Como a un clavo ardiendo: «Historia universal de la infamia», de Jorge Luis Borges

Según la preclara introducción al texto principal, el título excesivo de esta compilación de relatos avanza su propia naturaleza barroca. La exageración, aseguran, es esencia de lo barroco, y la posibilidad de hundirse en la caricatura es una realidad más que potencial. Borges asume el riesgo porque sabe que no caerá en el pozo sin fondo del ridículo. Cuenta unas historias que, al parecer (y en eso imita a otro excelso hombre de letras, Shakespeare), copian tradiciones orales de otros países, y las traslada al español de nivel neutro que siempre usó en sus escritos. palabrasmarginalesNingún argentinismo en las palabras que leemos con la fruición propia de quienes tenemos a Borges como era -y ahora somos nosotros los que nos adentramos en los peligrosos terrenos de la hipérbole-: el mejor escritor en lengua española del siglo XX. A las historias tomadas en préstamo, considera Borges conveniente añadir una coda. Nada menos que un cuento que redactó con ímpetus nacionales y que firmó con pseudónimo: por lo visto, el nombre de un ancestro querido por él. En cuanto al cuerpo principal del librito: una historia sobre un liberador de esclavos que es en el fondo y en la superficie un canalla comido por la avaricia; otra anécdota extraída tal vez de tradiciones orales chinas, en la que se nos cuenta la vida de una mujer pirata que en poco o en nada tenía que envidiar a historia-universal-de-la-infamia-borgeslos colegas masculinos de su cruento oficio; la aventura de un impostor que a cambio de dinero satisfizo el alma solitaria de una mujer, aunque eso luego le costó un proceso penal y más tarde le reportó la conversión a una vida ordenada de escoramientos entre lo fútil y lo sublime; un relato apócrifo traído de la mitología arábiga sobre un hombre enfermo que tuvo el arrojo, la suerte y la calamidad de hacerse pasar por algo parecido a un dios y que pagó con una muerte impía el atrevimiento y el  engaño, aunque mientras tanto se alzó como un superior entre una raza de asustadizos fieles a doctrinas perversas. Como siempre que hablamos de Borges, y hasta el presente texto, no hay quejas que formular. Los que lo conocen ya saben a qué atenerse: la perfección absoluta de un literato a quien lo único que se le puede achacar es que escribía demasiado bien. Falta harían unas docenas de hombres de su ilustre linaje poético para rescatar las letras hispánicas del marasmo a que las han conducido las políticas editoriales basadas en el beneficio a costa de la  calidad. Estas ediciones limitadas de la prosa borgiana no cambiarán el actual estado de cosas, pero mientras tanto ─cuando queramos leer algo con enjundia─ tenemos algo a lo que agarrarnos, que falta va a hacer a este paso.

Emilio Morote Esquivel
Palabras marginales

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