Los muros

Manuel Valero.- Todos los muros son odiosos. Los romanos partieron la gran Bretaña en dos en tiempos de Adriano que además de emperador fue un intelectual barbado amante de las letras y la filosofía. La Gran Muralla China que dicen que se ve desde muy arriba, protegía al mandarín de la dinastía de turno pues se tiraron unas cuantas centurias para dejarlo visto para las visitas. Hay otro que sirve para llorar. Pequeño pero muy simbólico por la dramática actualidad. Está en Jerusalén y sobre sus piedras los judíos se lamentan de su mala suerte bíblica. Como se lamentan las pobres gentes de Gaza encarcelados en un rectángulo inhumano con vistas al mar.  No tan lejos en la línea del tiempo, ayer mismo como aquel que dice, conocimos el Muro de Berlín que separaba dos mundos que se espiaban con tanto ahínco que dio para películas y libros inolvidables, aunque más de uno, siempre del otro lado, se quedara frito en la alambrada o cosido a balazos. Y coetáneo y televisivo está el muro de Trump para taponar Estados Unidos a los espaldas mojadas.

El presidente Pedro Sánchez se erigió él mismo en un muro para defender las izquierdas y las derechas independentistas de la derecha y extrema derecha nacional, mayormente y paradójicamente popular, como llama Errejón a la soberanía.

Aunque es verdad que Sánchez no mordió el polvo electoral como se preveía después de las elecciones municipales de mayo por temor a que la derecha se hiciera con el gobierno apoyado en el báculo de Vox, no parece muy conveniente el recurso a tamaña obra de albañilería sobre todo porque al otro lado del muro no hay un puñado de tribus silvestres sino unos cuantos millones de electores que optaron por otras candidaturas el pasado 23-J. Tantos, que son casi la mitad. En los últimos tiempos, España  ha sido un país de mitades. Incluso en los territorios que reivindican la autodeterminación la población se parte en dos entre los que quieren ser Estado y lo que prefieren un autogobierno autonómico generoso en concesiones que engorden sus estatutos. No estoy seguro si llegado el momento y se convocara un referéndum lo ganaran los indepes más que nada porque una consulta de tal calado exige un porcentaje mínimo para darla por buena y ese porcentaje es bastante más exigente que el de la simple mitad. Los de Quebec (1980 y 1995) y el de Escocia (2014) los perdieron los independentistas francófonos y escoceses. Es necesaria una clara mayoría para una decisión de tal envergadura porque un territorio no se puede independizar con la mitad de la población en contra. En Cataluña, apuesto a que pasaría lo mismo, aunque su activación abriera una peligrosa vía de agua.

Es de algún modo lo que ha construido el presidente, legítimo por supuesto, del Gobierno español. La consecuencia es un nuevo el frentismo social y político entre las aborrecibles dos Españas separadas por el muro de Sánchez.

Ya hay un español que quiere

vivir y a vivir empieza,

entre una España que muere

y otra España que bosteza.

Españolito que vienes

al mundo te guarde Dios.

Una de las dos Españas

ha de helarte el corazón.

Más que los dos versos últimos, Antonio Machado, republicano y  exiliado de vida y entierro (Colliure, Francia), sobrecoge esa dicotomía entre la España que muere y la España que bosteza. No hace alusión a los acontecimientos que finiquitaron la República ni a la guerra civil porque Proverbios y Cantares los escribió Machado en 1912. Se lamentaba de la España caciquil y analfabeta dominada por terratenientes, militares y curas ante la indiferencia del pueblo atrasado. Pueblo que dejó de bostezar en los años 30. España entonces le dio el trágico significado que interpretamos hoy al aludir a esos dos versos últimos, del mejor poeta español de todos los tiempos. (Cuestión de gustos). O sea, rojos y fachas aún con la inercia del 36 aunque gocemos de democracia y estemos en la UE y en la OTAN. Es un alivio.

De una elegancia democrática y exquisita hubiera sido que Sánchez pronunciara un discurso más conciliador pese a las manifestaciones  y asedios a las sedes del PSOE encabezadas por quienes defienden una España que esa sí te hiela el corazón. Asesores tendrá, el presidente, aunque vista la risa descortés y prepotente con que se burló de Feijoo, (él y su bancada) no creo que los necesite.

Eso sí. La Historia es implacable: todos los muros caen y sus ruinas quedan como mero recordatorio turístico.

PD.- En cualquier, caso suerte. La vamos a necesitar. Del presidente abajo, todos.

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