En un aún veraniego septiembre se instalaron instituciones con justicia, nacieron damas benefactoras de gran renombre y fenecieron santos reformadores

Manuel Cabezas Velasco.- La segunda mitad del siglo XV estuvo protagonizada por el conflicto sucesorio entre la heredera del rey Enrique IV y su hermanastra Isabel. Todo lo que sucedió ya es de sobra conocido y la segunda se alzó al fin con el trono castellano.
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Acabándose la citada centuria, los monarcas conocidos como católicos aún estaban construyendo un aparato estatal moderno que rompería con las antiguas instituciones.

Una de ellas pertenecía al ámbito de la justicia, la conocida como Chancillería. En aquel tiempo, y dada la extensión de territorio que estaba bajo su jurisdicción, la afincada en Valladolid requería de otra auxiliar que sirviese para aligerar la ingente carga de trabajo que poseía. Recién estaba tomada Granada, más aún había muchas cuestiones por resolver, no sólo en el ámbito jurídico.

Por aquel entonces sería creada una segunda Corte que tuviese como ámbito competencial los territorios comprendidos al sur del río Tajo. La sede elegida fue Ciudad Real. Los Reyes Católicos dispondrían su creación por una Real Provisión fechada en Segovia un 30 de septiembre del año de 1494. Las razones de su elección podrían quedar concretadas en el volumen de litigios que estaba obligada a afrontar la ya existente de Valladolid, mas en palabras del presbítero don Luis Delgado Merchán, así podríamos precisar el porqué de aquella decisión:

“No había en España más que otra instalada en Valladolid, y su competencia se extendía no sólo al conocimiento y resolución de los pleitos ordinarios, sino á todas las causas de apelación derivadas de los tribunales inferiores incluidos en la demarcación de las provincias componentes de su territorio y también privativamente á las de hidalguía y propiedad de mayorazgos. Sus fallos y ejecutorias eran inapelables y constituían jurisprudencia admitiéndose no más el recurso de alzada en caso de agravio ó injusticia notoria, y esto con súplica al rey en gran de mil y quinientas. Cúpole á nuestra heroica ciudad la fortuna y raro privilegio de ser la segunda población del reino que tuviera Chancillería colocándose por esta vez á la altura de la Corte española. ¿A qué debió tan honrosa como insólita merced? ¿fue por ventura el galardón debido á la acrisolada lealtad con que sirvió siempre á los reyes de Castilla, dueños de su particular señorío, ó se tuvo en cuenta para otorgársela su condición social, su origen y calidad realenga, su posición geográfica, su glorioso pasado, sus servicios de última hora prestados á la causa de doña Isabel?

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Sin negar en absoluto que todas estas razones contribuyeran á la concesión de que se trata, constan por modo expreso en la Cédula de otorgamiento las causas inmediatas que la motivaron. La reorganización de los Tribunales de justicia, ruedas del Estado maltrechas y desgastadas á la sazón al roce de los pasados desórdenes, fue uno de los cuidados que solicitaron con mayor empeño la atención de la católica reina, no bien empuñó las riendas del gobierno. Lograda con el auxilio de sabias y previsoras medidas la unidad política quedando á salvo los fueros de la Corona, acometida la unidad religiosa con el planteamiento de los Tribunales de la Fé, que traen en breve plazo la expulsión de los Judíos del suelo español, y obtenida por último la del territorio con la conquista de Granada, postrer baluarte de la dominación árabe, á realizar aquella noble aspiración, encauzando en las legítimas vías del derecho la perturbada administración de justicia, respondió el pensamiento de crear un segundo tribunal, que compartiera con el de Valladolid, insuficiente ya para llenar su cometido dentro de la nueva extensión territorial, sus funciones jurisdiccionales. Para punto de instalación accesible á la apartada región andaluza y al alcance de la capital de la monarquía la posición geográfica de Ciudad Real colmaba las medidas del deseo, <… e porque los vecinos e moradores de los que biven – dice la Real Cédula – en las Cibdades e villas e lugares de andaluzia e del reyno de granada e otros lugares allende Tajo non tengan tanto trabajo en venir con sus pleytos e cabsas a la ntra norte e chancillería… nos abemos hordenado e mandado que aya e esté otra ntra abdiencia e chancillería en esa dicha cibdad>” [1]

