Cuaderno de pandemia (6)

Manuel Valero.- Esta mañana he tenido que contar hasta cinco antes de ponerme escribir. Así me he ahorrado dejar escrito aquí lo que pienso de ese asesino bicho insignificante, traidor, sin cara, hijo de la gran puta. Solo entonces me he sentado al teclado después de ver las calles solas bajo este cielo gris que entolda el marasmo que nos asedia.

Porque el enemigo ya ha dejado unas cuantas victimas en mi pueblo con nombres y apellidos y ha herido a unos cuantos amigos. Ese putrefacto y miserable  microbio invisible tiene la mala madre de darle visibilidad a quien señala, una visibilidad que no es un simple numero estadístico, una visibilidad que hiere familias y amigos y compañeros de trabajo. Detrás de esas casi 8.000 personas abatidas por esta infernal viruta de ridículas trompetillas hay muchas más personas que padecen. Son aquellas que le son familiares y cercanas. Hay una espantosa soledad en los heridos que permanecen en la trinchera de sus casas. Hay un drama en mucha gente y hay una rabia incontenible porque a ese gusarapo infame no se le puede combatir cara a cara con un fusil.

Hoy no es un buen día. No permito que el ánimo se me venga a las rodillas pero no es un buen día. Sobre todo si en el diario parte de guerra  te vienen nombres que admiras y quieres. Cada cual lleva su contabilidad de afectos y nunca como ahora todos somos uno, pero aquellos que son vecinos en la querencia te llegan más adentro. Hoy me he enterado de que nuestro compañero de MICR, Isidro Sánchez ha sido herido por la bala infame de esa cosa. Pero Isidro es mucho Isidro y tiene todavía pendientes de escribir muchas pantallas y nosotros el impagable privilegio de leerlo, desde la coincidencia, desde la discrepancia, desde el cariño humano, siempre.

Y así te dispones a pasar el día, repartido entre la gestión de este eterno horario cautivo y las reflexiones sobre el hombre y el mundo. A veces me saturan los filósofos rutilantes sobre sus teorías visionarias de la sociedad que vendrá cuando la pandemia acabe. A unos los leo con más interés que a otros pero muchos coinciden en un futuro tomado por una dictadura digital implacable, como en la película Fahrenheit 451 de Francois Truffaut. Yo no me lo creo. Sé que muchas cosas van a cambiar pero que el Big Data, ese de los cojones, será el nuevo Señor de las Moscas, se me hace muy largo.

Puede que sea factible controlar a millones durante un poco de tiempo, pero no a millones de seres humanos durante todo el tiempo. Y  menos a los mediterráneos que nos gustamos de piel para afuera y piel para adentro. De ahí a la disidencia revolucionaria hay un paso. De alguna manera ya soportamos una cierta vigilancia, todos estamos en la interminable lista digital: tarjetas de crédito, seguridad social, DNI, pero por mucho que los gobiernos rastreen las vidas de la gente no acabo de ver un sistema tan distópico que regule los abrazos, los restregones, las risas a baba libre, que diseñe una nueva sociología tan deleznable en sí misma que ya estaríamos tardando en derribarla. Lo que sea Dios dirá que dirían las viejas, y lo que tenga que ser será, pero no hemos llegado hasta aquí por el hilo de la Historia para acabar como sujetos pasivos de una vigilancia totalitaria.

Dejemos esto. Hoy ya hacen… -¿cuántos días hacen quince, dieciséis-  desde que hemos convertido las calles en un solitario campo de batalla, sin que aun tengamos una referencia clara de que los nuestros, nuestros ejército gigante de hombres y mujeres sanitarios, desde el personal  más titulado al de limpieza,  han forzado la retirada de la cosa, pero no hay más alternativa que hacernos cada cual un cortafuegos.

Así estaremos listos para regresar de nuevo al bullicio que nos alimenta. Porque saldremos de esta, abrazaremos a los heridos que sobrevivieron, honraremos a los muertos que son de todos y volveremos, como cantaba Pablo Milanés, a pisar las calles nuevamente.

Saludos desde la trinchera de mi casa y ánimo.

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4 COMENTARIOS

  1. Lo que está claro es que el mundo después del ‘coronavirus’ será el mundo en el que las personas tendrán que empezar a comprender que son de carne y hueso aunque, al mismo tiempo, los únicos seres conocidos capaces de reflexionar para dar sentido al Universo y, por tanto, a sí mismos. Y eso es mucho decir. A ver si nos enteramos de una vez. Ánimo, D. Isidro…..

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