La laguna de la mina

El guardián del Valle.- No se sabe si es la soledad, el temor inconsciente que suscitan las aguas cuya profundidad desconocemos, la hondonada que ocupa, los cortes verticales de los taludes como cantiles de mar… pero el caso es que la enorme balsa de agua que anega lo que hasta ayer fue la Mina La Manchega no deja de sobrecoger. Redactores CiudadanosSentarse a contemplarla si no se lleva prisa es un antídoto contra la inútil ansiedad de todos los días. A cualquier hora. La laguna siempre permanecerá allí, y lo hará por mucho tiempo. Tendría que venir una sequía bíblica para que se evaporen los 15, 20, 30, 50 metros… ¿quizá más?, de profundidad. Incluso es peligroso caminar al borde de los “acantilados”, porque un resbalón puede enviarte al fondo del abismo. Al atardecer, en ese punto crepuscular que funde la frontera entre el día y la noche, la luz y la oscuridad, la laguna de la mina ofrece un aspecto siniestro, tenebroso, y hay quien cuenta que ha oído un extraño chapoteo justo antes de la caída del sol, no es un chapoteo múltiple, liviano, de peces menudos y sueltos, sino un chapaleo grave, sordo, como si lo hubiera producido un monstruo. Obviamente, como comprenderán, este guardián, achaca tal bulo a la imaginación humana, pero, hay que reconocer que a poca imaginación que se tenga, observar con detenimiento el balsón de aguas profundas encajonado entre cortes de tierra como si lo hubieran hecho a sierra, o los mordiscos de un animal mitológico, impresiona. Ayer, incluso, se veían pájaros, palomas y gaviotas, revolotear por los cantiles y realmente parecía un verdadero litoral. Pero no, es la laguna de la mina, que como el lago Ness, no alberga criatura alguna, aunque quien sabe…

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