Señálase igualmente en tal Cédula la composición de la Chancillería de Ciudad Real, la cual constaría de un Presidente, cuatro Oidores, un fiscal, dos Alcaldes del Crimen, y otros dos de Hijos dalgo, oficiales, encargados del sello, del registro o de la cárcel, por citar algunos. Aunque de forma más explícita aquí lo detallamos:

“Inicialmente se dotó de un presidente, cuatro oidores para las causas civiles, dos alcaldes para causas criminales y otros dos para las de hidalguías, catorce escribanos (seis de cámara, seis receptores y dos del crimen), un abogado y un procurador de pobres, un oficial del sello y otro para el registro, un alguacil, un carcelero, un receptor de penas de cámara y dos porteros. Se pensaba cubrir dichos puestos mediante traslados del personal de Valladolid, pero las resistencias y excusas para evitar dichos traslados fueron unánimes, en parte porque éstos debían verse como un descenso en el escalafón de la carrera judicial.” [2]

Igualmente en dicho texto hacíase constar de la necesaria edificación para la misma.

Era pues necesaria la ampliación del número de sedes para el desarrollo de un mejor trabajo en el ámbito jurisdiccional, ejercicio de la justicia que en tiempos de los Reyes Católicos quedaba de sobra justificado, tal como se precisa en el siguiente párrafo:

“El ejercicio de la justicia, ha sido destacado por diversos autores, forma parte de la propia concepción monárquica y es uno de los pilares básicos en los que se apoya el nacimiento de los estados modernos. Tal vez una de las mejores definiciones de la importancia de la justicia como atributo de la monarquía es la que encontramos en la declaración que las Cortes de 1518 hicieron al nuevo monarca Carlos I, al que, entre otras cosas, recordaban que «el buen regir es facer justicia, que es dar a cada uno lo que es suyo […] porque aunque en los Reyes se hayen y tengan muchas otras fuerças […] ninguna de estas es tan propia del rey sino sólo facer justicia y juicio».

La creación de un aparato judicial monárquico potente y organizado es, a la vez, un requisito y una consecuencia del fortalecimiento de la institución monárquica, y no es de extrañar que sea en el reinado de Isabel I en el que se perfile en Castilla el diseño institucional de lo que será el entramado judicial de la monarquía, apoyado en la Real Audiencia (nuestra Corte e Chançellería) como institución básica.” [3]

A pesar de todo, aunque en términos legales la mencionada institución surgiera a partir del 30 de septiembre de 1494, en la realidad ya se había iniciado un trabajo precedente en nuestra ciudad. Así queda indicado al señalarse los nombramientos de don Diego de Loaísa, regidor y aposentador real, para ocupar el puesto de escribano [4]

Sin embargo, aunque la importancia de la institución daría renombre a la localidad de acogida, los poderes locales de Ciudad Real no estarían tan llenos de alborozo pues la llegada de la Chancillería suponía instaurar una institución que, como representante directo y delegado del poder real, ocuparía la cúspide de la jerarquía en cuanto a autoridad, quedando por debajo de la misma el mismísimo corregidor. Además, se unía las carencias existentes en cuanto a unas instalaciones adecuadas y para residencia del personal que requería tal institución. Y, finalmente, los propios vecinos tampoco estarían muy contentos ante una subida de impuestos que la Audiencia obligaba, tanto para la institución y, por su llegada, se propiciaría un encarecimiento de la vivienda y de las propias subsistencias al haber una mayor demanda.

Todos estos condicionantes acortarían la permanencia de la Chancillería en la localidad. Así queda explicado:

“La Chancillería se mantuvo en Ciudad Real durante una década, en la que sin duda tuvo un fuerte impacto en la vida de esta ciudad. Durante este tiempo los oficiales no dejaron de quejarse por la falta de infraestructuras adecuadas, por la insalubridad de las aguas o la inconsistencia de los edificios, solicitando en diversas ocasiones el traslado de la sede «a un lugar más sano y dispuesto para la administración de justicia». La decisión del traslado a Granada parece tomada en 1500, pero justo estalla la revuelta mudéjar y debe aplazarse Tras la muerte de Isabel I, en 8 de febrero de 1505 Fernando el Católico dicta la provisión por la que se ordena al presidente y oidores de la Chancillería que a la mayor brevedad posible inicien los preparativos para trasladar la sede del tribunal a Granada. El mismo día se dicta otra provisión, en este caso en nombre de la reina doña Juana, aunque por mandado de su padre Fernando como administrador y gobernador, por la que se comunica al concejo de Granada el traslado de la Chancillería y se ordena que se reciba y hospede convenientemente a los oficiales de la misma.” [5]

La sede de dicha Chancillería, según nos señala José Golderos Vicario [6], hallábase instalada en el palacio de los marqueses de Casa Treviño, sita en la calle de los Reyes.

