Villa Real: Del Topos al Logos (VI)

José RiveroLo que si parece evidente es que la pérdida progresiva de la función de la Mirada, y por ende de los observadores y miradores, éstos en forma de  corredores, ‘cazuelas’ y ‘galerías’, van dejando paso a la idea incipiente y poco evolucionada de Forma y Orden.  Forma y Orden que tratan de acometerse por diferentes vías, no siempre resueltas ni alcanzadas. No en balde, los procesos de remodelaciones y reedificaciones de la Plaza Mayor, más o menos sistematizados, se van produciendo al compás de las extinciones de las viejas actividades que en ella tuvieron acomodo y asiento.

Así lo cuenta Alonso en su trabajo de 1953, al fijar el proceso de reformas y rectificaciones, desde 1528, con la consagración de los corredores, sobre las casas de Alvar Díaz, a la Inmaculada Concepción; hasta el remozamiento verifciado en 1621, y consistente en el embellecimiento del recinto; o a las sustituciones de la postería de madera de 1741; y, más tarde, el traslado de 1755 de la Casa Consistorial, tras el terremoto lisboeta. Sin olvidar el turbio origen fundacional, que cita el mismo Alonso. “En aquel tiempo no tenía plaza esta ciudad. No se dejaba ver más que los Arcos Viejos para la salida de tres calles: la de Toledo, tomando linea recta del Mesón de la Fruta; calle de Caballeros en recta línea por la Alcaná, barrenando por medio a descender por el arco medio; y la calle de Santa María o de la Luz subía recta tomando línea a la del Parador con salida a los Arcos”.

toposlogos01Años atrás, en 1744 tuvo lugar el incidente y disputa entre el Vicario y el Corregidor por las reformas derivadas de 1741, que a juicio de Alonso, acomodan su imagen: Siguiendo la pauta de las de su época, la plaza amplia y rectángular, con el Ayuntamiento en un rincón del testero fronterizo al de los tres arcos, fue zoco, mercado y mentidero y marco adecuado de fiestas populares, como más antiguamente lo fuera también de Autos de Fe, tal que el efectuado el 15 de marzo de 1484, aparatosamente preparado”. Aún en 1791, en la descripción que hiciera Ponz  en su ‘Viage de España’, queda clara la función espectacular de tal espacio. La cercan dos corredores dispuestos para ver las funciones públicas. La han revocado recientemente de muy mal gusto[1]. La extinción de tales funciones y la supresión de tales actos, va a llevar aparejada la desaparición de los corredores y su tapiado parcial hasta simular un hueco menor de orden doméstico. Si la desaparición de las funciones taurinas se verificaron, igualmente,  con el levantamiento en 1844 de la Plaza de Toros en las proximidades de los Altos del Campo Santo, no tardará tiempo en producirse las reformas de 1860; y más aún años después del remozamiento, el levantamiento del Nuevo Consistorio.

toposlogos02De igual forma, podría pensarse que las actuaciones del siglo anterior – verificadas entre 1728 y 1744, y tendentes a dotar de cierta uniformidad  visual y formal, lo que era heterogéneo- vendrían obligadas por otra supresión significativa e importante. Tan cierto como fuera, que las expulsiones del Mercado en 1910, por mano del Alcalde Ceferino Saúco, y de la Feria en 1916, vendrían a determinar las reformas burguesas de 1919, primero, y más tarde la propuesta homogeneizadora del concurso de 1929. Del primer envite citado, se produjo sobre la Plaza un caudal de cambios: “Con buena intención y censurable acierto, cortaron los arcos de entrada a las calles; cambiaron los pueblerinos y bien ambientados postes de piedra por feas coluimnas de hierro fundido; añadieron antiestética marquesina y empezó a romperse la modesta uniformidad de las fachadas con dos o tres modelos ampulosos de escayola”. Y en esta transformación de contenidos y formas, es visible el ocultamiento continuo del Orden Leñoso del entramado de Postes y Corredores; para dejar paso a un fingido y añorado Orden Pétreo; que anularía los postes por columnas de piedra y luego, más tarde, de un hipotético y novedoso Orden de hierro; que disuelve, finalmente, la entidad pública y continua de Galerías y Corredores abiertos, por la dimensión privada y menor, de un balcón mirador o miradero, de estirpe burguesa y de suprevalencia, por tanot, del Orden de la Mirada.

Parte de la asunción del Orden Pétreo se vincularía además, con la utilización de la Gramática generativa de los Órdenes Clásicos. En tan solo 77 años, la configuración visual de la Plaza Mayor había cedido la primacía de los Corredores por la búsqueda del Orden, como metáfora y como nos permite ver el siguiente texto de Domingo Clemente, quien establece su construcción formalizada en tiempos de Fernando VI, y su última reparación en 1860[2]. Aunque por construcción formalizada, haya que entender los remozamientos de fachadas citados antes, y la ordenación visual de sus componentes. Par conceptual de largo calado, ‘Reforma versus Remodelación’.

