Postales de verano 12

postales-desde-itacaQuerida amiga:
Hoy te escribo tarde porque el día ha sido complicado. Por la mañana fui a la playa; ya sabes, por la vitamina D y porque es donde mejor se duerme la siesta mañanera después de beber las dos botellas de sidra, como manda mi nueva tradición de botellas pares. A ver, chica, que hacía calor y el método es nutritivo, aparte de hidratante, que lleva manzana. Una intenta cuidarse, aunque esté de vacaciones.
Pues he llegado a la playa, pillo un buen sitio en el medio, extiendo mi toalla de flamencos y en un par de minutos ya estaba bien amodorrada. Yo creo que me entra el cansancio a esa hora por los paseos matutinos (por la sidra no creo, porque refresca). El caso es que, de repente, la gente se ha puesto a chillar. «No veo, no veo». «Me he quedado ciego». «No sigáis la luz». Frases así. Yo me he acordado del libro de Saramago (todo junto) y me ha entrado el pánico. Me he levantado corriendo, no por ayudar, sino para salir zumbando. Y, al verme, he comprendido lo que pasaba. Que mi cuerpo blanco lechoso (pasteurizado y uperisado) refractaba la luz del sol y salían rayos luminosos de mis muslos, de mis brazos, de mi barriga. La gente es exagerada en todos lados, que con unas gafas de sol se resolvía todo y no había que hacer tanto drama. Me he ido muy altanera y, al pasar junto a un chaval, me ha soltado: «¡¡Milagro, es una aparición mariana!!». Es que la túnica de Demi Roussos de hoy era blanca, con brillibrilli dorado, y se ve que el chico tenía el cachondeíto subido.
Me he ido al bar, para apaciguar mis ánimos por el pifostio que he montado. La camarera ni me ha preguntado. Nada más sentarme, mi par de botellas y el cabrales. ¡Esa chica vale pesetas! Si yo fuera Fernández Mallo, escribiría un poema sobre la rectitud y simetría del líquido dorado al caer y el efecto magnético que produce al chocar con un sólido cristalizado. Pero, como soy yo y ya nos conocemos, me he puesto a pensar en que se me había jorobado la siesta de la tarde en la playa. Así que he decidido ir al monte, que es sano y barato.
He llegado hasta un prado muy bonito y me he tumbado a descansar, porque subir cuestas no es lo mío. Menos mal que la mochila la llevaba equilibrada con dos botellas de sidra y así el peso estaba repartido. Me he tomado una para reponer sales minerales y me he quedado dormida. Me ha despertado algo húmedo y asqueroso que se paseaba por mi cara. Y no, chica, no era una babosa negra. Una vaca me estaba dando lametones. ¿Quieres un consejo de amiga a amiga? Nunca vayas al monte con túnica, porque si tienes que escapar de las vacas se te hace un rebuño entre las piernas y ya bajas como los quesos rodantes esos de Inglaterra. Eso y que la mochila ya iba descompensada con solo una botella.
Bueno, te dejo ya, que tengo que exfoliarme la cara con nanas. Y voy a tomar la que me queda, así me recompongo del susto. Aunque tendré que bajar a por otra, por lo de la tradición.
Mañana iré de ruta cultural, que será más tranquilo.
Besines y culines, amiga.

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Beatriz Abeleira

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2 COMENTARIOS

  1. Con el verano llega el eterno dilema: ¿playa o montaña?
    Una eterna disyuntiva que a lo largo de la historia, desde la noche de los tiempos, sobre poco más o menos, ha precipitado la ruptura de irrompibles amistades, ha provocado la separación de inseparables matrimonios y a lo mejor hasta ha desencadenado algún cisma eclesiástico (bueno, este último extremo no está comprobado, como los anteriores).
    Aunque yo creo que no hay necesidad de plantearse tan complicado dilema porque España posee una gran variedad de bellos espacios naturales que combinan zonas de playa y montaña.
    ¡Felices vacaciones!……

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