Próxima a este edificio – ya desaparecido – se encuentra el Archivo Histórico Municipal de Ciudad Real donde se encuentra algún testimonio de la existencia de aquella institución. Un ejemplo de ello es la Comisión de los Reyes Católicos al Doctor Cornejo, Alcalde de la Chancillería de Ciudad Real, sobre ciertas tierras y términos que algunos alcaldes tienen tomadas a la ciudad. Dicho texto aparece fechado en Granada, 24 de Octubre de 1499 [7].

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“La morada de la dama

El tiempo transcurrido apenas había durado un suspiro. Décadas de batalla constante y de viajes continuos se habían sucedido, acarreando consigo la responsabilidad de criar a sus dos criaturas tras la temprana desaparición de su compañero de vida.

Las paredes, las dependencias, los objetos que llenaban aquella casa, siempre le recordarían a él. Las tardes de chanzas y deleite en torno al piano del salón principal con los grandes amigos, siempre de él mostrarían su huella. Sus hijas eran su legado. A través de sus ojos, lo estaría viendo a él. Los recuerdos de familia, sus abanicos, sus libros, su vajilla, sus objetos devocionarios, todos aquellos que transitaban alrededor de la mesa a la hora de las comidas, también le evocarían su no presencia. Incluso cuando alcanzaba la puerta principal y posaba su mano sobre el asidero contemplaría aquellas letras que le retrotraerían a él.

Más de cuarenta años habían transcurrido desde que aquella dama dejase de habitar en aquella morada y perder su último hálito de vida. Aún el recuerdo permanece en la memoria de su nieta.” [8]

Es, por ello, que podría así resumirse escuetamente la azarosa vida del personaje que ahora nos ocupa. De sobra conocido es en Ciudad Real y su actualidad ha hecho necesario el retraso del presente artículo.

La dama en cuestión nacía en la calle de Calatrava número 14, un 17 de septiembre de 1888 en la localidad de Ciudad Real. Hija de don José Cendrero Díaz del Castillo y de doña Blanca Arias Fernández de Sierra, doña Elisa Cendrero Arias Díaz del Castillo Fernández de Sierra, Elisa Cendrero para que sea más legible a partir de este momento, verá coronada en próximas fechas y en la persona de su nieta, doña María Elisa Céspedes Medrano, la reapertura de la que fuera su casa ubicada en la calle de Toledo y que albergara y acogiera el Museo – Archivo Histórico Municipal “Elisa Cendrero”.

Muchas cosas se han dicho de una señora que fallecía hace más de cuarenta años. Homenajeada en su ciudad con el nombre de una calle o con el propio Museo anteriormente citado, doña Elisa Cendrero contaba en su árbol genealógico con un entramado de personajes relevantes o de cierta importancia que la llevaron a gozar de una posición acomodada desde la mismísima cuna.

Así, su línea materna la emparentaba con un caballero profeso de las órdenes y Caballería de Calatrava, San Fernando y San Hermenegildo y nombrado por el rey Fernando VII en 1814 gobernador político y militar de Almagro y del Campo de Calatrava, don Antonio Francisco Fernández Sierra y Menéndez Flores, siendo su segunda esposa la bisabuela de doña Elisa Cendrero, oriunda de la localidad de Carrión de Calatrava, doña Bárbara Zaldívar y Carrillo de Albornoz. Su abuela doña Emilia Fernández de Sierra daría a luz, a la madre de doña Elisa, doña Blanca Arias Fernández de Sierra, la cual contraería nupcias con don José Cendrero Díaz del Castillo, presidente de la Diputación Provincial en dos períodos diferentes, 1893 a 1894 y 1895 a 1896, además de diputado por el distrito de Almadén en 1905, y senador en los años 1910, 1914 y 1918, año este último de su fallecimiento [9].

O, por su línea paterna, cuyo apellido procedía de su padre don José Cendrero, habría que remontarse a los tiempos la conquista del continente americano, pues doña Elisa Cendrero tenía estrechos lazos de sangre que la unían al conquistador español y cronista de la conquista de México, Bernal Díaz del Castillo. Sus descendientes procedían de la otrora Castilla la Vieja – concretamente asentados en Medina del Campo, Valladolid – y que vendrían a La Mancha para repoblarla. El padre de doña Elisa nacería en la localidad de Agudo.

