Náufrago: improvisando música para cine mudo

ruido-blancoDesde el comienzo mismo del cine, la música forma parte de las películas como un elemento propio, ya sea interno o externo. A partir de las instrucciones que el director asigna al compositor,la música no solo complementa la acción con sonido:mientras que la narración se comprende a través de la imagen (como un reflejo imaginario de la realidad) la música subraya aspectos subliminales o informaciones de cualquier tipo. Precisamente, la escasez o abundancia de música configuran también el tono y el ritmo de la propia película.

En la época del cine mudo, hasta finales de los años 20, el estilo de música que se hacía mientras se proyectaban las películas – ya fuese música improvisada o compuesta – era el estilo post-romántico propio de dicha época, yla música ligera de aquella época en los EE.UU. tenía más influencia de ésta que del propio jazz. De hecho, los Ragtime no son sino la conversión de la música de salón europea para pianoal lenguaje afroamericano. Por tanto, es normal que, al hablar de música hecha para cine mudo, se asocie esta actividad con la música de entonces.

En el cine sonoro, ya no es necesaria la música en directo: la música queda perfectamente incrustada en la “banda sonora” del filme. De ese modo, asistir hoy en día a una sala de cine con una instalación de sonido envolvente, provoca una emoción intensa en el espectador. Hasta las obras de teatro recurren habitualmente a las grabaciones musicales. Las grabaciones en un reproductor óptimo pueden amplificar claramente hasta el más mínimo detalle. Sin embargo, la experiencia de oír música en directo es completamente distinta a la de oír la mejor de las grabaciones.

Hoy en día resulta excéntrico hacer una película muda, donde el único sonido que acompañe a la proyección sea una banda sonora musical, tal como sucedió en 2011 con la española Blancanieves (de Pablo Berger) o la francesa TheArtist (de Michel Hazanavicius), ambas películas ambientadas en viejas épocas. Y sin embargo, el público ha agradecido la recuperación de esta forma de ver cine, como lo demuestra el número de premios obtenidos por dichas películas.

naufrago-1Ha transcurrido casi un siglo desde que dejaron de hacerse películas en cine mudo. En este tiempo se ha producido una infinidad de transformaciones: cambios de estética, de pensamiento, de técnica, de formato, de narrativa… tanto en lo cinematográfico como en lo musical – a pesar de la actual normalización del modelo sinfónico cuyas fuentes emanan de la música del siglo XIX. El carácter de la música sigue obedeciendo a lo que la imagen impone, pero mantener una estética musical anacrónica ya no tiene sentido.  Sobre este asunto, en general, ya me pronuncié en un artículo anterior – El Señor de los Anillos: los códigos secretos de la música de cine.

Me resulta interesante la posibilidad de explorar la inserción de música actual sobreun soportevisual mudo. Por eso, en años anteriores he hecho proyecciones de películas a las que he puesto música en directo. Salvo El Fantasma de la Ópera (de Rupert Julián, 1925), que era muda, en dos ocasiones más he editado las películas, quitándoles el sonido y poniendo subtítulos: Sed de Mal (de Orson Welles, 1958) y El testamento del Dr. Mabuse (de Fritz Lang, 1933). Todas tienen en común que la fotografía es en blanco y negro y que la tensión permanente del argumento (sea como cine de suspense o de terror) induce a ampliar los recursos musicales acostumbrados. Aunque el instrumento básico es el piano, ha añadido en todos los casos otros medios, como instrumentos de percusión o procesadores de sonido.

naufrago-2La música es improvisada. O sea, no hay partitura. El trabajo de preparación requiere conocer la película: cual es la evolución de la narración, de los personajes, cual es el ritmo de la película (es decir, los cambios en general, sea de diálogo, de escena, de cámara, etc.) en qué punto se producen los momentos críticos,… A partir de ahí, el músico “interpreta” la narración visual. En una película sonora, normalmente se subrayan los momentos importantes; pero el mayor riesgo de hacer películas de cine mudo, a mi entender, está precisamente en los momentos de transición, de manera que el interés no decaiga en ningún momento. La reacción del público es incómoda al principio, por esa falta de costumbre de ver una película muda con música en directo; pero al poco tiempo se produce la adaptación del público a la propuesta del espectáculo y se produce la magia de fusionar imagen y sonido con total normalidad.

Este año, el reto es hacer una película distinta del todo: sonora, en color, y sin suspense. He escogido Náufrago (de Robert Zemeckis, 2000). En este caso, hay que cuidar que la simultaneidad de los diálogos con la música no cause ningún conflicto entre ambos. Será el jueves 22 de marzo a las 6 y cuarto, en el Auditorio del Conservatorio Profesional de Música de Ciudad Real.

Antonio Fernández Reymonde
Ruido Blanco

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