizaría, expresándole la siguiente dedicatoria:

“Por el cariño que te profeso y por amor a nuestra querida tierra, lo he pintado para el pueblo de Ciudad Real.

Carlos VÁZQUEZ.

Día de la Virgen del Prado 1917”. [9]

Igualmente sería homenajeado por otro de los ilustres artistas locales de la época, Ángel Andrade, cuyo retrato del por entonces Gobernador Militar de Barcelona, tendría por destino la Galería de hombres ilustres de la Mancha, existente en la Excma. Diputación Provincial. [10]

Su participación en la guerra de Cuba le había conducido hasta el generalato antes de finalizar el siglo XIX, a pesar del revés que supuso para el ejército español al tenerse que rendir ante el avance militar estadounidense y las fuerzas integrantes del ejército independentista cubano, los conocidos mambises.

Más adelante, llegaría la guerra de Marruecos y con ello su ascenso a general de división y, más tarde, a teniente general, siendo recibido de forma multitudinaria por sus paisanos a la llegada a Ciudad Real. Los triunfos de las ofensivas llevadas a cabo entre 1909 y 1914 por su brigada y posterior división fueron sometidos a prueba en la región del Rif al enfrentarse a las tribus y cábilas existentes.

De su participación en la guerra de Melilla (1909), sin duda alguna destacó el desastre del Barranco del Lobo, donde las tropas españolas fueron derrotadas por los rifeños. Este hecho provocaría una ola de protestas en España contra el envío de tropas de reserva que desembocarían en la Semana Trágica de Barcelona. Aunque la fama de la que ya gozaba le llevó a ser recibido a su regreso a su tierra natal por sus paisanos con un banquete.

En Tetuán también tuvo participación el General Aguilera, pues fue ocupada desde 1911. Sin embargo, el General daría un cambio a su vida, iniciando en 1917 su trayectoria política, tras abandonar el ejército. El 19 de abril de aquel año sería nombrado Ministro de Guerra en el gobierno de Manuel García Prieto, cargo que sólo ocuparía hasta el mes de junio.

En aquel corto período de tiempo ministerial decretaría la disolución de las “Juntas Militares de Defensa”, pues suponían una auténtica rémora para lo que constituía la disciplina castrense.

1918 fue el año en que lo vio como Senador vitalicio, llegando a ser presidente del Consejo Supremo de Guerra y Marina. Sin embargo, su carácter liberal y el prestigio del que gozaba dentro del ejército – lo que le suponía estar en las quinielas para encabezar cualquier directorio militar – le llevaría a iniciar una serie de cambios y reformas como fue la instalación en Ciudad Real del regimiento de artillería.

Siendo ministro había recibido el encargo de acabar con las problemáticas Juntas de Defensa cuyo corporativismo suponía una gran presión del elemento militar con destino en la península sobre el poder civil. Su actividad política para paliar la pérdida de poder adquisitivo por la I Guerra Mundial o la petición de ascensos por méritos de guerra obtenidos por los militares destinados en Marruecos eran rasgos que caracterizaban a estas Juntas de Defensa, que quedarían abolidas diez meses antes de que el general Miguel Primo de Rivera diese un golpe de Estado.

El General Aguilera por entonces estaba asistiendo a su declive político tras haber mantenido un duro debate con el Senado por el expediente derivado del Desastre de Annual de 1921 y la consiguiente depuración de responsabilidades que las tropas españolas tenían de haber caído en las manos de Abd – el – Krim, alcanzando hasta doce mil bajas y propiciando la salida de la presencia española de Marruecos después de doce años.

Este clima derivó en una grave crisis política que constituyó el caldo de cultivo que restó fuerza a la monarquía liberal de Alfonso XIII y derivó en ser la causa directa del golpe de Estado y de la dictadura de Miguel Primo de Rivera.

Aunque el desastre fue propiciado por un subordinado del comandante general de la zona de Melilla Dámaso Berenguer, el serio encontronazo que Francisco Aguilera y Egea tuvo con el Senado venía derivado de la defensa que hacía del ejército y de Berenguer – ya que sólo se depuraban responsabilidades en el ámbito militar y se exculpaban a los políticos civiles – escribiendo para ello una durísima carta al expresidente del Gobierno don Joaquín Sánchez de Toca que se convirtió en un enorme escándalo cuando la misma se hizo pública.