De estos y otros aspectos genealógicos, la fuente más directa – sin duda alguna – corresponde al que fuera responsable del área de Conservación de Museos, Archivo y Patrimonio Municipales del Ayuntamiento de Ciudad Real, don José González Ortiz [10].

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Volviendo a los honores y distinciones de doña Elisa Cendrero, entre otros podrían citarse: nombrada Presidenta de Honor de la Cruz Roja Española en 1940, reconocida como Hija Adoptiva de Carrión de Calatrava en 1975, merecedora de la 1º Medalla de Plata del Deporte Provincial por la Delegación Provincial de Educación y Deportes en 1976 por la cesión de unos terrenos para construir un Polideportivo en Carrión de Calatrava y, a título póstumo, la concesión del “Cervantes de Oro” en 1985 por su meritoria labor cultural, justificada entre otros aspectos por su altruismo al donar un manto dorado para la patrona de Ciudad Real, la Virgen del Prado, o la posterior cesión de su casa en la calle de Toledo para el museo – archivo histórico que la rinde homenaje. A todo ello habría que unir su tratamiento de Excelentísima Señora por la condición de diputado que tuvo su esposo don Ramón Medrano y Rosales Maldonado y Medrano.

Antes de dicho matrimonio, el referido autor nos habla de la admiración que la profesaban, de los pretendientes que tuvo antes y después de su casamiento. Su solidaridad y su vasta cultura no le impidió arremangarse cuando fue necesario, preocupándose por los asuntos cotidianos que el campo requería o formarse – por su avidez de cualquier tipo de conocimiento – incluso estudiando francés y piano.

Todo ello no le impidió “disfrazarse cuando llegaba el Carnaval, frecuentando con sus máscaras, trajes disparatados y pintorescos que ella diseñaba el Gran Casino de Ciudad Real” [11]

En cuanto a su boda, habría que decir que constituyó todo un acontecimiento social para la época. El evento acaecería un 27 de abril de 1914 en Ciudad Real, concretamente en la casa del padre de doña Elisa, don José Cendrero, aquella que posteriormente ocupase la Cámara de Propiedad Urbana y actuales dependencias de la Delegación Provincial de Bienestar Social de la Junta de Comunidades de Castilla – La Mancha, en la calle de la Paloma esquina con la calle de Calatrava.

El eco del que se hicieron los rotativos (mencionados por el autor anterior) [12] mostró la relevancia de dos familias que acababan de emparentarse en una localidad de poca relevancia. Su enlace llevaría a engalanar la casa del padre de la novia con grandes adornos florales, continuándose de un abundante Lunch que se sirvió en el desaparecido Hotel “Pizarroso”. El fuste de tal evento vendría reforzado por la bendición otorgada por tres ilustres prelados, el excelentísimo e ilustrísimo Sr. don Francisco Baztán y Urniza, conde de Noreña y obispo de Oviedo, el excelentísimo Sr. don Remigio Gandansegui y Gorrochategui, quinto obispo prior de las órdenes militares y auxiliado por don Javier Irastorza Loinaz, sexto obispo electo de la diócesis de Ciudad Real, y don Eloy Fernández Alcázar, provisor y vicario general de la diócesis de Ciudad Real. Como testigos de aquel celebrado día, además de personalidades como el alcalde ciudadrealeño don Alberto García Serrano, el diputado don Sacramento Hidalgo, don Luis del Rey y Medrano ex senador del Reino y presidente de la Excma. Diputación Provincial de Ciudad Real, asistieron familiares de ambos contrayentes con regocijo, y la puesta de largo de ambos en cuanto a su vestimenta estuvo a la altura, tal y como se muestran en las fotografías de Galvache. El viaje de novios les conduciría hasta las cumbres nevadas del Mont Blanc y la estación de Chamonix.

Su azarosa vida le llevó a conocer diversas personalidades de todos los ámbitos, religioso, cultural, político o artístico. Incluso intercedería por el mismísimo general Escobar para obtener su indulto pero Franco se lo denegó.

Entre algunas de aquellas personalidades se encontraba el historiador, ensayista, escritor y Miembro de la Hispanic Society of America Rafael Ramírez de Arellano, que le dedicaría los siguientes versos:

A la sin par Elisa Cendrero

En este rincón de la Mancha,

donde brillan los luceros,

hay uno que de noche y de día,

alumbra más que un candelero.

