Un récord mosqueante

Fermín Gassol Peco.- Que en este mundo hay gente para todo ya lo dijo en su día el famoso torero Guerrita. Los gustos, las habilidades y hasta las manías reposan en el interior de cada uno de nosotros. Una de las demostraciones más palpables de esta aseveración la podemos encontrar en los récords tan variopintos que a menudo aparecen en las páginas de los periódicos.
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Como en botica, existen records Guinness de todos los calibres y para todos los gustos… o disgustos. Porque hay récords que algunos ostentan obligados por la naturaleza, así sin más pretensiones ni esfuerzos, sin necesidad de preparaciones previas y que pueden ser muy agradables para aquellos que los disfrutan o sumamente molestos para quienes los padecen.

Existen al contrario récords consecuencia y fruto de un esfuerzo, son los más plausibles de todos porque siempre reportan algún beneficio propio o ajeno como puedan ser los deportivos, aunque no sean los únicos, ni más importantes.

Después están los récords que se buscan a conciencia sin más ánimo que pasar a la posteridad y que no requieren mayor mérito que la ocurrencia y la paciencia. Porque los hay que bien pueden servir como ejemplo de que “sarna con gusto no pica”; estar en posesión del récord de tener las uñas más largas, por poner un ejemplo poco doloroso pero mogollón de molesto o aquel que ostenta un paisano de nuestra provincia, creo que de Campo de Criptana que consiste en colgarse de su cara a base de pellizcos un “porrón” de pinzas para tender la ropa cubriéndola completamente; verlo, créanme, produce sarpullidos pero el “récordman” lo disfruta tan tranquilo y tan contento.

Uno de los records-tipo que más atrae a la gente es el que mide la capacidad de aguante o los que provocan asombro ante la originalidad del mismo, como el logrado por una mujer de Formosa propietaria de una granja de cerdos.

Esta “récordwoman” en cuestión ha batido el récord de cazar… mosquitos. Cuatro millones de dípteros se ha metido en el zurrón está cazadora oriental en un solo mes; ustedes se preguntarán cómo ha podido hacerlo; pues ha debido ser desde luego que a base de paciencia y no tanto para cazarlos, que también, sino para contarlos después. Y es que el método empleado sería calificado por los ecologistas como “criminal” porque la extintora ha utilizado un método mosqueante, nunca mejor dicho, habiéndose ayudado de unas potentes máquinas que atraían a los bichitos de manera masiva. Esta “masacradora” de mosquitos, además de pasar al libro Guinness se ha embolsado una bonita cantidad de dinero ya que su botín ha servido para publicitar a una casa de insecticidas.

Supongo que al concederle este premio, ya digo, se habrá tenido en cuenta, más que el hecho de cazarlos, la paciencia en contarlos. Porque tiene bemoles contar cuatro millones de mosquitos; ni que fueran ovejitas en prolongadas noches de insomnio por motivos laborales.

Por cierto ¿alguien me puede decir quién demonios posee este récord? En Montenegro me comentaron hace unos días que en un concurso allí celebrado, el récord se lo llevó uno que permaneció tumbado en una cama boca arriba durante dos semanas y media; pero según dicen el tío era tan modorro… que se los pasó durmiendo… y es que allí no hay ovejitas. Sin embargo sé de alguien que podría estar ya en posesión de este récord: uno que años atrás se pasó un buen “rato” tumbado no en una cama sino sobre un gran banco, contando, no mosquitos, ni ovejitas, sino empresas libres de impuestos.

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