El citado texto que el general Aguilera dirige al señor Sánchez de Toca lo refiere así la prensa de la época:

“La carta del general Aguilera

He aquí el texto de la carta dirigida por el general Aguilera al señor Sánchez de Toca:

Hay un membrete que dice: El presidente del Consejo Supremo de Guerra y Marina.

“30 de junio de 1923.

Excmo. Sr. D. Joaquín Sánchez de Toca.

Muy señor mío: En el “Diario de Sesiones del Senado”, del jueves 28 de este mes de junio, he leído su discurso, en el que falta a la verdad. En él se dice que el suplicatorio del Sr. Berenguer no se le había mandado a usted, en aquella época presidente del Senado, con arreglo a las costumbres establecidas, y por conducto del ministro de la Guerra, empleando adjetivos muy suyos. Como esta maldad de usted va dirigida contra mi persona, como presidente del Consejo Supremo de Guerra y Marina, maldad muy en armonía con su moral depravada, he de manifestarle que la repetición de este caso u otro análogo me obligará a proceder con usted con el rigor y energía que se merecen los hombres de su calaña.

Queda a sus órdenes, Francisco de Aguilera.- Su casa, Juan de Mena, 3” [11]

Más adelante también tendría otro encontronazo con otro defensor civilista, el político, José Sánchez Guerra, quien le propinó una sonora bofetada en público que acabó con su prestigio.

Con la llegada de la dictadura de Primo de Rivera, se convertiría en uno de los líderes que llevaría a cabo una oposición de hierro frente a su otrora amigo Miguel Primo de Rivera, convirtiéndose en uno de los símbolos de la oposición militar que se cristalizaría con la Sanjuanada de 1926 o el levantamiento de los artilleros de enero de 1929 en Ciudad Real y Valencia.

En 1926 contaría con ayuda diversa tanto en el plano militar como civil y político. Así del primero destacaban el coronel Segundo García, el teniente coronel Bermúdez de Castro y los generales Domingo Baten y Valeriano Weyler, y entre los segundos Melquíades Álvarez, el conde de Romanones, José Ortega y Gasset, Antonio Machado, Vicente Blasco Ibáñez, Gregorio Marañón y la Alianza Republicana de José Giral.

Sin embargo, los sanjuanistas no obtuvieron el objetivo previsto sino el fracaso, aunque la oposición contra el gobierno dictatorial se mantendría, siendo fruto de ello el levantamiento de los artilleros de 1929, cuyo origen se encontraba en las citadas Juntas de Defensa, a las que los mismos por su ascenso por escalafón no les era posible. Primo de Rivera unificaría entonces el régimen de ascensos de los diversos cuerpos del Ejército, lo que propició la reacción del Primer Regimiento de Artillería Ligera del Cuartel de la Misericordia ubicado en Ciudad Real.

Las guarniciones de artillería comprometidas en esta tesitura ascendían a veintiuna, aunque el resultado final sólo supuso el levantamiento de las de Ciudad Real y Valencia.

Testigos de aquello serían algunos de los procesados como Alejandro Zamarro, siendo los militares procesados recluidos en la Casa de Ejercicios de la calle Libertad, contigua a la iglesia de los Padres del Corazón de María,

La Diputación Provincial, en su salón de sesiones, acogería el consejo de guerra, gozando los acusados de numerosos defensores. Las sentencias se leyeron el 26 de mayo: pena de muerte para el Coronel Paz y los capitanes Zamarro y Marcide, reclusión perpetua para los comandantes Moltó y Goicoechea, los capitanes Herrero, Barra y Soriano, y los tenientes Sánchez Ramírez, Warleta y Méndez – Iriarte, aunque el Tribunal Supremo de Justicia Militar rebajaría las penas de muerte y las reclusiones perpetuas. El día 27 serían trasladados a Pamplona, donde en la prisión militar permanecerían hasta la amnistía que otorgó el general Berenguer tras la dimisión de Primo de Rivera.

Con la llegada de la nueva década, en 1931 se proclamaría la Segunda República, y bajo la presidencia del Gobierno provisional de Manuel Azaña, Francisco Aguilera y Egea sería nombrado capitán general “por los eminentes servicios que ha prestado a causa de la libertad”, rango que pocos meses después sería suprimido de la nomenclatura militar española.