Y ese rayo de sol se llama Elisa

y es hija de José Cendrero,

es bella y culta… hermosa,

como luz que viene del cielo.

Tiene veintitrés años,

un cuerpo señero,

rubia de oro y ojos serenos.

Cuando camina por la calle,

la miramos contentos,

su dulzura es bálsamo y, la sonrisa un beso.

En este pueblo de grandes bellezas,

no hay quien eclipse su sueño,

pues es un ángel de luz,

que ha bajado a vernos”. [13]

La morada que hoy en día todos conocemos albergó al nuevo matrimonio en el año de 1917, cuando las obras fueron finalizadas. El maestro de obras y constructor local Agustín Romero fue el responsable de esta. Su estructura giraba en torno a un patio central que daba luz a las diversas dependencias.

A él se unirían diversos responsables en la ejecución de la estética y los ornamentos que la casa – palacio poseería: la puerta principal a cargo de los tallistas y escultores locales Joaquín García Coronado – autor igualmente del altar ubicado en la capilla – y su hijo José García de Mora, siendo sus tiradores diseñados y realizados por Ibarrola; los diseños de los relieves de las plantas baja y primera a cargo del pintor ciudadrealeño Ángel Andrade Blázquez, al igual que los reposteros que mostraban los anagramas de la familia; por citar sólo algunos ejemplos representativos.

Sin embargo, dos fechas clave condicionarían la vida de la casa y la de su propia moradora hasta el fin de sus días: 1923 y 1936.

La primera de ellas, 1923, supondría el óbito de su esposo, don Ramón Medrano y Rosales, que dos años antes había sido investido Caballero de la Orden de Calatrava, quedando así doña Elisa al frente de tan ingente patrimonio y de la responsabilidad de educar a sus dos hijas, todavía cortas de edad, doña Elisa y doña María Jesús.

Y, la segunda, 1936, modificaría el uso de la propia vivienda, pues con la llegada de la contienda civil pasaría a convertirse en Cuartel Militar, siendo recuperada por la familia cuando llegaron los meses de agosto y septiembre de 1939. Las consecuencias de este nuevo uso no se harían esperar: parte del patrimonio existente se había visto profundamente mermado. Ya en 1940 el edificio recuperaría su uso como vivienda, siendo habitada por su dueña hasta que perdiese su último hálito de vida el 29 de abril de 1977.

El uso posterior del edificio es de sobra conocido por todos. Es el actual Museo – Archivo Histórico Municipal “Elisa Cendrero”, como fruto de la cesión que la difunta hizo tanto en vida como en su testamento. Varios años tardó la adaptación como nueva institución museística para abrir sus puertas al público el 14 de enero de 1983. De ello ya no mencionaré dato alguno, y sencillamente me remitiré a un artículo precedente. [14]

Hoy en día, la espera para poder volver a recordar aquellas dependencias que albergaba la vivienda de doña Elisa Cendrero, además de la nueva oferta museística que ha propiciado su reforma y ampliación, es cada vez más corta. Apenas quedan unos días, una semana para ser más exactos, para volver a disfrutar del ambiente que rodeó a aquella morada de tan ilustre dama benefactora.

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El personaje del que hoy recordamos su defunción nacía en un modesto pueblo ciudadrealeño llamado Fuenllana en el año de nuestro señor de 1486. Era el hijo primogénito de Tomás García y Lucía Martínez de Castellanos, hidalgos de Villanueva de los Infantes. Por ello, gozaría de una posición económica desahogada y su infancia transcurriría en la localidad de Villanueva.

Su madre ejerció gran influencia a la hora de aprender las virtudes domésticas, a nombrar a la Virgen María o a llevarla en su corazón. Y de su padre, la misericordia para con los necesitados.

Por todo ello, el joven Tomás vería durante su infancia cómo las puertas de su casa solariega siempre estaban abiertas para los más necesitados y, siguiendo el ejemplo de sus padres, llegaba frecuentemente a su casa con harapos tras intercambiar sus ropajes con necesitados que así insistentemente se lo habían solicitados. Incluso llegaba a entregarles los pollos que poseía en su corral.

