Vacío conceptual, vacío real

En una reciente entrevista, y a propósito de su visita a FENAVIN 2019, Sergio del Molino afirmaba que “Ciudad Real forma parte de un vacio conceptual”. De esta forma el autor del reconocido libro La España vacía. Viaje por la España que nunca fue, produce una nueva categoría geográfico-demográfica, la del vacío conceptual, que no se si en su expresión será un concepto vacío o un concepto colmatado de sentido.

No es tanto, o no es tan sólo la pertenencia tangencial de Ciudad Real a la denominada España vacía, que algunos han querido rectificar  y modificar con otra conceptualización de España vaciada.  Que rectifica el carácter cuasi-natural de la primera expresión, por el carácter social y cultural de la segunda. Es decir las tierras y provincias incluidas en tal conceptualización de España vacía, lo son y lo han sido por procesos históricos señalados y no por una suerte de atavismo natural o de maldición bíblica.

Tal hallazgo de Del Molino, lo matiza en el sentido de que ese vacío lo es, en la medida en que Ciudad Real ciudad, “es un lugar muy desconocido porque está muy cerca de todo”. Con una suerte de agravio de la proximidad y de mejoría de la distancia. Y con toda la carga viajera que le da esa condición de proximidad, desconocimiento y lejanía del concepto. Que además matiza y detalla que “la propia ciudad es lo más desconocido de toda la provincia” y por ello esa suerte de bucle melancólico, camino del vacío conceptual y del desconocimiento real. Y que avala el viejo dicho despectivo de la capitaleja, sostenido por boca provincial de municipios celosos y en competencia. Aunque ese deje despectivo y tunante se cerró a finales del pasado siglo con la promoción del AVE y de la Universidad. Quizás las dos realidades más fértiles que ha tenido la ciudad.

Pero creo que todo ese vacío conceptual no es sólo de extirpe geográfica, en la medida en que Ciudad Real (ciudad y provincia) siempre han estado en el mismo sitio, que ha sido denominado ardientemente y repetidamente como ‘sitio de paso’, sitio de tránsito entre los reinos norteños de Toledo y los reinos sureños de Sevilla.

Es decir, subrayando con ello que a Ciudad Real (ciudad y provincia) no se va sino que se pasa tangencialmente. Sitio que, pese a esas limitaciones conceptuales y geográficas, acomodó Miguel de Cervantes para desarrollar un espacio preciso y perdurable en el que tendría lugar el nacimiento de la novela moderna. Y pese a ello y a la insistencia de viajeros literarios, desde Azorín a Víctor de la Serna, desde Enrique Laborde a Criado de Val, desde Paco Gómez Porro a Pedro Antonio González Moreno, el vacío no se ha podido colmatar. Y no se ha podido colmatar porque la literatura no hace política, aunque lo parezca.

La otra posibilidad de tal vaciamiento conceptual derivaría de la impotencia y limitación de las clases rectoras que nos han gobernado tanto tiempo, en constituir alternativas capaces de llenar esa suerte de maleficio del vacío geográfico. Y esta persistencia en la gestión inane, por muchas proclamas patrióticas verificadas (¡y han sido tantas!), han modelado a la perfección el vacio moliniano o molinesco, que no tienen nada que ver con la plenitud simbólica de los molinos quijotescos, que ya serían otra suerte de estadio moliniano o molinesco. Que ya será, por ello, una categoría a estudiar en los próximos planes de estudio y de trabajo.

Y digo esto con el conocimiento/desconocimiento que nos vienen proporcionando los programas electorales en curso acelerado y simplificado. Que hablan, cuando lo hacen, de cuestiones laterales y omiten las cuestiones centrales. Poco hemos escuchado en las pasadas elecciones generales, sobre el mismo problema señalado por Del Molino. ¿Qué formación política, ha presentando medidas serias y eficientes, capaces de frenar la cuesta acerada de la despoblación?

De igual forma que ahora, en las elecciones autonómicas y con los agujeros negros de la despoblación en Guadalajara y Cuenca, los programas electorales fijan su atención en la lateralidad de la victoria a corto plazo y dejan aparcadas las cuestiones centrales de la política regional. Desde la política hidráulica (¿Dónde la tubería de la llanura manchega?, ¿qué va a pasar con el Plan Hidrológico del Tajo, una vez recusado por el poder judicial?) a las infraestructuras necesarias (Bono, en las primeras elecciones autonómicas de 1983, se comprometía a unir por autovía todas las capitales provinciales); desde medidas ambientales que combatan la secuela de la despoblación como es la desertificación de zonas poco irrigadas naturalmente, al ensayado Plan de Ordenación Territorial (POT) de Castilla-La Mancha, visto como un brindis al sol pero de escasa utilidad. Por no hablar de alternativas energéticas y mineras discutidas (desde los yacimientos de Tierras raras del Campo Montiel a los de Brazatortas). Por no hablar de la necesaria revitalización de la Universidad y de la cultura regional al servicio de artistas chinos, americanos y galeristas cubanos. Aunque ese tono internacional pretendido, no sea el de la impronta castiza, advertida en algunos ensayos de folclorismo político, como el renacer de los agotados Parques temáticos y Museos del Folklore.

Otro tanto podríamos decir del vacío conceptual de los programas municipales disponibles. Donde las observaciones son generalistas y buenistas de perfil bajo, pero eluden los aspectos conflictivos que requieren medidas globales. Desde la átona situación urbanística, con el POM suspendido, al eterno aplazamiento de la ejecución de las variantes de Rondas; desde el chabolismo encubierto de los barrios marginales del Pilar y San Martín de Porres, al problema de promoción de viviendas sociales, una vez finiquitada la EMUSVI. Por no hablar de la situación económica con un comercio minorista en proceso de desaparición acelerada y Polígonos industriales durmientes y paralizados. Y por ahora, todo ello se subsana con la llamada al apego de las tradiciones y de las costumbres populares, o con la petición de un segundo tiempo de juego en metáfora deportiva-futbolística señalada.

Y como Europa queda más lejana, las señales electorales se difuminan en unos momentos de crisis evidente de la Unión Europea. Afectada tanto por el Brexit latente, como por las fuerzas centrífugas del conglomerado populista. Todo ello en unos momentos del pulso comercial chino-americano y con los problemas energéticos que vienen del Este.  Por ello el tratamiento dado a los candidatos al Parlamento europeo, como premio de consolación o como retirada al balneario feliz. Cuando el juicio justo de estas cuestiones, demandaría una nueva Ley Electoral acorde a los tiempos que vivimos, con limitación de mandatos, posibilidad de listas abiertas, modificaciones de las circunscripciones electorales, modificación del Senado, restos nacionales para compensar la penalización de listas minoritarias, prohibición de puertas giratorias, elección directa en las Diputaciones y cosas parecidas que muchos piensan pero no se aplican.

Periferia sentimental
José Rivero

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3 COMENTARIOS

  1. Ese ‘vacío conceptual’ puede superarse con una política de complementariedad entre medio rural y medio urbano, aparte de los mandatos de la Unión Europea….. 

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