El aire que exigimos trece veces por minuto

Manuel Valero.- La niebla es un fenómeno meteorológico. Y aunque es incómoda y peligrosa sobre todo para la conducción tiene su punto estético y su textualidad urbana de misterio. Hay nieblas famosas como las de Londres y Puertollano y ofrece un cuadro inquietante de temor. Incluso los fotógrafos recogen el cendal nocturno que envuelve las farolas y las calles que se apelmazan en una soledad acentuada.

Todo esto es la niebla… cuando es natural o pura. Pero cuando la niebla huele ya no es tan pura y todo el encanto que se pueda buscar al húmedo sudario se devalúa al instante. En Puertollano, por su situación encajonada entre dos cerros, las nieblas han sido su seña de identidad invernal y aunque a día de hoy no son tan abundantes y espesas como hace años en que eran una verdadera pared blanca delante, detrás y  a los lados del paseante y conductor, siempre han estado mezcladas con la niebla industrial de al lado.

La normativa legal sobre la actividad fabril, tanto comunitaria europea como nacional, la inversión propia en paliar las emisiones y  los avances tecnológicos ha ido purificando la niebla natural… aunque no del todo. La niebla en Puertollano todavía huele. Y mucho,  es decir, lleva entre sus ínfimas gotas en suspensión el desecho artificial de la actividad industrial. Se podría argumentar que es el precio que hay que pagar por ser industriales pero cuesta trabajo aceptar que en el siglo XXI y con el expediente contaminante del complejo aún no se haya conseguido minimizar la contaminación neblinosa.

El primer día de septiembre nos sorprendió con la niebla que en otro años para estas fechas ya era una ciudadana más en Puertollano, pero el regreso a la normalidad climática acaba por perder todo su efecto cuando sales a la calle y lo primero que te asalta no es la imagen de la nube rastrera  acogotada por las bajas presiones sino el olor incómodo del vapor que nos circunda hasta el punto de tener la sensación de que más que una niebla invernal de diminutas gotas de agua condensadas se trata de un incómodo aerosol. ¿Le suena?

Los expertos consultados han apuntado en alguna ocasión a las emisiones de Fertiberia, empresa que en los últimos años no ha informado de ningún plan de reducción de emisiones, en contraste con las inversiones de Repsol en la instalación de filtros para minimizar el impacto ambiental en lo posible, y dentro de lo permitido. Por eso tenemos en Puertollano medidores de la calidad del aire y la calidad del aire el primer día de diciembre era lo que se dice muy poco recomendable y menos respirable.

No se trata de acusar con el dedo arrebatado a los responsables de que se produzca esa polución que desnaturaliza la niebla, pero sí es un derecho ciudadano ser informado explícitamente del proceso de producción, tanto de Fertiberia, como de Repsol, si se puede hacer algo más, mucho más, para evitarlo. En Puertollano está muy extendida la teoría de que cuando la niebla aparece es cuando la industria aprovecha para defecar. Obviamente me inclino más por que esa sospecha es una maledicencia, una inercia,  producto de los años de contaminación que hemos tenido que pagar como tributo de ser una ciudad industrial, pero el primero de diciembre de este año pandémico, como en otros episodios pasados y registrados que han llegando casi a enloquecer los aparatos medidores, la niebla puertollanera, esa tan nuestra e identitaria, olía muy mal, señal inequívoca de que lo que respirábamos no era lo que se dice aire puro y duro. Menos mal que la mascarilla que nos protege del otro maldito contaminante del Covid, algo nos habrá protegido también de la irrespirable niebla con que nos saludó diciembre.

Estamos en 2020, dos décadas ya del nuevo siglo y se supone que algo han de haber evolucionado las técnicas de producción como para que los problemas de su impacto sean los menos posibles, o sean ninguno.

Hace pocos días la alcaldesa de la ciudad, Isabel Rodriguez, firmaba un artículo en favor de la continuidad de Puertollano como centro neurálgico de la industriosidad regional y nacional, incluso, enfocada por mandato de los tiempos desde la calidad medioambiental en el futuro inmediato con el hidrógeno verde  producido de manera ecológica, sin utilizar en la producción sustancias contaminantes y sí energías limpias como la solar que genere la electricidad necesaria para activar un proceso tan prosaico y estudiado en el instituto como la electrolisis. Si el hidrógeno verde es la energía del futuro, conviene no olvidar que mientras llega para quedarse, que es necesario cuidar y vigilar los procesos industriales de transición, de modo que dejen de castigar el aire que exigimos trece veces por minuto como decía el poeta Celaya. Ya hemos respirado muchas nieblas pútridas y a los puertollaneros, bueno no a todos, claro, nos encanta la niebla… pero la niebla natural cien por cien sin contaminantes, conservantes ni edulcorantes.

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