En el recién fundado convento de San Francisco se albergaría el panteón familiar, recibiendo allí sus primeras letras, creando su madre una obra pía – que él mismo realizaría cuando fuese arzobispo – y posiblemente llevaría a cabo los iniciales estudios de latinidad y principios de lógica. A partir de los 15 ó 16 años cursaría humanidades ya en Alcalá. Rondaría el año de 1501 ó 1502, y, en la recién fundada Universidad cisneriana estudiaría Artes, graduándose de Bachiller en 1508, pocas semanas antes de la inauguración del Colegio Mayor de San Ildefonso. Aquí ingresaría pocos días después para completar su formación curricular, siendo Maestro en 1509 y Catedrático en 1512.

Aunque su vida parecía ir encaminada a impartir una Cátedra en la Universidad de Salamanca, allá por 1516 tomaría el hábito en el Convento de San Agustín y profesaría el 25 de noviembre de 1517, curiosamente pocos días más tarde de que el también agustino Martín Lutero clavase sus 95 tesis en la puerta de la capilla de la Universidad de Wittenberg.

Finalizando el año siguiente, sería ordenado sacerdote, celebrando su primera misa el mismísimo día de Navidad. A partir de 1519 el servicio a la Iglesia y a la Orden agustina los llevará a cabo de forma pública, ostentando diversos cargos: prior de Salamanca en 1519 y 1523, visitador provincial en 1525, prior de Burgos en 1531, primer superior provincial de la provincia de Andalucía en 1526 y de Castilla en 1534, revisor nacional de bibliotecas conventuales en 1536, y arzobispado de Valencia el 5 de julio de 1544, habiendo renunciado al de Granada.

La complejidad de la diócesis valenciana le obligó a realizar una minuciosa visita pastoral al año siguiente de su llegada y en 1548 convocaría un Sínodo provincial para poner a la iglesia de Valencia en sintonía con el espíritu de Dios, pues había observado un ambiente demasiado relajado en el clero valenciano. Su ejercicio no estaría exento de fricciones pues la intromisión del poder civil le llevó a enfrentarse a situaciones delicadas. Tal sería el caso del fuerte choque que tuvo con el Gobernador y sus colaboradores en 1548 – 1549, al que excomulgaría y pondría la “cessatio a divinis” en todas las iglesias de Valencia. Ese mismo sentido de la justicia lo aplicaría para corregir y castigar a los clérigos, tratando de buscar más bien el arrepentimiento espontáneo como arma más eficaz para sanar el miembro de la Iglesia que encontraba enfermo.

Antes de que fueran creados los Seminarios conciliares, fundaría el Colegio de la Presentación en 1550, donde el espíritu alcalaíno vivido en su juventud quedaba recogido, a lo que él mismo añadiría el ideal de vida evangélica que debe animar a todo apóstol de Cristo.

El buen gobierno de la diócesis que regentaba habíaselo confiado a la imagen del Cristo que tenía en su oratorio, el cual pareció que le anunciaría su inminente fallecimiento para el día de la Natividad de María. Ante tal premonición, el arzobispo trató de ponerse a bien con los pobres, dando una correcta administración de los bienes, dejó pagado durante un año el salario de las amas de cría de los niños abandonados, ordenaría al tesorero y limosnero del arzobispado la entrega a los pobres del numerario existente en las arcas arzobispales, y, finalmente, para desprenderse de todos los bienes materiales de su casa, entregó su propia cama a un criado que se la había pedido prestada para dormir.

Tras una breve enfermedad, el hijo de Tomás y Lucía fallecía un 8 de septiembre de 1555. Sería enterrado en el convento agustino de Santa María del Socorro, extramuros de la ciudad. Su beatificación sería el 7 de octubre de 1618 y su canonización el 1 de noviembre de 1658. Organizáronse importantes celebraciones conmemorativas tanto en España como en las ciudades de Hispanoamérica siguiendo el modelo de fiesta barroca.

Junto al amor a los pobres y su labor de predicador, la relevancia de la figura de Santo Tomás de Villanueva no admite género de dudas. No sólo por su obra como escritor místico, siendo la más importante “De la lección, meditación, oración y contemplación”, además de los numerosos sermones en castellano y latín, siendo ejemplo de ello el “Sermón del amor de Dios”, imbuido de neoplatonismo. A ello habría que sumarle que fue un auténtico fustigador de la fiesta de los toros, pues él mismo se preguntaba “¿Hay brutalidad mayor que provocar a una fiera para que despedace al hombre?”. Irónicamente su canonización en diferentes ciudades se celebraría con corridas de toros.