No es otra la posición de Julián Alonso[3] cuando advierte: “ que en  1619 fue edificado el Ayuntamiento viejo –tal vez reformado- según reza la cartela clavada sobre el balcón. Esta fecha casi  coincide con la de 1621, consignada entre líneas, al citar las obras de reforma de la Plaza, que con pena de excomunión entorpeció el Vicario”. Obras de reforma “ que en 1741 le reemplazaron los postes de madera, sobre los que descansaban los arcos, y se colocó balconaje corrido, con lo cual el Ayuntamiento adelantó tres años su reforma a la general de la plaza permitida por el Arzobispo de Toledo”.toposlogos03

Todos esos movimientos del setecientos, reflejan la carga simbólica del espacio de la Plaza que se demanda tras las reformas y remozamientos; carga simbólica que no se reduce a la alteración de un rústico Orden Leñoso, por otro Orden civil y urbano elaborado desde la solemnidad de la Piedra y desde su durabilidad. Ese veto eclesial a la Reforma, “ejercido por el Vicario so pena de excomunión”, anticipa, casi en trescientos años, la limitación de la Reforma de 1919 avalada por Ruiz de León. La determinación a intervenir, cien años más tarde, por parte del Arzobispado  delata la presencia de intereses económicos gravitando sobre la Plaza que sustentaba la Iglesia. Veánse si no los títulos de propiedad de Corredores y Miradores de órdenes religiosas y curatos[4], de cara a sus arriendos en “festejos y fiestas de mucho mira”’. Por no hablar del gesto del Cardenal Lorenzana, levantando en 1784 la Real Casa de la Misericordia, en los altos de Altagracia, en proximidad a la salida hacia la sede cardenalicia. Gesto que viene a rellenar tanto un vacio urbano sostenido por el Plantío de Las Moreras, las Yeseras del Norte y el Campo de Santa Catalina; como a designar la ruta dominante de la sede cardenalicia. Actuación edilicia y programática a caballo de la caridad cristiana y del móvil ilustrado que mueve a la formación del protegido; con la pretendida creación de la Escuela de Líneas, que quiere llevar adelante Eugenio López Durango, que había intervenido como aparejador de Ignacio Haan en las obras de la Real Casa.

De otra parte, y siguiendo la tesis de Domingo Clemente, resultaría extraño que en menos de cien años se hubiese verificado la construcción y, posteriormente, esa reforma decimonónica como cita el mismo. Más creíble que la construcción fernandina del setecientos, resulta el remozamiento verificado recientemente “de muy mal gusto”,  según aporta Ponz. Pero en todo caso ese emblema imaginario de un espacio unitario, ya está conferido y codificado, presto incluso para verificar un relato. “Los edificios en los tres lados del trapecio son de tres pisos. El bajo forma una galería en su crujía exterior, dividida con robustos pilares de piedra sillería, perteneciente al Orden Toscano con las molduras de sus pedestales y capiteles labrados con poco esmero. Sobre estos pilares y agregados a las carreras y toscas zapatas que antes tenían, se voltearon arcos elípticos sumamente rebajados, pero que les han hecho aparecer con unas proporciones más desahogadas: una cornisa de bastante riqueza en moldura corona este piso, teniendo cartelas pareadas en la parte que cae sobre los pilares, el piso principal es más rico, pues todos sus vanos son de medio punto y la división de claros la forman pilastras estriadas hasta un tercio de su altura con lindos capiteles y basas. Las ventanas están sobre recuadros de bastante realce y orladas de unas pequeñas pilastras, también con sus sus capiteles hasta la altura de los arcos[5]. Desde esta sublimación de la memoria, los postes de madera del orden leñoso, han cedido su lugar a soportes de piedra, que se imputan ya al Orden Toscano, de igual forma que comienzan a proloferar capiteles, cartelas y cornisas, en un gestro de ‘bondad de sangre’. El maderamen rústico ha permitido la aparición de un nuevo juego ilusorio de pilastras y arcos, donde ahora se buscan las proporciones del canon y las reglas del Vignola, como un nuevo paradigma del Modelo, o como el desideratum de un Nuevo Orden formal y formalizado.

Periferia sentimental
José Rivero


[1] Ponz A. Op. Cit. Página 40,

[2] Clemente D. Guía de Ciudad Real. Ciudad Real 1869.  Reedición de 1974. Instituo de Estudios Manchegos, Ciudad Real. Página 110.

[3] Alonso J. La Plaza Mayor. Lanza, 13 agosto 1953.

[4] Villalobos Racionero y. Op. cit. passim.

[5] Clemente D. Op. cit. Página 111.

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