En la madrugada del 19 al 20 de mayo de ese mismo año, cuando contaba con 74 años de edad, el general Aguilera fallecía en Madrid en su domicilio, calle de Alfonso XII, número 12.

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Recuérdase a través de la labor de su viuda y de otros especialistas en la materia, de las obras repartidas por su ciudad natal tanto en exteriores como en diversas instituciones y colecciones privadas, de los testimonios que dejó en vida e incluso del nombre de una plaza, la figura de un artista tristemente fallecido hace ya tres lustros. Una exposición antológica, comisariada por su propia viuda, Gianna Prodan, le recordaba aún en vida en el mes de octubre del año 2002 en el Museo Provincial de Ciudad Real. [12] Hablamos, pues, del escultor y pintor ciudadrealeño Joaquín García Donaire, que desde el 21 de diciembre de 2003 pasó a formar parte del olimpo de aquellos artistas locales que sólo parecen ser valorados cuando ya no están entre nosotros, salvo en el recuerdo.

Su destino parecía estar escrito desde la cuna pues en la misma época en que su tío, el también escultor Felipe García Coronado, presentaba el proyecto al Monumento a Cervantes, daba sus primeros pasos en aquel año de 1926, concretamente un 29 de julio.

De familia de artistas, su precocidad en ese mundillo no se hizo esperar y cuando apenas contaba con la edad de 8 años iniciaba sus estudios en la Escuela de Artes y Oficios, acompañando a su padre y convirtiéndose más tarde en discípulo de su tío Felipe. Posteriormente ingresaría en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando de Madrid, gracias a la beca proporcionada por la Diputación Provincial de Ciudad Real, bajo la maestría de Enrique Pérez Comendador. Esa misma precocidad se contemplaría a la hora de obtener premios cuando aún sólo mediaba la década de los cuarenta: el Premio “Aníbal Álvarez” de Pintura en los años 1945 y 1946, el Carmen del Río en 1947, o el Premio de Primavera de 1949 a 1951.

En la década de los 50 su modelado en barro y escultura se caracterizan por una línea figurativa, sucediéndose los premios y reconocimientos que por entonces abarcarían tanto la pintura como la escultura, donde realizaría numerosos paisajes manchegos y de lo que tenía más cerca, el entorno madrileño, para ir evolucionando desde el realismo hasta la abstracción.

Seguidamente vendría un trascendente viaje a Sevilla, auspiciado por la beca obtenida para estudiar imaginería en la Escuela de Bellas Artes de Santa Isabel de Hungría. Allí también ejercería la labor docente como profesor auxiliar en 1951, interesándose por entonces por artistas como Picasso o Henry Moore.

Al año siguiente tendrá la oportunidad de conocer al primero gracias a la beca que el gobierno francés le otorgó y con ello pudo viajar París.

De regreso a Sevilla, en 1953, obtendría el Primer Premio del Salón de Otoño con la obra “La subida al Calvario”. Al año siguiente participaría en la II Bienal de los Países del Caribe y realizaría su primera exposición individual en Ciudad Real. Después vendría el Gran Premio de Roma (1954) que le proporcionaría una beca de residencia y estudio durante cuatro años en la Academia Española de la capital italiana. Allí tendría por compañeros ya conocidos de la Escuela de San Fernando a Rafael Reyes Torent, Blanca Mac Mahon o Francisco Echauz. Su actividad en esta etapa romana sería incesante tanto con exposiciones nacionales como internacionales: Venecia en 1956, Madrid, Bruselas y Roma en 1958, obtención de la Primera medalla de la Exposición Nacional de Bellas Artes en 1957 con la obra Mujer romana.

Finalizando la década, 1959, regresaría ya a España casado y con un hijo, instalándose en Ciudad Real. Por entonces llevaría a cabo para la Comisión de Semana Santa el Paso Procesional del Resucitado. En 1962 será de nuevo padre y su obra se teñirá de la temática relativa a la maternidad.

Al año siguiente, cuando la obra de García Donaire, gracias a la abstracción, se había dotado “de nuevos y más amplios criterios de libertad y una nueva visión sintetizadora” [13], se instalaría en Madrid, siendo partícipe del Grupo de los Cinco Escultores (que llegarían hasta siete) junto a Venancio Blanco, Jesús Valverde, César Montaña y Benjamín Mustieles, a los que se sumarían José Carrilero y Juan Manuel Castrillón.

