De traperos, heresiarcas y hombres de Dios (32)

El tiempo de estancia de Juan de la Sierra y su familia se había prolongado más de lo esperado en tierras de Fregenal, pues las negociaciones tanto con su madre como con su tía y las precauciones que debía tener en aquella zona en la que sus otrora compañeros de fe eran permanentemente asediados y vigilados, se hicieron extensibles a su propia persona y a aquellos que le acompañaban. Además, el regreso de los suyos quizá engrosase a un número de personas mayor de lo esperado, por lo que los preparativos que se requerían eran mayores.

Ubicación de la Judería de Llerena, Badajoz (FUENTE: Plataforma Ciudadana Llerena Mejora)

Tras la intensa y emocional despedida, la mente de Juan sólo tuvo en su cabeza a una persona, su madre, con la cual trató de pasar el mayor tiempo posible durante aquel difícil y triste camino de regreso, aún a pesar de dejar abandonada a su propia esposa, Beatriz, y a sus retoños.

-Hijo mío, ahora que hemos iniciado el regreso a mi ciudad de origen, ¿qué me puedes decir de cómo van las cosas por allí?

-¿Por dónde empiezo madre? Te mencionaré algunas cosas, pues ya sabes que parte de los miembros de la comunidad a la que pertenecemos han sido condenados por el Santo Oficio, siendo algunos de ellos puesto a disposición de la justicia, mientras que otros pudieron alejarse de aquel peligro antes de que las garras inquisitoriales dieran con ellos. Alvar Díaz, el rabí que se había casado con la sobrina de Sancho de Ciudad, aquel que tenía en su tienda lencería en la mismísima Plaza de la ciudad, fue condenado por ser judaizante, llegándosele a confiscar su casa y tienda. Hoy en día, según me informó un amigo que iba camino de Portugal, habíase enterado de que aquel edificio habría pasado a manos del concejo municipal, convirtiéndose así en su nueva sede, donación que cuenta con la mismísima autorización de los Reyes doña Isabel y don Fernando, aunque ya en aquel lugar no participen miembros de nuestra comunidad como ocurriera años atrás, pues ya se nos había prohibido el ejercicio de cargos públicos, además de haber sido puestos en fuga o condenados por judaizar. Eso mismo ocurrió con miembros de nuestra familia, entre las que la tía y tú estáis incluidas, siendo yo mismo llamado a declarar en ese momento.

-Bien lo sé, pero no podría soportar que aquellos inquisidores me castigasen ni me torturasen por ser acusada de judaizar, de hacer lo que toda la vida hice, no podría soportarlo hijo mío, y eso lo has de entender y por eso estoy aquí y te has visto obligado a venir a por mí. No sé qué va a pasar cuando lleguemos allí, aunque tengo mucho miedo de lo que pueda suceder. Sé que cumplir con el Shabat, purificarnos en el micvé y otras cosas que son inherentes a nuestra comunidad, son sólo parte de las acusaciones que tú mismo te viste abocado a aceptar para no perecer en una celda o ser el combustible necesario que ardiera en las hogueras que aquellos religiosos disfrutan contemplando como nuestros cuerpos se consumen. Incluso tengo entendido que alguno de los testigos de mi proceso informó del escondite donde había guardado algunos libros, sino me han informado mal. Pero no te puedo echar toda la culpa pues hubo mucha más gente implicada que me habían acusado y que el hábil fiscal utilizó esa información para empujar a los jueces inquisidores a que se decidiesen por una sentencia condenatoria. Corrígeme si yerro, pero Fernando de Trujillo o el malnacido de Fernán Falcón serían dos de los testigos principales que o bien tuvieron la fuerza suficiente para arrastrar a los demás a contar lo que sabían, o bien nos delataron por envidias o mediante embustes. ¿Me equivoco acaso, hijo?

-En nada de ello estáis errada, madre, ni siquiera en lo de los libros, que fueron descubiertos en un pozo por la esposa del regidor Beltrán, aquella familia que reside en la collación de Santa María, pero aquellos hechos habían acontecido años atrás por el doctor que había enviado el arzobispo Carrillo para recuperar la confianza perdida con los reyes. Tanto aquel licenciado, don Tomás de Cuenca, como un tal, Pero Carrillo, dieron con aquellos libros, a lo que también se unió que una de las criadas que teníamos en casa en tiempos de cuando padre vivía, le había escuchado rezar. Toda esa información llegaría a los recién llegados jueces inquisidores para iniciar nuestros procesos y los monjes que allí se encuentran formando parte del tribunal inquisitorial no han dudado en usar todos los medios que tuvieron a su alcance para llegar a dictar las sentencias ejemplificantes que pretendían, y, por supuesto, los dos delatores que has mencionado estaban en casi todas las causas en las que se inculpa a cualquier miembro de nuestra comunidad, llegándose incluso a contar hechos que sucedieron veinte o treinta años atrás. ¿Cómo es posible que la memoria de algunos, sino de todos, les alcance a recordar tan remotos hechos? ¿O son tan viles que sólo pretenden salvar su pellejo a costa de la vida de cualquiera de nosotros?

