23-J y la degeneración política de España

Núñez Feijoo trata de hacer magia. Hay quien dice que se ha vuelto ocultista y busca en otros planos un guía experto en causas imposibles; ¿y San Judas Tadeo?, no, tanta santidad cegaría al aspirante; el presidente del PP ya apenas se arrodilla ante Santiago apóstol, salvo por decoro institucional.

Los tertulianos todólogos deshojan las margaritas de la confusión; y los políticos…. y los yutuberos “alternativos”; todos, sin apenas excepción, callan ante un hecho cuya gravedad es insoslayable, de ahí esta especie de conjura para ocultarlo: Hay indicios racionales suficientes para afirmar que las Cortes resultantes de las votaciones del 23-J podrían ser ilegales. No me refiero a un posible fraude, del que se ha especulado mucho; pongo el dedo en la llaga sobre el flagrante incumplimiento de la Ley Electoral; en concreto, la obligación del escrutinio general por las Juntas Electorales correspondientes. Es este recuento, acta por acta, el único con fuerza jurídica para establecer el resultado de las votaciones. Cualquier otro mecanismo es inválido, como recordara días antes la propia Junta Electoral Central.

El requisito legal es muy claro y fácil de cumplir, entonces, ¿por qué no se hizo? El incumplimiento carga a sus espaldas con una gravedad reforzada, por varias razones: Primera, porque los principales responsables fueron, nada más y nada menos, los encargados de velar por el cumplimiento de la normativa, es decir, el poder judicial, mediante el comportamiento inexplicable de las Juntas Electorales Provinciales. Si, como algunos sospechan, los magistrados hubieran prevaricado mayoritariamente, ¿qué nos quedaría a los ciudadanos de a pie? Segunda, que siendo los partidos políticos los únicos legitimados legalmente para impugnar o reclamar sobre asuntos relacionados con el proceso electoral, ninguno, absolutamente ninguno, ejerció su derecho en defensa de la ley. Da la impresión que sus señorías están tan acostumbrados a la impunidad, a que nada suceda, que actúan con la Nación no como sus representantes, sino como una oligarquía despótica que encubre una verdadera dictadura de partidos.  Sin la complicidad de los medios -incluidos la mayoría de los pequeños- este desagradable enjuague hubiera tenido cierta dificultad. Al parecer, los cabos están atados con un nudo marinero.

Ahora bien, la complicidad de los partidos no anularía la posible prevaricación de las autoridades involucradas en resoluciones encadenadas e injustas con resultado de unas Cortes constituidas al margen de la ley. Esto no es un formalismo sin importancia. El escrutinio general es el acto material que hace posible que un aspirante sea investido representante de la Nación o no, frente a otros también aspirantes. No hay INDRA en el mundo, ni empleados itinerantes con una tableta de mesa en mesa electoral, capaces de sustituirlo; lo diga quien lo diga o lo calle quien lo calle; da igual lo loable de sus razones.

Si la ley dijera lo que uno cree que dice, después de leerla varias veces y consultar con otros más doctos que uno mismo, tendríamos que los tres poderes del Estado podrían haber aceptado casi al unísono la ilegalidad como forma de ejercicio de su parcela de poder: el judicial, al omitir el escrutinio general; el legislativo, no denunciando los partidos políticos que lo cooptan las prácticas de las Juntas Electorales Provinciales, aceptando, además, la constitución de las Cortes con datos oficiosos, convertidos mágicamente en oficiales a pesar de no efectuarse el escrutinio obligatorio; finalmente, el ejecutivo, pues Sánchez y Feijoo se lanzaron de bruces al mercado persa de la compraventa de España para conseguir, primero, la designación del rey y, después, la investidura. Todos los medios siguieron callados; una unanimidad asfixiante similar a la habida en el “Evento Covid”.

De tanto normalizar lo intolerable, los españoles jugamos con fuego, y no precisamente con el depurador, más bien con el que emerge del averno. Si algo hubiera que quemar, que lo hay, son las ideologías, que utilizadas torticeramente por los dueños de las llamas infernales enfrentan a las gentes de buena fe -la gran mayoría- mientras sus agitadores se reúnen tras bambalinas a repartirse los puestos en la mesa del festín con el cuerpo y alma de todos nosotros.

¿Dónde está la lógica que explique el empeño unánime por incumplir el escrutinio general? ¿Por qué el afán en considerar oficial el recuento realizado por una empresa privada cuyo software no se puede auditar?

Es muy difícil entender lo que sucede, sencillamente porque escapa a toda lógica; pero sucede. Tratar de comprender la razón de un asesino a quien no hemos hecho nada cuando corre hacia nosotros con un machete en la mano, es entregar nuestra vida al reaccionar tarde por un razonamiento inútil.

No cometamos este error. No malgastemos el tiempo en razonamientos inservibles. No hay quien entienda nada, pero está pasando.

Es cierto que la dificultad aumenta cuando entre los portadores del machete vemos caras de quienes aseguraron ser la última esperanza. Es duro, difícil, incomprensible, pero es ¿Acaso no se han comportado igual que el resto en este asunto capital? Son las obras, no las palabras las que definen a las personas y a los partidos.

Reaccionemos y hagámoslo todos. Olvidémonos de si el vecino vota a este o al otro. Si alguna vez nuestros clásicos deben servirnos de inspiración es ahora. O reaccionamos a lo Fuenteovejuna: ¡Todos a una!, o acabarán con nosotros por más que mostremos orgullosos nuestro voto entre los dientes.

Marcelino Lastra Muñiz

mlastramuniz@hotmail.com

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2 COMENTARIOS

  1. Tenernos divididos. La manera de poder hacer lo que quieran sin impedimento. Fragmentar, enfrentar; hacerte enemigo de tu vecino, de tu hermano. El poder nos teme cuando estamos unidos, cuando somos capaces de organizarnos para exigir nuestros derechos y libertades.

    He llegado a la conclusión de que no es problema traiciones. El problema es el sistema. Un partido político por naturaleza tiene que formar parte del sistema. Participar en elecciones, gobernar, votar leyes… Y eso es formar parte del sistema, del problema. ¿Qué sentido tiene votar para que luego nuestros representantes elijan entre ellos quién va a mandar, quien será juez o consejero en tal o cual empresa? ¿Es eso democracia? Pues ése es el sistema imperante.

    La democracia está en entredicho en el occidente democrático. Ése que va dando lecciones de democracia en África, Rusia o China.

    ¿Fueron limpias las elecciones en la muy democrática republica useña? ¿Qué me dice usted del voto por correo en aquellos predios? ¿Y del recuento?

    El sistema: ése es el problema. Nuestro país es un sistema de castas privilegiadas, sometidas a poderes extranjeros. Las políticas que aquí se aplican nada tienen que ver con una soberanía nacional. Sólo un loco, o alguien muy inteligente, quizás muy malo también, podría oponerse al sistema y obtener ciertos réditos. Pero la solución está en la unión de los individuos de la nación. La insumisión a los mandatos de los poderosos.

    Otra cosa que me pone de muy mal humor es la indefensión a la que nos quieren acostumbrar. Pero creo que ya he escrito bastante.

    Un placer leerle, don Marcelino.

    Escriba más, hombre. Se le echaba de menos.

  2. Muchas gracias por tu comentario y tus palabras. Estamos en un momento extremadamente difícil. Fundamental: evitar el enfrentamiento y, después, actuar en defensa de lo común, de lo que nos une. Desconfiemos de quienes traten de polarizarnos, sean del signo que sean.

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