En estas décadas el plano académico se manifiesta en la vida de García Donaire tal y como nos lo expresa Enrique Pedrero:

“En la década de los años sesenta, obtiene por concurso – oposición la plaza de Cátedra de Escultura, en la Escuela de Bellas Artes de Barcelona, cargo que nunca ocupará y que desistirá. Unos años después en 1970, le es concedido el mismo puesto en la Escuela de Artes Aplicadas y Oficios artísticos de Madrid, cargo que ostentó hasta 1979, y que abandona, ya que obtiene la Cátedra de Escultura para impartir la docencia en la Facultad de Bellas Artes de Madrid, dependiente de la Universidad Complutense.

En 1984 es titulado Doctor en Bellas Artes. Un año más tarde en 1985, ingresa como Académico Numerario en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, puesto que ocupará hasta 1998.” [14]. En esta última fecha se convertiría en Profesor emérito de la Universidad Complutense de Madrid.

La estrecha relación que la unía a Eduardo Capa le mostró otras posibilidades al contemplar las escorias de su fundición. Desde los años 70 “formas abstractas y abstractizantes se sucedieron desde entonces en su obra” [15]

Siguiendo nuevamente a Enrique Pedrero Muñoz [16], caben enumerarse diversos premios y distinciones recibidos por Joaquín García Donaire a lo largo de su carrera. Así podríamos señalar el Extraordinario de la Prensa “ex aequo” con Manuel López – Villaseñor, Ciudad Real, 1935; los citados “Aníbal Álvarez”, “Carmen del Río” o Exposición de Primavera; el Ibarra y el “Martínez Montañés” de 1951 en Sevilla; el Tercer Premio Exposición Nacional de Bellas Artes de Madrid, 1954; el Gran Premio de Roma del Estado Español, 1956; la Medalla de Oro en la Exposición Nacional de Artes Plásticas de Valdepeñas, 1957; la Primera Medalla en la Exposición Nacional de Bellas Artes de Madrid, la Medalla de Bronce en la V Bienal de Alejandría en 1963; el Premio de Escultura del Concurso Nacional de Madrid en 1965, etc.

Para ser digno de tales distinciones sus obras formaron parte tanto de exposiciones individuales como colectivas. De las primeras de ellas mencionar la de las Salas del Instituto de Estudios Manchegos de Ciudad Real (1954), las antológicas de Villaviciosa de Odón (1999), del Museo Provincial de Ciudad Real (2002) o del Museo de Santa Cruz de Toledo (2004). Y, de las segundas, la de “Artistas manchegos de hoy” en el Museo de Arte Moderno de Madrid (1957), la del Pabellón Español de la Exposición Universal de Bruselas y la del Palacio de Exposiciones de Roma (1958), la V Bienal de Alejandría en Egipto (1963), la de “Escultura contemporánea” de Nueva York (1964); las de la Casa Americana de Madrid (al aire libre) y de la Galería Nouvelle Image de La Haya en Holanda (1966), la X Bienal del Middelheim de Amberes en Bélgica (1969), la de “Lugares de La Mancha” (2ª edición) en el Palacio de Congresos y Exposiciones de Madrid (1970), la de la III Exposición Internacional del Pequeño Bronce MEAC (1979), la III Bienal Iberoamericana de Arte (1981), la de “Arte figurativo español contemporáneo” (1988) y la de “Figuraciones españolas del siglo XX” (1995), entre otras.

Sin duda alguna la obra que más destaca de Joaquín García Donaire es la escultórica, siendo ejemplos de ello y con carácter de obra pública: Monumento a los Conquistadores, en Villanueva de la Serena (1964); Monumento a Don Quijote de La Mancha, en Ciudad Real (1967); Monumento a Alfonso X, en Ciudad Real (1967), cuyo boceto se conserva en una de las salas del Museo “Elisa Cendrero”; “El arquero”, en Madrid (1979); Monumento a Diego de Almagro, en Almagro (1980), con su correspondiente reproducción en Santiago de Chile; “Maternidad”, en Villaviciosa de Odón (1998); Fuente, de la Plaza de la Provincia (dedicada a los Médicos), en Ciudad Real (s/f), tristemente recordada por la desaparición de las “guarronas” [17]; Monumento a San Juan de Ávila, en Ciudad Real (1976); Monumento a Santa Teresa, en Malagón; Monumento a Quevedo, en Torre de Juan Abad.