-Era de esperar, pues tú mismo te hubiste encontrado en su misma piel, y por colaborar con ellos fuiste reconciliado y ahora estás conmigo para llevarme de regreso. El miedo a la tortura, a perder lo que uno posee, a la propia vida, a no poder seguir practicando los ritos ni seguir las costumbres que nos inculcaron nuestros padres. Así ha sido siempre, pues nosotros solemos ser fieles a nuestras tradiciones a pesar de que el peligro que nos acecha nos haya llevado a asumir muchos riesgos, más de los necesarios. Sin embargo, no todos nuestros antiguos compañeros de fe han estado dispuestos a hacer lo mismo, y para salvar su propia vida y estatus llegaron a convertirse en traidores de los nuestros, siendo delatores de aquellos que nos quieren llevar a la hoguera, si fuese preciso, para dar un escarmiento a nuestra comunidad. Es la triste realidad, hijo mío. En el momento en el que viniste a buscarme sabía las consecuencias de que te hubiesen encargado que me convencieses para que regresara. Pero cambiemos ahora de tema, háblame de más cosas de mi amada Ciudad Real. ¿Qué más me puedes decir?

-Es muy difícil, madre, que te pueda contar nada nuevo de una ciudad que siempre ha tenido serios problemas económicos en sus arcas municipales, que a saber cuándo podrán acometer obras para acondicionar aquellas casas que confiscaron a nuestro rabí Alvar Díaz, y además el miedo que está generando nuestra persecución irá provocando que muchos de los nuestros abandonen la ciudad, empobreciéndose aún más y provocando que la actividad económica que nosotros mismos ejercíamos sólo vaya marcha atrás, obligándose el propio concejo al cobro de mayores impuestos, y la otrora nombrada ciudad por el rey Juan II de Castilla no se convierta en poco más que un pueblo. ¡Envidia me dan ahora los vecinos de Almagro, que gozan de una mayor pujanza, con los que aún se pueden hacer buenos tratos en nuestro comercio! Sin embargo, tu destino no es Ciudad Real sino la ciudad de Toledo, pues es la nueva sede del tribunal donde debes dirigirte tal y como me hicieron saber.

-Era lo que ya me estaba imaginando, pues mi destino no podía ser otro que el de hallar la muerte en una ciudad lejos de la mía propia. Tú aún eres bastante joven y no podrás comprender el apego que puedo tener a mi tierra, aquella donde conocí a tu padre, donde estrechamos nuestros vínculos más íntimos y empezamos a conformar la familia que aún disfrutamos, pero ¿habría alguna forma de acercarnos a nuestra amada ciudad antes de llegar a la gran ciudad toledana?

-No sé si será posible, ya que has de tener la seguridad de que los inquisidores habrán puesto espías para conocer mis movimientos y saber cuándo podría ser tu llegada, aunque lo podríamos intentar. Sin embargo, para ponernos en esa situación restan aún algunas jornadas, madre, y ya se verá…

-De acuerdo, no sabes cómo te lo agradezco, hijo mío.

Apenas habían transcurrido unas horas desde que se habían alejado de la villa de Frexinal, Fregenal de la Sierra, y ya estaba a punto de ser arropados por el manto de la noche. Debían perder poco el tiempo para encontrar un nuevo enclave donde guarecerse y hallar el merecido lugar de descanso. La siguiente jornada sería más importante aún pues se irían alejando de aquella zona de colinas pertenecientes al reino de Sevilla y que los Reyes Católicos no habían olvidado que fue un importante foco de revueltas de los nobles que no apoyaban precisamente la llegada al trono de la ya reina Isabel, además de tener una importante y privilegiada posición estratégica que tenía en su castillo un lugar relevante en la organización bélica en la guerra contra Portugal. Aquellos hechos no habían pasado desapercibidos para los monarcas, pues no sólo el propio rey Fernando se había dirigido a aquella villa con el fin de iniciar desde allí la contienda con el entonces maestre de Santiago, Alonso de Cárdenas, y su castillo sería elegido precisamente como residencia de la infanta Isabel de Aragón en la Pascua de 1480 a 1481, previamente a su viaje para desposarse con Alfonso de Portugal y convertirse en heredera de su Corona.

A pesar de que aún quedarían al menos unas dos jornadas para alcanzar su ansiada ciudad, para ello les restaba abandonar tierras cercanas a la jurisdicción de Llerena, en cuya aljama llegaron a encontrarse varios centenares de familias judías en las cercanías de su sinagoga y la fuente pellejera, como consecuencia de la relevancia económica que les había otorgado la celebración de ferias y mercados que no se prohibieron como habíase dictado en Castilla por los Reyes Católicos, gracias a la intervención del judío Rabí Mayr que había persuadido a la propia reina. Tras abandonar tan importante foco de judíos, que convivían con musulmanes y cristianos, poco a poco deberían irse acercando a la meta deseada, llegando a penetrar por las faldas de Sierra Morena y del valle situado al sur de Ciudad Real. Por entonces, mientras buscaban un lugar donde pasar la noche, pensaban que, si no se hubiesen encontrado con ningún obstáculo a su paso, el camino podría estar expedito para poder hacer una visita a su amada Ciudad Real y conocer la situación en la que en aquellos momentos se hallaba.

MANUEL CABEZAS VELASCO

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