La coherencia y los razonamientos de García Page

La imagen pública se conforma a través de (valga la redundancia) imágenes, gestos, actos, palabras… La coherencia y la fiabilidad son imprescindibles para reconocer la imagen y la identidad de algo, o alguien -a través de la expresión de sus ideas o sus actos- en cualquier contingencia. Por el contrario, si no se reconociera la coherencia en los actos o palabras de una persona, ese alguien resultaría imprevisible y por tanto perderíamos la confianza en ella. De ese modo, la coherencia (o su falta) se convierte en un valor moral.

La imagen pública de los políticos se forja en sus intervenciones. Sus discursos están muy condicionados por el contexto en que se transmiten al público: requieren brevedad, concisión y simpleza. Clarificar una idea o un mensaje en ese contexto puede resultar muy difícil. Daría igual que hubiera una lógica interna coherente detrás, si ello no se comprende y el resultado fuera la confusión y la desconfianza (en realidad, lo que en ese caso fallaría, es la comunicación), como le está pasando al PSOE cuando trata de explicar con claridad su cambio de discurso con respecto a la amnistía. Para los adversarios de Pedro Sánchez, a la derecha, su cambio de discurso es coherente con lo que corresponde a un advenedizo, así visto desde hace muchos años. En cambio, muchos de sus votantes en toda España (salvo en Cataluña) se han sentido defraudados porque, después de los indultos concedidos durante la anterior legislatura, se pretenda amnistiar a Puigdemont, el personaje más aborrecido de toda la geografía española (y catalana), un tipo a quien la Justicia española lleva más de 6 años intentando traer a España, sin éxito. Como ahondar en el tema de la amnistía ahora nos apartaría del tema, lo dejaremos de momento.

La coherencia implica un razonamiento previo sobre las cosas para posicionarse después. Y aunque aparentemente sean lo mismo, deducir e inducir son términos completamente opuestos. Deducir es ir de lo general a lo particular. Inducir es lo contrario, ir de lo particular a lo general (de los hechos a las generalizaciones). Confundir el orden de ambos procesos es propio tanto de gente con pocas luces como de gente con mala fe. El pensamiento de muchos españoles y el discurso público están plagados de este tipo de falacias, o sea, de razonamientos engañosos, de inducciones en vez de deducciones. Veamos:

  • Los miembros de ETA son vascos… luego los vascos son de ETA
  • Los independentistas son catalanoparlantes… luego los catalanoparlantes son independentistas.
  • Los curas pederastas son miembros de la Iglesia… luego los de la Iglesia son curas pederastas.
  • Los ecologistas son de izquierda, los ecologistas quieren un medio ambiente sostenible… luego querer un medio ambiente sostenible es de izquierda.

Valga todo lo anterior para entrar en el fondo del discurso del presidente de Castilla-La Mancha. Emiliano García Page, sin duda, es una persona coherente e inteligente, a quien sus contradicciones (que las tiene, como todo el mundo) no le pasan factura. Ha sabido hacerse una imagen propia, y maneja muy bien la comunicación, los tiempos y el lenguaje (lo que dice y lo que omite). El 19 de febrero, al día siguiente de las elecciones en Galicia, García Page se explayó a sus anchas en el discurso de un acto celebrado en Manzanares que resultó escandaloso en toda España. Los distintos medios de comunicación, como es habitual, mostraron extractos de lo que en esencia allí se dijo. Sin embargo, me parece significativo transcribir parte del discurso, tal cual se dijo, porque (más allá del contenido, que ya recogen los medios) las formas denotan otra parte de la esencia y la coherencia de este personaje: “Sin duda de ningún tipo, las elecciones gallegas, obviamente, tienen un componente autonómico. Pero tampoco vamos a engañarnos, por mucho que algunosYo es que tengo la ventaja de que no leo argumentarios; entonces puedo decir lo que pienso… y quiero decirlo, además. Pero la realidad es que yo creo que el producto de estas últimas elecciones era regional; pero el guiso, era nacional… Y yo creo que es importante, en este sentido que se obtengan conclusiones; y además, desde la seriedad. Si el PP en Galicia, Rueda, no hubiera sacado mayoría absoluta, hoy de lo que estábamos hablando son de las consecuencias nacionales, no gallegas, del evento. Eso es así ¿no? No lo discute nadie. Si llegan a perder, las consecuencias son nacionales; el principio de la decadencia. Yo creo que, si pasa lo contrario, las consecuencias (o, al menos, una parte de la reflexión) tendrá que ser coherentemente también nacional. Por tanto, yo celebro que no hayan podido entrar corrientes en Galicia del ámbito independentista, filo independentista, rupturista”. Y a la salida del acto añadió: “[la izquierda] no sólo puede ser crítica, sino que tiene que ser autocrítica (…) Hay una parte de la izquierda que ya no sé si le queda tiempo para hacer ni siquiera autocrítica, porque algunos restan más que suman, y no sé si Podemos se puede llamar Podemos o Pudimos ya directamente ¿no? Lo que tengo muy claro es que, si el PP hubiera perdido la mayoría absoluta en Galicia, hoy se estaba hablando de las consecuencias nacionales y de la caída del PP a nivel nacional ¿no? Y seguramente se estaba planteando que era una legitimación de la amnistía y de Puigdemont ¿no? Si el PP hubiera perdido la mayoría, seguramente el ganador era Puigdemont. Luego me alegro que no haya ganado Puigdemont”. Etc.

