El caso de la estatua desaparecida (8)

Un relato de Manuel Valero.- Así que después que Lucio Fernando prendiera los cirios  que colocó en círculo sacó del maletín una edición de El Quijote de 1950 y lo abrió por el capítulo que relataba el místico y penitencial retiro de nuestro Hidalgo en Sierra Morena.
estatua-quijote
Antes de colocarse sobre los hombros un pedazo de lino blanco con las iniciales MDCYS, que eran las de Miguel de Cervantes y Saavedra, bordadas en rojo, extrajo del maletín cuatro varillas plegable y con una tela de color teja improvisó como un palio sobre el pedestal demediado.

Y ya estaba todo preparado, velas, edición antigua de El Quijote, el palio.. Y fue cuando Lucifer miró al astro rey, hizo un gesto con las manos como si escribiese algo en el aire y después se colocó de espaldas al sol y en silencio comenzó a emitir un sonido gutural perfectamente audible para la autoridad que ahora estaba más sobrecogida que nunca, incluso Carnation, que creyó por un momento en la aparación súbita de caballo y caballero. Los pájaros dejaron de zigzaguear y desaparecieron como por ensalmo. La Plaza quedó en suspenso como detenida en el tiempo apresada en un segundo como una postal veraniega.

A las nueve en punto de la mañana el cura, de pie ante el pedestal adoptó la postura del rezo en un híbrido extraño entre la cosa negra, la liturgia buena, el sincretismo cubano y algo de candonblé. DE pronto extendió los brazos hacia el mármol que sostuviera la estatua con un murmullo de letanías en un idioma que como el rito, no era ni español, ni otro conocido, ni  esperanto, ni latín, como constató el ayudante que se inclinaba hacia el palio para escuchar mejor y nada. Después el cura Lucio Ferando caminó a zancadas alrededor del pedestal sin dejar de tocarlo y con los ojos cerrados por la concentración dijo a voz en cuello;

Caballo que a caballero lleva, diga ahora donde queda

Y dígalo el caballero, aunque el caballo lo sepa

Y repitió la frase una y otra vez, caminando en círculos, con los ojos cerrados, atenuando el grito ahora convertido en un zumbido iniciático.

Pero en hora y media de rito no ocurrió nada. Nada rompió el marasmo de la Plaza que se cocía ya a esa hora cercana al mediodía. De repente comenzó a correr, a saltar, a hacer esparavanes sin sentido hasta que arrodillado ante el pedestal dijo:

Nunc est bibendum

-Ahora toca beber –tradujo el ayudante bien alto para que se enteraran todos.

Le llevaron una botella de agua, bebió y ya repuesto saltó hasta el pedestal con el libro abierto sobre  las manos.

Ni así. El heterodoxo sacerdote se reconoció impotente para resolver el caso. De un salto bajó del pedestal y acercándose hasta el alcalde que mantenía la misma expresión boba de las últimas dos horas, le dijo:

-NI idea de su paradero. Mi opinión es que se ha fugado por voluntad propia a otra dimensión

-¡Cojonudo! Toda esta verbena para nada –tronó el alcalde.

-Mire, señor alcalde, ustedes me llamaron, yo he venido y lamento no resolver el enigma. Pero como dice el refrán

A estatua ida, estatua reponida

Y si es del Quijote con un cipote

Así que señores, supremun vale

-Adiós para siempre- tradujo el ayudante.

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