De traperos, heresiarcas y hombres de Dios (62)

La bonanza económica de Juan de la Sierra a raíz de su gran expansión en la venta de paños más allá de las fronteras de la modesta Ciudad Real hizo del mercader un personaje relevante en la ciudad, a pesar de que desde la muerte de su madre había vuelto a retomar sus creencias judías de forma más habitual, limitando con ello el círculo de sus amistades.

Toledo, 1572 (FUENTE: Georg Braun; Frans Hogenberg: Civitates Orbis Terrarum)

Sin embargo, debido al pasado de condenas por la Inquisición sufridas por varios miembros de su familia, se vio en la necesidad de ocultar sus prácticas lejos de las miradas inquisitivas que los aún delatores que campaban por las calles de aquella ciudad media que estaba abandonando su etapa de esplendor, sobre todo desde el preciso instante en el que fueran trasladadas a otras ciudades más importantes las instituciones que allí se habían instalado los últimos años: el Tribunal de la Santa Inquisición y la Real Chancillería, que acabarían partiendo hacia a Toledo y Granada, respectivamente.

A pesar de que Juan había logrado abrirse camino más allá del lugar donde gestionaba todos sus negocios referentes a la elaboración y venta de paños, Ciudad Real, también se había visto como un mercader relevante tras el espaldarazo que supuso su negocio con el rey de Portugal y su contrato de cinco años.

Después de aquello, su vida nunca sería igual. Ciudad Real había acogido al tribunal de la Inquisición, pero este había sido trasladado en 1485 con destino a Toledo. En 1494 había llegado la Chancillería y, mientras se hallaba en Ciudad Real, a Juan de la Sierra el gusanillo de abrir los mercados le llevaría a poner sus ojos en el norte, en la pujante Segovia, el corazón donde la Corona de los Reyes Católicos tenía a personas de cierta relevancia vinculada con el mundo de la pañería. Además, también se llevarían a cabo las modificaciones de las Ordenanzas del obraje de paños, para lo cual sería consultado cuando estaba haciendo ciertos tratos con algunos mercaderes segovianos, como los hermanos Buitrago. Aquel año sería el de 1502.

Sin embargo, el tiempo de los Reyes Católicos estaría a punto de llegar a su fin dándose paso a la convulsa corona que andaría en disputa entre padre e hija y posteriormente sería motivo de forcejeo entre madre e hijo. Se iniciarían entonces otros tiempos en los que Ciudad Real vería perdido parte de su florecer pues ya ni siquiera sería reclamo para que instituciones de renombre se instalasen allí. Tras la marcha del tribunal inquisitorial a Toledo, posteriormente había abandonado aquella ciudad media castellana la audiencia que era conocida como Chancillería, que siempre encontró numerosas trabas para el acomodo de los miembros que la componían. Su destino sería otra importante urbe de gran renombre e historia: Granada. Aquel acontecimiento se produciría en el fatídico año de Nuestro Señor Jesucristo de mil quinientos cuatro, año que vería exhalar el último soplo de vida a la reina que había gobernado Castilla durante tres décadas, Isabel La Católica, monarca que siempre se había convertido en la valedora para que Ciudad Real fuese digna de mayores méritos de los que había recibido hasta entonces. Su muerte, veinte años después de su primera visita a Ciudad Real, cerraría así una etapa de auge que para aquella ciudad supondría un definitivo declinar social y económico.

El perspicaz mercader como Juan de la Sierra había visto todo aquello como la llegada de nuevas dificultades para la marcha de sus negocios. Por todo ello vio la necesidad de un cambio de residencia a un lugar algo más discreto. Juan estaba pensando en cambiar de aires, quizá iniciando la mudanza al barrio de Santa María, pues aún no lo tenía muy claro, siendo allí donde podría seguir ocultando su auténtico judaísmo dando muestras de su conversión a pesar de hallarse rodeado de multitud de cristianos.

Llegó entonces el año de nuestro señor de 1505 cuando la conocida Plaza del Pilar se erigiría a consecuencia del derribo de una serie de casas cuya orden partió del mismísimo concejo municipal, aumentándose las dimensiones de dicho espacio. Aquella configuración daría lugar a una plazuela que estaría circundada de diversas casas de dos plantas que aparecían exteriormente jalbegadas.

Cuatro años después de que la institución judicial se marchase más al sur y tres de la apertura de aquel espacio público, Ciudad Real se vería sumida en un auténtico caos. Los vecinos de aquella ciudad asistieron atónitos, a lo largo del mes de junio, a la sucesión de varias tormentas que provocarían el desbordamiento del mismísimo río Guadiana, llegando aquellas aguas que la diosa Naturaleza desplegó con tal violencia a inundar el solar de la céntrica Plaza Mayor y poniendo en peligro la existencia de gran parte de toda la población. Apenas comenzaba el estío y aquellas avenidas provocaron gran desconcierto en todo el vecindario. Fue por entonces cuando la decisión que aún no estaba adoptada en firme por el mercader y su familia tomó todos los visos de llegar a confirmarse. Ese sí se convertiría en el momento propicio. No sólo había que ponerse a salvo de todos los posibles desperfectos que futuras avenidas podrían llegar a provocar llegándose incluso a que la propia muralla sufriera en carne propia las acometidas de la incesante lluvia del momento, sino que también se sumaban las dudas permanentes sobre su conversión, fundamentadas en las envidias que generaba su consolidada posición económica. Todos esos factores inclinarían la balanza a que ese cambio fuese definitivo. Juan de la Sierra tenía ya las ideas muy claras: ¡El barrio de Santa María les esperaba!