Su trascendencia ya fue en vida por todas conocida al ser aclamado como el “Padre de los Pobres” y representado por los grandes maestros del Barroco, desde Murillo a Zurbarán, pasando por Juan de Juanes o Ribalta por citar algunos ejemplos.

De este modo, iconográficamente las representaciones de Murillo quedarían descritas:

“Normalmente viste el hábito negro de los agustinos, al que añade la indumentaria propia de su dignidad episcopal: capa, mitra, báculo y el sagrado palio de los arzobispos (Zurbarán, ca. 1660, Madrid, colección particular). Se le representa siempre rodeado de pobres y necesitados a los que reparte el dinero de su bolsa (Murillo, ca. 1668, Sevilla, Museo de Bellas Artes; Espinosa, ca. 1658, Valencia, Museo de Bellas Artes). Murillo realizó entre 1665 y 1670 una serie de cuatro lienzos sobre la vida del santo para el convento de San Agustín de Sevilla: Santo Tomás de Villanueva niño repartiendo su ropa (Cincinnati, Museo de Arte), Santo Tomás de Villanueva curando a un lisiado (Munich, Alte Pinakothek), Santo Tomás de Villanueva repartiendo limosna (Los Ángeles, Fundación Norton Simon) y Santo Tomás de Villanueva recibiendo la noticia de su muerte (Sevilla, Museo de Bellas Artes)[15]

Además, también sería recordado por escritores de la talla de don Francisco Quevedo y Villegas – también estrechamente vinculado a la localidad de Villanueva de los Infantes –, el cual escribiría su biografía con un opúsculo – encargado por el religioso agustino Juan de Herrera para dar a conocer la vida de Tomás de Villanueva ante su cercana beatificación – bajo el título de “Epítome a la historia de la vida ejemplar y gloriosa muerte del bienaventurado Fray Tomás de Villanueva”, que vería la luz en la imprenta de la viuda de Cosme Delgado, en Madrid, en el año de 1620 [16]

Aunque su patronazgo se extiende a lo largo y ancho de diversas ciudades del mundo: Francia, Italia, Estados Unidos o Cuba, baste citar algunos ejemplos como: de Estados Unidos, la prestigiosa Universidad Villanova, en Pensilvania; hasta 1961 en la Universidad Santo Tomás de Villanueva en Cuba, pasando a partir de entonces a St. Thomas University en Miami Gardens, Florida, Estados Unidos de América; de ciudades españolas como Granada, donde es patrón de numerosos colegios; de las poblaciones alicantinas de Orxeta y Cap Negret de Altea; de Villanueva en La Guajira, Santo Tomás, (Atlántico), Colombia; de Ciudad Real, es el patrón principal de la diócesis, y titular de una de sus parroquias, de una residencia universitaria, de un centro educativo y de una calle; y, por supuesto, de su pueblo natal, Fuenllana, y de Villanueva de los Infantes. En estos dos últimos lugares su festividad se celebra el 18 de septiembre.

Su festividad, según el calendario católico, se celebra el 10 de octubre.

Sin duda alguna, existen numerosos biógrafos sobre el Santo desde los tiempos en que él mismo vivió, mas sin duda alguna, Francisco Javier Campos (www.javiercampos.com /// www.javiercampos.eu) aglutina en su obra una vasta y actualizada bibliografía que pasamos a citar para el mayor interés de los lectores [17]:

– CAMPOS, F.J., “Bibliografía sobre Santo Tomás de Villanueva”, en Santo Tomás de Villanueva en el V Centenario de su nacimiento, Ciudad Real 1989, pp. 125-169 (anticuada), y en Conmemoración del 450 aniversario de la muerte de Santo Tomás de Villanueva, Valencia 2008, pp. 271-338.

– ITURBE SAÍZ, A., Iconografía de Santo Tomás de Villanueva, DVD- Video, Producciones Escurialenses AIS, San Lorenzo del Escorial 2005.

— “Iconografía de Santo Tomás de Villanueva”, en Santo Tomás de Villanueva. 450 aniversario de su muerte, Madrid 2005, pp. 151-224.

— “Iconografía de Santo Tomás de Villanueva”, en Conmemoración del 450 aniversario de la muerte de Santo Tomás de Villanueva, Valencia 2008, pp. 187-270.

– ITURBE, A., y TOLLO, R. (coords.), Santo Tomás de Villanueva. Culto, historia y arte, San Lorenzo del Escorial (Madrid)-Tolentino (Italia), 2013, 2 vols.