Estas palabras (que no había necesidad de expresarlas ni en ese acto, ni de ese modo) les sentaron muy mal a miembros destacados de su propio partido, y así fue como después continuó una batalla dialéctica en declaraciones a distintos medios, sobre el valor moral de esas declaraciones y su coherencia en base a la posición del partido al que pertenece.

García Page ha sido elegido presidente de la región en tres convocatorias consecutivas, las dos últimas por mayoría absoluta. Induce (no deduce) que esas victorias electorales le capacitan para hacer y decir lo que solo él considere, y salir igualmente victorioso, acertado, correcto. De la potencia a la prepotencia.

Como cree que sus premisas son indiscutibles (que no lo son), las consecuencias de sus razonamientos también lo han de ser. En este caso, el silogismo está claro: Si el PP hubiera perdido la mayoría, el ganador era Puigdemont. Me alegro que no haya ganado Puigdemont… Luego, dicho de otro modo, se alegra de que haya ganado el PP … en vez del PSOE. Porque luego “celebra” que, no hayan podido entrar [en el Gobierno de Galicia] corrientes en Galicia (…) rupturista (¡¿de verdad, eso sería para él un gobierno BNG/PSOE?!) y en consecuencia, no se haya iniciado la decadencia [la del PP -lo cual tampoco tendría por qué haber sido así]. Y como, tras su discurso, no hay preguntas, no salen a relucir las contradicciones de sus argumentos respecto a la posición de su partido. Tampoco quiero ahondar en -lo que yo considero- tales contradicciones, porque alargaría aún más este artículo. Pero no puedo evitar, al menos, compartir mi sorpresa con su conclusión, eso de que hubiera ganado Puigdemont.

Ya lo dije antes, Page es coherente. Pero no con lo que marca su partido, sino consigo mismo (ya lo dice él, no necesita leer argumentarios) y con la vieja guardia que le aupó. Por eso, no tiene tapujos para reunirse en FITUR con otros presidentes de CCAA del PP para hablar deslealmente de su propio partido, del que dice que está en el extrarradio de la Constitución.  O para tener una televisión autonómica rancia y triste, que programa corridas de toros, comedias (machistas) de la época del destape, certámenes de copla, películas del oeste, modelos de programas de reportajes mal copiados de otras cadenas, o informativos que le da plena cobertura diaria a sus actos. Es obvio que con quien se entiende de maravilla, y hasta podría aliarse, es con el PP.

En cambio, no manifiesta el más mínimo aprecio por los aliados de su partido, ni siquiera en otros territorios, ya sean de Sumar o nacionalistas. Ya se le atragantaron las dos píldoras moradas e inútiles que tuvo que tragarse en su primer mandato, como para aceptar de buen grado la existencia de otra “izquierda” que no sea el PSOE. Ya que predica la autocrítica, sería interesante que reconociera que su elección no se debe solo al voto de sus partidarios, sino también al voto útil proveniente de esa masa social de izquierdas, que solo le vota porque la composición del Parlamento que dejó la reforma de Cospedal penaliza a las minorías y favorecería al PP (si no hubiera división de voto). Page sería feliz en un escenario bipartidista, donde tan a menudo se confundían las políticas; lo cual es imposible en un país con un profundo sentimiento nacionalista tan extendido en otras regiones, como reacción al nacionalismo español de la derecha española. Ese problema no lo tenemos en Castilla-La Mancha, donde solo ondean banderas de la región en los edificios públicos, y por necesidad. Y mientras que ello le favorezca, y mientras que se necesite el voto de los independentistas para que le aprueben en el Congreso una reforma del Estatuto que vuelva a poner las cosas como estaban (cuando menos), el no va a mover un dedo por hacer lo que sería más justo y democrático.

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