27 de enero, Día Internacional de Conmemoración de las Víctimas del Holocausto

Comisión Ejecutiva Local del PSOE de Ciudad Real.- La UNESCO, en el año 2005, proclamó oficialmente el día 27 de enero de cada año Día Internacional en Memoria de las Víctimas del Holocausto, como una manera de rendirles tributo y luchar contra el racismo y cualquier forma de intolerancia, que lleve a cometer actos violentos contra grupos humanos. El 27 de enero de 1945, las tropas soviéticas liberaron el campo de exterminio nazi de Auschwitz-Birkenau (Polonia), cuando finalizaba la Segunda Guerra Mundial.

Cuando aquellos soldados vieron con sus propios ojos lo que allí sucedía no daban crédito. Luego se fueron liberando el resto de los campos de concentración y exterminio. Recordemos que el primero que se abrió fue en 1933 en Dachau (Alemania). Los ocupantes de los campos de concentración fueron principalmente los judíos, pero también dirigentes políticos, sociales, culturales y grupos étnicos, como los gitanos o los inmigrantes, que los nazis percibían como una amenaza para sus políticas. Estos campos estaban fuera del sistema judicial, por lo que no funcionaban como una prisión. Por lo tanto, los prisioneros no estaban acusados ni condenados por tribunal alguno.

De hecho, en Ciudad Real tenemos constancia de paisanos nuestros que murieron en esos campos de exterminio nazi. En seis localizaciones de la ciudad (104 en la provincia) se han colocado sendos “adoquines de la memoria” del proyecto “Stolperstein”, que el alemán Gunter Dumning promueve a lo largo de toda Europa para honrar su memoria. Un adoquín dorado, con su nombre y apellidos, su fecha de nacimiento, muerte, campo en el que murió y fecha (los alemanes lo databan todo). En las aceras de la plaza de San Francisco (frente a la residencia), en el Paseo Pablo Picasso, en la calle Juan Caba, en la plaza Mayor, en la calle Toledo y en la calle Ciprés, esos ladrillos dorados nos recuerdan dónde vivieron, y, sobre todo, dónde murieron estos hombres, todos menores de 30 años.

Durante décadas se le explicó a la población, en foros y escuelas, los horrores a los que llegaron los nazis en su paroxismo para que no se repitiera jamás en ningún lugar del mundo. Donde más vigilado estuvo cualquier amago de extremismo de derechas fue en Alemania, y en otras partes del mundo estuvo mal visto comulgar con esas ideas. Conviene recordar que en España fue diferente, puesto que la sublevación de una parte del ejército en 1936 estuvo apoyada, entre otros, por la Alemania nazi, y tres años después ganaron la contienda.

Parece que el mundo ya se ha olvidado de aquellos horrores a los que nos pueden conducir los nacionalismos a ultranza y se están produciendo movimientos políticos, dentro de procesos más o menos democráticos (Hitler accedió al poder de modo democrático) tanto en el continente americano como en el europeo. El nacionalismo necesita enemigos, se apropia de la identidad territorial y de sus símbolos y todo aquel que no se ajuste a sus estrictos patrones se convierte automáticamente en enemigo y, por tanto, en alguien a quien combatir y vencer.

En España tenemos claros ejemplos de nacionalismos y los unos alimentan a los otros. Existen los que podríamos calificar de periféricos o centrífugos y centralistas o centrípetos. Estos días hemos visto manifestaciones del primer tipo en Barcelona, con motivo del encuentro allí entre los presidentes francés y español, y del segundo, en Madrid. Si observamos su puesta en escena, sus eslóganes, sus declaraciones…, ¿qué les diferencia?

El resto, la España real, estamos a otras cosas: a la paz, al trabajo, a sacar adelante a la familia, a vivir el día a día y llegar a fin de mes. El gobierno de España está también en la labor de conseguir que superemos todo lo que se nos ha venido encima con la pandemia, la guerra y demás, y en ayudar a la población más necesitada, a las personas trabajadoras, a las personas jubiladas, con ayudas a las familias, con incrementos sin precedentes en el SMI y en las pensiones… El gobierno trabaja en tender puentes con todos los territorios de España, y cuando el presidente va a Europa, lo hace para promocionar España y conseguir fondos que nos ayuden como país y como personas. Otros van a lo contrario, pero eso ya se lo recordará la ciudadanía en las urnas.

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