La perversión sexual como herramienta de dominación política. (Parte 1 de 2)

Tradicionalmente, la educación de los menores incluía la importancia de los buenos hábitos.

Sería imposible entender el quehacer humano sin esa forma repetitiva de actuar llamada costumbre. Siempre se entendió que conducirse por la mala costumbre era lo mismo que entregar la vida a los comportamientos nocivos, ya fuera en lo personal como en lo colectivo. Siempre se supo que cuando estos comportamientos se apoderaban de nuestra voluntad aparecían las adicciones y, con ellas, el riesgo cierto para la salud o el equilibrio psíquico.

Se ha entendido que pervertir consiste en corromper las costumbres, física o moralmente, con doctrinas o ejemplos nocivos.

Cualquier adulto sabía que el espíritu inquieto y ávido de conocer, propio de la infancia, unidos a una capacidad de discernimiento en plena construcción, eran terreno abonado para los desaprensivos o gentes ya inmersas en los malos hábitos, cuando no en las adicciones. Cualquier adulto conocía a la perfección que los malos ejemplos y las doctrinas nocivas eran los principales responsables de la malformación de las personalidades en pleno desarrollo; de ahí el afán por instruirlos, para que los propios niños fueran capaces de distinguir los riesgos y alejarse de las malas influencias.

La mayoría de los abuelos tenía claro cuál era el camino a la perversión; algunos padres también, otros, no; el mundo posmoderno ha hecho estragos, invirtiendo los valores asumidos por la sociedad, fruto del aprendizaje de siglos de convivencia humana.

Para identificar a los comportamientos perversos, primero, habrá que definir qué se entiende por nocivo; la Real Academia de la Lengua equipara nocivo con malo y, a éste, con aquello que se opone a la lógica y a la moral. Por tanto, nocivo sería lo ilógico, lo absurdo, lo contrario a la razón y, por otro, lo inmoral, es decir: aquello que conculca la idea de bien y de mal, socialmente aceptada.

Si algunos padres dijeran a sus hijos que se puede conseguir el premio Nobel de física sin apenas estudiar, la sociedad de pocos años atrás los reprendería de inmediato y lo haría sin fisuras, sin importar ideología, ya que era comúnmente aceptado que tal aseveración estaba fuera de toda lógica, por absurda, y algún allegado se atrevería a recriminarles: “estáis pervirtiendo a vuestros hijos”, sencillamente, porque los estaban adoctrinando con ideas nocivas.

Hace unas semanas, en una comida familiar, una tía le preguntó a su sobrino más pequeño de qué equipo era y si le gustaba alguna niña. Olvidándose del fútbol, el niño respondió con naturalidad a la segunda cuestión: “Las niñas que más me gustan son las que se la ……… a todos” (Sustituir los puntos suspensivos por la palabra vulgar utilizada para indicar felación) No es una exageración. La cita es totalmente cierta; ojalá no lo fuera.

Hasta no hace tanto, los inductores de estos comportamientos habrían sido considerados y castigados por corrupción de menores, sencillamente, por pervertir a los niños. Hoy, imparten clases de educación sexual, animándolos a que prueben; a que, además, experimenten todos con todos, ya que, según esta gente, el sexo es una construcción social ajena a la realidad biológica.

Llegados a este punto, es natural preguntarse qué hicieron los padres ante la respuesta del niño. Aparte de quedarse pasmados, nada; miento, sí que hicieron algo, emitir esa frase lapidaria y destructiva tan en boga, que define el tiempo en que vivimos: ¡Esto es lo que hay! Y siguieron comiendo la paella, no fuera a enfriarse.

No hemos llegado hasta aquí por casualidad. Explicábamos supra, cómo la perversión está íntimamente relacionada con lo nocivo y, éste, con aquello que fuera irracional o contrario a la idea del bien y del mal, comúnmente aceptada. La ingeniería social ha conseguida romper el denominador común en que se asentaban las sociedades. En la Guerra Civil española, los dos bandos compartían la necesidad de promover los buenos hábitos en los niños o el respeto a los mayores. Ni un falangista, ni un miliciano de la CNT, habrían dado crédito a que un niño pasara de curso sin aprobar las asignaturas. Hoy, esa unidad se ha roto. La ideología ha entrado en los aspectos antropológicos; no conformándose con relativizarlo todo, ha creado una idea pseudofilosófica, el relativismo, encargada de dinamitar los valores compartidos por nuestra civilización. Cada día será más difícil tener valores comunes.

Así llegamos a las palabras de la Ministra de Igualdad sobre el derecho de los menores a tener relaciones sexuales con quien les plazca, si es con su consentimiento. Irene Montero no ha tenido un “lapsus linguae”; con su afirmación, se ha erigido en la representante en España – y en el resto del mundo hispano; veremos cómo su afirmación se replicará por los países hermanos- de los promotores de la despenalización de la pederastia.

¿De verdad, vamos a seguir diciendo “esto es lo que hay”? ¿Vamos a darle mayor prioridad a comer la paella antes de que se enfríe que a nuestros niños?

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6 COMENTARIOS

  1. Soy de Podemos y apoyo la legalización de la pederastia. No somos como los curas nosotros, nosotras y nosotres vamos de frente. No hay rectificación.

    Compartimos Agenda 2030 y vicios con las élites capitalistas.

    Este tío nos ha pillado. Nunca se equivoca. Nos huele a kilómetros.

  2. Un placer leerle, don Marcelino.

    Recomiendo la lectura de los teóricos y referentes de la ideología de género, de sus obras y biografías. Encontrarán la explicación a lo afirmado por la ministra del ramo.

    Nadie piense que es cuestión de partidos políticos. Se han sucedido gobiernos de diferente signo, y se han mantenido las leyes de género. Somos nosotros los que aceptamos la aplicación en nuestros hijos de una ideología abyecta y siniestra.

  3. es indigno y aberrante que el autor de este articulo diga q las palabras de la ministra apoyan la pederastia. Es mentira q dijera eso y animo a la gente q oiga esas declaraciones. Defendía el derecho de los niños a recibir educación afectiva PARA Q NINGUN CURA SE SOBREPASE CON ELLOS Y SEPAN DECIR NO. Vergüenza de la persona q ha wscrito esto

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