Sin embargo, dados los acontecimientos que influyeron en el devenir de la pañería castellana, el barrio de Santa María solamente acabaría convirtiéndose en una etapa previa a la partida fuera de Ciudad Real. Los grandes negocios en los que Juan de la Sierra y los suyos se habían embarcado a raíz del contrato que concertaron con el rey de Portugal en 1494 le habían llevado a ser una cabeza visible dentro del mundo de la pañería en el territorio castellano. La diversidad de normativas al respecto condujeron a los Reyes Católicos a acometer una serie de pragmáticas que regulasen su organización, redactándose en 1495 unas Ordenanzas Generales, que ni tan siquiera llegarían a entrar en vigor y, tras otros intentos posteriores, se alcanzaría el año de 1502 en el que los monarcas instruyen un nuevo proyecto legislativo en el que acometen una serie de consultas para llegar a conocer cómo se encontraba el estado de la pañería en diversas localidades, generándose una serie de respuestas de aquellas que servirían de base para la redacción de un nuevo proyecto de Ordenanzas en 1504. En aquella reelaboración de las Ordenanzas de obraje de paños participaría el mismísimo Juan de la Sierra, al igual que otros mercaderes segovianos como Pedro de Salvador, originario de Toledo, Pedro de Buitrago, e incluso se les uniría un tal Rodrigo de Córdoba.

-Beatriz. Nuestra estancia en Ciudad Real cada vez está más cerca de llegar a su fin. Aún no sé lo que querrán de mí los reyes, pues el ambiente en el obraje de los paños está demasiado caldeado en estos momentos. Ya las Ordenanzas de 1500 provocarían quejas en Murcia, Segovia o incluso Cuenca. Y, aunque apenas han pasado dos años, nos han convocado en Toledo pues parece ser que el obraje de paños necesita ser mejorado. Así nos lo han hecho saber, dándonos un plazo de ocho días para que demos nuestro parecer al Consejo de su Majestad, tanto a algunos maestros hacedores de paños como a otros expertos, entre los que estoy convocado, para tratar de redactar unas nuevas normas, que luego llegarán a ser refrendadas por el mismísimo escribano real.

-Veo que nos abandonas de nuevo, esposo mío. Espero que consigas lo que te propones y que escuchen tus propuestas. Demasiado sabemos que esta pequeña ciudad no puede competir con otras grandes como Segovia o Toledo en ciertas cuestiones. Pero tú sí te has hecho valer y la pañería de Ciudad Real debería valorar mucho más los esfuerzos que haces.

-Sabes bien, querida, que en cuanto pueda, regresaré lo más rápido posible. Los paños son los que nos dan nuestro estatus, a pesar de los quebraderos que hemos sufrido en esta vida. Sin embargo, el pilar donde siempre he necesitado apoyarme para seguir adelante has sido tú. Demasiado bien lo sabes.

-Cuando quieres, sí que te vuelves un auténtico zalamero, querido Juan, y veo que no hay nada que se te resista. Ansiosa estaré aguardando tu regreso, pues ya sabes muy bien cómo recuperamos nuestro tiempo perdido. Tú ya me entiendes, amor mío.

-¡Vaya que sí! Aún no me partido y ya estoy deseoso de iniciar mi vuelta. Estoy deseando poder resolver la reunión de Toledo lo más rápido posible, aunque ya sabes que debo actuar con mucha cautela pues nuestros viejos enemigos, los inquisidores, campan a sus anchas por aquellos lares y aún no han olvidado nuestro pasado de conversos y de tantos parientes que se alejaron de su doctrina cristiana.

-Cierto es que los tiempos andan demasiado revueltos, pues también con la proclamación de los nuevos herederos al trono castellano, pareciera que la Corona se hubiera dividido en dos.

-También por ello he de tener sumo cuidado, pues la mudanza de las alianzas me podrá o no impedir alcanzar mis metas. Veo que estás bien al tanto de las noticias de la Corte, amada mía.

No hubo mucho más que decir aquella noche. Tras una cena más bien ligera, pues Juan se había acostumbrado a no ser demasiado frugal en sus ingestas nocturnas, y repasar los preparativos de su viaje, se encaminó hacia la recámara donde su esposa ya la esperaba hace unas horas. Sus cuerpos se darían calor mutuo aquella noche, aunque no llegarían a más pues no era día para que los deseos carnales fuesen puestos de manifiesto. El mercader debía guardar sus fuerzas para los duros días que le esperaban. ¡Ya no era tan joven como cuando nacieron sus vástagos!

A la mañana siguiente, bien temprano, cuando asomaban las primeras luces del alba, el mercader Juan de la Sierra iniciaría su marcha hacia la ciudad de Toledo, dejando a su familia en su morada, buscando defender sus propios intereses y de la pañería de la ciudad en la que vivía, Ciudad Real.

MANUEL CABEZAS VELASCO

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2 COMENTARIOS

  1. Realmente, descriptivo. Y es que Ciudad Real se ha enfrentado a la tendencia de las aguas a estancarse en la zona del Pilar.
    Y por ello, ya en 1509, se excavó una zanja de drenaje llamada la ‘Cava’ que partía del Pilar y recogía las aguas de lluvia para llevarlas hasta la puerta de Alarcos y desde allí a un sumidero que las conducía hacia el río Guadiana……

  2. Gracias de nuevo Charles.
    Como bien apuntas, la Cava se llevó a cabo entonces, precisamente a consecuencia de los problemas que se dieron en 1508 con las grandes lluvias que pusieron en un brete a la mismísima Ciudad Real casi al completo.
    La muralla, lo que hoy en día acoge la Fuente de Pozo de Don Gil y la vecina Plaza del Pilar.
    Todo aquello que se describe en este capítulo y que continúas con tu comentario.
    Un saludo y feliz fin de semana

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