– LAZCANO, R., “Santo Tomás de Villanueva: Bibliografía”, en Santo Tomás de Villanueva. 450 aniversario de su muerte, Madrid 2005, pp. 395-468

– SOLÍS PIÑERO, J., Iconografía comentada de Santa Tomás de Villanueva, Villanueva de los Infantes 2008.

MANUEL CABEZAS VELASCO

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[1] DELGADO MERCHÁN, L.: Historia documentada…, pp. 274 y 275.

[2] Mendoza, Juan Miguel, Almagro, Clara, Martín, Mª de los Ángeles y Villegas, Luis Rafael: Delincuencia y justicia en la Chancillería de Ciudad Real y Granada (1495-1510). Primera parte. Estudio, en Clio & Crimen, nº 4 (2007), pp. 366/488.

[3] Mendoza, Juan Miguel, Almagro, Clara, Martín, Mª de los Ángeles y Villegas, Luis Rafael: op. Cit. P. 366.

[4] Mendoza, Juan Miguel, Almagro, Clara, Martín, Mª de los Ángeles y Villegas, Luis Rafael: íbidem cit. P. 369.

[5] Mendoza, Juan Miguel, Almagro, Clara, Martín, Mª de los Ángeles y Villegas, Luis Rafael: Íbid. cit. Pp. 369-370.

[6] GOLDEROS VICARIO, José: Ciudad Real. Siete siglos a través de sus calles y plazas, 1245 – 1945. Ayuntamiento de Ciudad Real. Ciudad Real, 1998

[7] ROMERO FERNÁNDEZ, Manuel: Catálogo del Archivo Histórico Municipal de Ciudad Real. Ayuntamiento de Ciudad Real, 1991, p. 34.

[8] Microrrelato de Manuel Cabezas Velasco, inédito.

[9] MUERTE DE UN SENADOR, en “EL IMPARCIAL”, 7 de junio de 1918.

[10] GONZÁLEZ ORTIZ, José: ELISA CENDRERO (Aquella dama de una Ciudad Real) 1888 – 1977. Ediciones C & G. Servicio de Publicaciones Ciudad Real. Ciudad Real, 2012. Además de un variado número de artículos aparecidos en prensa referidos al citado personaje, como sería el titulado “Hoy cumple doce años el Museo Elisa Cendrero”, correspondiente al diario Lanza, 14 de enero de 1995, p. 23, o la esquela aparecida en el mismo diario, 1 de mayo de 1977, p. 14, por citar algunos.

[11] GONZÁLEZ ORTÍZ, José: op. Cit. P. 23.

[12] La Tribuna, diario de noticias, 28 de abril de 1910, citado por GONZÁLEZ ORTIZ, José: Íbidem cit. P. 37.

[13] RAMÍREZ DE ARELLANO: “A la sin par Elisa Cendrero”, 1911, en GONZÁLEZ ORTÍZ, José: Íbid. Cit. P. 92.

[14] Estanislao Z. Navas (pseudónimo de Manuel Cabezas Velasco): “La casa de doña Elisa”, en Miciudadreal.es Diario Digital Ciudadano, 9 de marzo de 2013 https://www.miciudadreal.es/2013/03/09/la-casa-de-dona-elisa/

[15] CARMONA MUELA, J.: Iconografía de los santos. Ediciones Istmo S.A. Madrid, 2003. Pp. 446-8.

[16] PERAITA HUERTA, Carmen: “Observaciones preliminares para anotar el Epítome a la historia de Fray Tomás de Villanueva de Quevedo”, en La Perinola, 4, 2000. Villanova University, Pennsylvania.

[17] CAMPOS Y FERNÁNDEZ DE SEVILLA, F. Javier, OSA: SANTO TOMÁS DE VILLANUEVA Universitario, Agustino y Arzobispo en la España del siglo XVI R. C. U. Escorial-Mª Cristina Servicio de Publicaciones 2001. COLECCIÓN DEL INSTITUTO ESCURIALENSE DE INVESTIGACIONES HISTÓRICAS Y ARTÍSTICAS, Nº 58. P. 290.

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1 COMENTARIO

  1. Interesante y atrayente.
    Por cierto, según tengo entendido, la puerta principal fue realizada en pino curado por el ebanista local D. Valentín Ruiz Cerro con la ayuda de su hijo D. Andrés Ruiz Arche, en el taller que poseía en la calle Infantes.
    Sus iniciales aún pueden observarse en la parte inferior izquierda de la puerta. El año ya no se observa……

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