Sin embargo, junto a esta obra escultórica existía una vertiente pictórica dentro de su creación artística, como su viuda, Gianna Prodan, así nos lo precisa:

“Amante de la naturaleza y de la vida al aire libre García Donaire es también un interesante pintor que ha dirigido su interés sobre todo al paisajismo, realizando sus obras siempre au plein air, como lo hicieron los maestros de otros tiempos…Más tarde, ya a partir de los años 80, su búsqueda se dirigió más directamente hacia el mundo de la abstracción…” [18]

En suma, el conjunto de la obra de este escultor y pintor ciudadrealeño se define por sus rasgos de serenidad, equilibrio y mostrando la belleza y la composición, para lo que su temática se orienta desde las figuras de enamorados, maternidades, desnudos, bailaoras, etc., todo ello teniendo como eje principal a la mujer, constantemente presente.

MANUEL CABEZAS VELASCO

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[1] “La plaga de la langosta en España”, p. 79.

[2] “La plaga de la langosta en España”, pp. 69 y 70.

[3] BERAZALUCE, Iñaki: Una plaga de langostas del tamaño de España”,18 febrero 2011, en http://blogs.lainformacion.com/strambotic/2011/02/18/plaga-de-langostas/

[4] SALIDO, Agustín: Noticia de las Provincias y Pueblos invadidos por la Langosta y Memoria sobre el estado general de la plaga en 31 de diciembre de 1875. Estab. Tip. de LA PAZ. Murcia, pp. 11 – 13.

[5] SALIDO, Agustín: Op. Cit., p. 25.

[6] SALIDO, Agustín: Íbidem cit., p. 28.

[7] Galán Gall, Antonio Luis: Duelos (y también quebrantos) del general Pancho Aguilera. Casa Ruiz Morote e Instituto de Estudios Manchegos. Ciudad Real, 2014. El mencionado autor nos hace una breve reseña de las fuentes en las que se basó para la elaboración del citado libro. Estos son: Juan José OÑA: Ciudad Real y su regimiento: la rebelión artillera de 1929 contra Primo de Rivera. Francisco ALÍA MIRANDA: Duelo de sables: el General Aguilera, de ministro a conspirador contra Primo de Rivera (1917 – 1931). Alejandro ZAMARRO: Los sucesos de Ciudad Real por un condenado a muerte. Francisco MARTÍNEZ: El General Aguilera.

[8] REQUENA GALLEGO, Manuel: “Vía insurreccional y vía electoral en las provincias de Castilla – La Mancha (1929 – 1931). Movilización urbana y pasividad rural”. Comunicación del II Congreso de la Asociación de Historia Contemporánea, Barcelona, junio de 1994, p. 346.

[9] Véase el citado retrato en el Museo –Archivo Histórico Municipal “Elisa Cendrero”.

[10] Imagen del cuadro de Ángel Andrade en Vida Manchega, Ciudad Real, 17 de Julio de 1913.

[11] El Sol. Diario Independiente. Madrid, miércoles 4 de julio de 1923, p. 1.

[12] http://www.castillalamancha.es/actualidad/notasdeprensa/%E2%80%9Cla-antol%C3%B3gica-de-garc%C3%AD-donaire-es-una-oportunidad-%C3%BAnica-para-disfrutar-de-una-obra-maravillosa%E2%80%9D

[13] PRODAN, Gianna: “Joaquín García Donaire: Un eslabón perdido y recobrado”, en Añil 24, Primavera 2002, p. 55.

[14] PEDRERO MUÑOZ, Enrique: ESTILOS Y TENDENCIAS DE LAS ARTES PLÁSTICAS EN LA PROVINCIA DE CIUDAD REAL (1900-2005) Y ACADEMIAS, CERTÁMENES Y MUSEOS. DIPUTACIÓN DE CIUDAD REAL. Imprenta Provincial, Ciudad Real, 2010. P. 143.

[15] PRODAN, Gianna: Op. Cit. P. 55.

[16] PEDRERO MUÑOZ, Enrique: Op. Cit. P. 144.

[17] MUÑOZ DE LUNA, Carlos: “García Donaire y las esculturas perdidas”, en Lanza Digital, 14 diciembre 2014, en https://www.lanzadigital.com/provincia/ciudad-real/garcia-donaire-y-las-esculturas-perdidas/

[18] PRODAN, Gianna: Íbidem cit. P. 55.

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