Un viaje cercano

Manuel Valero.– Les voy a contar una historia. Cansado de la tele, las informaciones constantes sobre todo lo malo, de las especulaciones agoreras que hace la gente de la calle, de los videos apocalípticos de you tube, de los sesudos artículos de renombrados analistas, de las incompresibles contradicciones de nuestros gobernantes, del temor a ver de nuevo las calles sin nadie que las pise nuevamente…como antes, de mascarillas que nos diezman el espejo del alma y de todo lo demás, cogí el coche y me fui a dar una vuelta por la Sierra Madrona que la tenemos aquí al lado.

Conozco algunos lugares y el nombre de algunos picachos y hoces porque tengo amigos que son mapeadores voluntariosos de la Naturaleza que clasifican una mata al primer golpe de vista o identifican un pájaro por su trino. Me fui solo, sin ninguna pretensión de identificar el rico manto que la cubre, ni la volcanería, ni la florida vida que bulle tanto en la umbría como en la solana, ni a coger un poco de brezo, o escribir algo bajo una encina, pasear entre retamas, cantuesos o gemistas, que me recuerda la canción Mediterráneo de Juan Manuel Serrat. Me fui para huir un rato y a imbuirme de la normalidad ancestral que lo embellece todo, porque allí, en cualquier paraje de Sierra Madrona, la normalidad sigue varada en una añorada quietud. Apenas salí de Puertollano y me adentré en las someras aunque imponentes alturas del lugar detuve el coche a un lado de la carretera aprovechando una holgura de tierra y me senté en una piedra a contemplar el paisaje. 

La vista parecía un mar verdoso y arbolado de colinas y el aire tan transparente que sólo hacías cuentas de él porque lo respirabas, así como el cielo de un maravilloso azul sin mácula de nubecilla alguna. Vi varios tonos de verde como los paisajes de Catamarca y volando en lo alto alguna rapaz que así a simple viste no supe distinguir si era águila o buitre. De repente tuve la sensación de haber viajado en el tiempo porque supuse que lo que yo veía ya lo vieron antes hombres de antaño quizá con algún pequeño cambio imprescindible a simple vista. De un solo golpe, la panorámica en toda su dimensión era como una estampa eterna. Créanme si les digo que me pregunté si el cambio climático se había olvidado de la gran Madrona nuestra. Tampoco fui, no se crean, a reflexionar sobre el misterio irresoluble de la condición humana y el porvenir de la especie; al contrario, mi intención era no pensar en nada, absolutamente en nada que no fuera el simple gozo de la contemplación. Y así estuve unas horas hasta que de repente me asaltaron los andrajos de la infame actualidad que vivimos. Pero aquello obró el milagro: tan cerca en el espacio de Puertollano como tan lejos en el tiempo, todo lo que ocurría en ese mismo instante en el mundo parecía estar sucediendo en una galaxia muy lejana.

La pandemia se me figuró pura ficción, el descoloque general que ha traído consigo, un cuento de terror para niños, y las elecciones norteamericanas un déjà vû muy menor ante la apabullante belleza y soledad del lugar. ¿Afectará a esto, a este retablo de pacifico verdor, un poco desmayado por la falta de lluvias,  que las gane el histriónico Trump o el correctísimo socialdemócrata a la americana Biden? Al  fin y al cabo los hombres nos congregamos en ciudades y sobre la tierra hay más espacios inhabitados que aglomerados de humanidad. Por asociación de ideas me vino a la cabeza la España vacía y la vaciada y me dije que cuanto más vacía mejor. Pero me quité esta ocurrencia sacudiendo la cabeza. No me dejé arrastrar por pensamientos que enturbiaran el esplendoroso panorama que tenía a mis pies. Al contrario, recordé algunas caminatas en compañía del mayor experto montañero y campestre que tenemos por estos pagos, Antonio Carmona, autor del libro Alcudia Insólita: las minas del Horcajo, los Pontones, la Hoz del Chorrillo, La Alberquilla, y tantos otros. Uno se reconforta ante la idea de que no todo está perdido y que la mano del hombre, aunque cercene caminos y bloquee el paso a puentes ferroviarios asombrosos, la huella preponderante es la de la Naturaleza bella, indiferente, altiva, pacífica, iracunda a veces… y de contemplación gratuita.

El horror comenzó en el viaje de regreso. A pocos kilómetros de Puertollano puse la radio y todo se inundó con la terrible lluvia de una humanidad desafecta. ¿Qué pasará si gana Trump las elecciones USA? ¿Estaremos a las puertas de un segundo confinamiento? ¿Se extenderán los disturbios? ¿España es la menos aplicada en la gestión de la pandemia? ¿Estamos a un paso de una recesión económica? ¿Renacerá de nuevo la Yihad islámica en medio de este caos tras los últimos ataques de París y Viena? ¿Será verdad que están los pedruscos siderales empeñados en visitarnos como ése que se paseó por la oscuridad celeste puertollanera? ¿Ha empezado la Tierra a temblar bajo los pies del Levante español?

Y todo cuanto contemplé una hora antes, quejigos, encinas, arroyos, retamas, alisedas, colinas y ruinas de viejas construcciones como signos de puntuación en aquella narración extraordinaria, se esfumó como por ensalmo. Me consoló la decisión del Gobierno regional de desubicar el proyectado mar foltovotaico del Valle de Alcudia aunque propone como alternativa el más modesto Valle del Ojailén, que es mi Valle.

Una vez me dijo un natural de Mestanza durante el curso de una conversación sentados al fuego de un humilde cortijillo en el paraje llamado las Plazuelas: “Al fin y al cabo todas las ciudades por grandes que sean están en el campo”. Para mi consuelo les confieso que el resto de la jornada de ese día la pasé con mejor humor aunque con una pizca de melancolía. Es que uno es así. Buen día.       

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12 COMENTARIOS

  1. Ánimo Manuel. Y si en ese maravilloso sitio hubieran caído cuatro gotas, ese sonido y olor a lluvia buffff. Lo que llevo mejor que tú y me alegro es que desde el 13 de marzo no he vuelto a ver la tele ni he oído la radio ni he comprado un solo periodico absolutamente nada solo una emisora que he descubierto de casualidad La Maxi. Decía un slogan muy acertado un pueblo informado sabe dónde va. Lo de ahora es desinformación y mejor desconectar

  2. Entro esperando encontrar otro texto del Sr. Valero defendiendo a su amiga Isabel y me encuentro con este pestiño. Ya nos contará otro día lo que hablaron antes de las elecciones.

    • «Coscoja», hay que ser un muy tosco para no apreciar la belleza que encierra el Artículo de Manuel Valero.
      Hay un dicho popular que dice «no se hizo la miel para la boca del asno».
      Pues eso. Tome nota.

      Echorabuena Sr. Valero, me encantan sus Artículos, y éste último no iba a ser una excepción-

  3. Qué guapo tu texto y el sitio de nombras.

    Pero no le demos demasiada publicidad (al sitio, a tu libro, toda) para que no acabe destrozado.

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